La narración de vida es una provincia de la
historia y está estrechamente vinculada con
los descubrimientos de ésta. Puede reclamar las
mismas habilidades. Ninguna vida se vive fuera
de la historia o de la sociedad; transcurre en el
tiempo del hombre. Ninguna biografía está
completa a menos que muestre al individuo
dentro de la historia, dentro de un entorno y un
complejo social. Al decir esto recordamos a
Donne: Ningún hombre es una isla en sí mismo.
León Edel
Vidas ajenas, principia biográphica,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1990.
En México siempre se ha cultivado la biografía histórica de personajes de todos los niveles y espacios. Los primeros cronistas españoles lo hicieron para relatar lo que encontraron los conquistadores, incluyendo a los personajes principales del encuentro de las dos culturas. Los códices mostraban a los personajes encumbrados y no tanto. Durante los siglos coloniales, se exaltaban las vidas y obras de los virreyes y sus funcionarios, también de los encargados de la evangelización, religiosos de todas las órdenes. Las crónicas y recuentos de hechos históricos se narraron a partir de las acciones de los hombres que resaltaban en los acontecimientos. Los personajes dirigentes o familias prominentes destacaban. Igual personajes del mundo civil o religioso o familiar de las comunidades, pueblos y regiones poseían su crónica o evolución de vida en los espacios donde vivían.
Luego con la independencia destacaron los héroes insurgentes y realistas que llevaron al nacimiento de México luego de más de una década de enfrentamientos y guerra. Monárquicos, republicanos, liberales, conservadores, yorquinos, escoceses, oligarcas, militares, religiosos, escritores, hacendados, rancheros, filósofos, cronistas, empresarios, historiadores, pasaron a engrosar al panteón biográfico mexicano durante buena parte del siglo XIX. Los personajes emergieron por doquier, unidos a los primeros años de la patria mexicana, actores fundamentales del acontecer nacional. Caudillos y caciques no faltaron, dictadores y jefes políticos regionales tampoco.
Al cumplirse el primer centenario de la nación mexicana, se cultivó con fuerza la biografía de personajes históricos vinculados a la historia nacional. Los héroes de la independencia y de la consumación, la etapa de enfrentamiento entre liberales y conservadores, la implantación del liberalismo, la guerra de reforma, el imperio francés, la república restaurada y el porfiriato, emergieron por la pléyade de personajes que encabezaron a la república. Patriotas o no tan patriotas conformaron al panteón biográfico que el centenario ameritó, como parte indiscutible de la evolución de la nación mexicana durante cien años de intensa lucha. La formación y consolidación de la patria fue el motivo de extensas compilaciones biográficas o libros, en especial dedicados a ciertos personajes.
El arte de la biografía se cultivó con ahínco en el siglo XIX y principios del XX. Muchos hicieron eco de los planteamientos de Thomas Carlyle o Leopold Von Ranke, sobre los héroes o personajes destacados para la sociedad o el Estado. Resaltar las virtudes y acciones de los personajes fue la tónica, sin una interpretación que brindara los matices individuales o públicos o, simplemente, enlazar al individuo con su propio contexto. La biografía fue vista como exaltación y logros de las personalidades, prácticamente sin contexto, sino a partir de virtudes y apologías de la acción individual en diversas esferas, política, sociedad, economía, cultura. La influencia de la historiografía inglesa o alemana brindó una gran producción de biografías exaltadoras y positivistas e historicistas aún en la primera recta del siglo XX.
Con la revolución mexicana, la biografía histórica cobró una gran importancia para destacar héroes políticos, gobernantes, militares, luchadores, dirigentes, educadores, escritores, hacendados, caciques, caudillos, líderes obreros y campesinos, pero también aquellos personajes que murieron en las distintas gestas épicas de la revolución, al igual que aquellos pensadores que marcaron huella en distintos acontecimientos o documentos. La colección de libros es inmensa, sobre todo de aquella relacionada con los testimonios y precisiones historiográficas sobre las acciones que los hombres emprendieron en vida en “bien” de la patria y de la revolución. Prácticamente, en cada estado de la república mexicana hay una gran colección de personajes que actuaron en los antecedentes, desarrollo y consecuencias de la revolución. En número superaron a la independencia, el liberalismo, la reforma o el porfiriato.
