Contar con sesgo los hechos históricos, legitimar al poder en turno, exponer el esfuerzo personal del poderoso, reivindicar ideologías políticas gubernamentales, justificar programas y alcances de gobierno, relacionar las causas de la bienaventuranza, rubricar el apoyo a las acciones gubernamentales, festejar los dichos del gobernante, aplaudir dichos y diretes de quien gobierna, exaltar a las familias ricachonas y de poder, dejar constancias documentales falseadas del acontecer, servir al poderoso, difundir acontecimientos dignos de la efeméride que justifica el orden de cosas existente, exaltar los beneficios inexistentes a una sociedad ignorante y apática.
La llamada historia oficial es un vicio muy frecuente en México desde el siglo XIX. Camadas de historiadores oficialistas han existido después de la independencia, la reforma, el porfiriato, la revolución y el México contemporáneo, hasta la actualidad. Gran parte de la historia oficial ha sido financiada o encargada por los sucesivos gobiernos, federales o estatales o hasta municipales, para exaltar sus virtudes y sus acciones. Se han fundado instituciones y organizaciones amasar y producir historias del pesado, normalmente aburridas y parcas, y que sirvan a manera de reivindicación o legitimación de un orden o una circunstancia o un personaje o un gobierno.
Las grandes glorias de los héroes de la independencia nacional; los logros liberales de los primeros años de la nación; los alcances de la reforma liberal y sus actores principales; las grandes metas de alcanzaría el imperio francés; la reivindicación de los triunfadores de la guerra de reforma en la república restaurada; las espectaculares metas cumplidas del porfiriato en el orden y el progreso nacionales y su personaje central; los alcances revolucionarios emprendidos que transformaron al país gracias a las acciones de los personajes por excelencia (Francisco I. Madero, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, entre muchos otros en los estados de la república); las acciones y hechos de los sucesivos gobiernos posrevolucionarios de Álvaro Obregón a Lázaro Cárdenas; la modernidad capitalista impuesta por los gobiernos provenientes del partido único y sus grandes gobernantes; las bondades del autoritarismo y la estabilidad política y social que exaltó la dominación del partido oficial y el presidencialismo; el cause necesario hacia la pluralidad política que estimuló el mismo partido oficial; la exaltación de los personajes y movimientos sociales constructores de la democracia mexicana; las bondades del neoliberalismo para reforzar la permanencia capitalista y la modernidad mexicana; los hechos y personajes de la alternancia oscilante entre las derechas y las izquierdas; y, ahora, la justificación de una transformación “pseudo revolucionaria” de cambio político, económico, social y cultural, que continuaría con las obras e ideas de Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, con mujeres que se incorporaron de inmediato en la publicidad oficial.
La densa carga de simbolismos y reivindicaciones de la historia oficial es de una magnitud increíble, casi casi infinita. Si esto se puede decir de los periodos nacionales de la historia de México, ya ni se diga en los estados