La exaltación biográfica fue una rama de la historiografía mexicana que no se superaría sino hasta el decenio de los sesentas del siglo XX, cuando vinieron las aportaciones e interpretaciones históricas profesionales sobre distintos personajes de la vida nacional, muy ligadas ahora a los tiempos o contextos de su actuar. El revisionismo permitió enlazar las vidas y sus contextos de destacados personajes de las regiones y de la nación. La historiografía estadounidense sobre México vino a estimular las biografías históricas bajo otro criterio metodológico de interpretación, prácticamente desde los cincuentas y concentradas en los periodos de la independencia, la reforma liberal, la revolución o la posrevolución, pero mucho más para estos dos últimos periodos.
La renovación historiográfica se enfocó a la biografía histórica y la historia local y regional durante la década de los sesenta del siglo XX. Existió la necesidad de que el sujeto retornara como el actor mismo de la historia. Aquella tendencia muy generalizada de la apología y los héroes de bronce, estrechamente ligada al poder y a la historiografía decimonónica positivista y oficial, quedó atrás en aras del rescate y la recreación de la vida de individuos que, mediante su actuación, participaron en la evolución histórica de una localidad, un estado, una región, una nación o en el ámbito internacional, y cuyas vidas, obras y acciones explicaron, en mucho, las características y rasgos de una temporalidad social o, simple y llanamente, los ritmos y continuidades de un periodo de la historia.
Hacia el decenio de los ochenta del siglo XX sobrevino una gran producción de biografías históricas en México. Entre el revisionismo académico y la divulgación histórica se entretejió una línea de investigación centrada en la biografía. Las obras de Enrique Krauze, que denominó “biografías del poder” fueron un ejemplo y un estímulo grande para cultivar la biografía mexicana dentro de la historiografía nacional. Personajes como Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, fueron revisitados a partir de una narrativa fresca y ágil, para el conocimiento de sus trayectorias al público en general. Krauze abarcó también el siglo XIX, que denominó “el siglo de caudillos” (Miguel Hidalgo, José María Morelos, Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Antonio López de Santa Anna, José María Luis Mora, Lucas Alamán, Melchor Ocampo, Benito Juárez, Ignacio Comonfort, Santos Degollado, Miguel Miramón, Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz), así como las biografías de los presidentes priistas del siglo XX en “la presidencia imperial”, biografías de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari. Además, las biografías de varios intelectuales del siglo XX, Daniel Cosío Villegas, Octavio Paz, entre otros.
Durante la década de los noventa e inicios de la primera del siglo XXI, la producción historiográfica fue muy abundante, en un gran porcentaje dedicada a biografías, tanto en tesis de licenciatura y posgrado, como en obras provenientes de estudios relacionados con la historia regional o la historia política, mucho más en el espectro de la divulgación histórica. Hubo extensas biografías sobre Basilio Vadillo, Demetrio Vallejo, Adolfo de la Huerta, Vicente Lombardo Toledano, Joaquín Amaro, Manuel Gómez Morín, Gustavo Madero, Alfonso Reyes y otros personajes ligados a la vida empresarial, intelectual, política o de movimientos sociales, provenientes del ámbito académico, que aparecieron publicadas a inicios del actual siglo.
Los grandes personajes de la historia de México merecieron ser revisitados en grandes obras de impacto historiográfico: Miguel Hidalgo, José María Morelos, Fray Servando Teresa de Mier, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, fueron los más revistados y re estudiados con amplias dimensiones, por destacados historiadores y uno que otro escritor. Esfuerzo de divulgación histórica fue la colección Grandes protagonistas de la historia mexicana, publicada por Planeta DeAgostoni a inicios del siglo XXI, con buena cantidad de biografías de mexicanos ilustres de los periodos prehispánico, colonial, siglo XIX y siglo XX, que llevó al gran público el acceso al conocimiento de vidas ejemplares, con plumas de escritores y académicos que emprendieron un importante trabajo de síntesis y narración accesible. El protagonismo de cada personaje fue un criterio adecuado para contar las historias de vida. Una colección memorable de fácil acceso y precio.
En la última década las grandes biografías de Miguel Hidalgo y José María Morelos, escritas por el gran historiador Carlos Herrejón, Porfirio Díaz, escrita por Carlos Tello Díaz, y la dedicada a Lázaro Cárdenas, del estudio y la pluma de Ricardo Pérez Montfort, o la gran biografía sobre Octavio Paz de Christopher Domínguez Michael, o igualmente la biografía de Martín Luis Guzmán, emprendida por Susana Quintanilla, vinieron a refrendar la vocación biográfica de la historiografía mexicana actual. Vida y tiempo de los grandes personajes mexicanos que siguen causando gran interés de historiadores, divulgadores y público en general.
Dentro de la historiografía digital existe una gran abundancia, casi infinita, de biografías de personajes históricos de localidades, estados y regiones, ya ni se diga del ámbito nacional o internacional. Fragmentos pero también biografías completas aparecen con frecuencia en las redes sociales, los blogs y las páginas web mexicanos. Hay un gran interés por el conocimiento de las vidas ejemplares y eminentes, ahora recientemente por personajes de ámbitos menores pero no menos importantes para la historia mexicana. Ahora la historia de las mujeres se apuntala con una visión biográfica interesante, para los distintos periodos de la historia nacional. Sería imposible emprender un recuento exhaustivo de la producción biográfica mexicana en los últimos tiempos.
Lo anterior ya permite, sin duda, contar con un enfoque metodológico con respecto a la hechura de la biografía histórica, que funciona para estudiantes, autodidactas y expertos. Hacer una biografía implica desde entonces un desafío para el historiador. Recrear una vida involucra una serie de requisitos metodológicos, indispensables para no caer en la debilidad apologética y arraigada en cierta historiografía. La información novedosa y original; la interpretación clara acerca de los periodos nebulosos; el entramado de relaciones personales en cada momento y experiencia vivencial; la mayor objetividad posible en la narración de los hechos; el equilibrio entre el personaje y su contexto histórico inmediato; la sensibilidad en la interpretación de las acciones e ideas del individuo; la negación de la exaltación y magnificencia del personaje; el no descuidar el cobijo y el peso del contexto personal, social e histórico; la fluidez en la narración y la cronología del protagonista en cuestión; tomar al personaje como un todo único pero no lejano del entorno que lo rodeaba; mesura y capacidad de elegir la información adecuada que permita la descripción de ciertos pasajes de su vida (oscuros o conocidos); navegar entre las esferas públicas y privadas con habilidad y respeto al individuo; poner límites en aquellos momentos que fueran más allá del campo de acción inmediato del personaje; la pertinencia de narrar aspectos de una vida (no estrechamente ligados con los grandes fenómenos de la historia de un periodo); y el tejido lógico y unificador que encierra la vida de un personaje importante o no para la historiografía; parecen ser los requisitos fundamentales del quehacer biográfico contemporáneo, así como los retos a los que el historiador debe enfrentarse para convertirse en biógrafo, sin descuidar las herramientas propias de la disciplina.
Tanto la historiografía académica como la de divulgación histórica emprendieron avances destacados en la producción de obras de tema biográfico. Prácticamente, esta rama de la historia fue muy popular desde los setentas, renovando el conocimiento sobre determinados personajes de la historia mexicana en distintos y variados periodos. La historia del personaje y su entorno pareció ser la clave para hilvanar las historias de vida con la historia de sus tiempos.
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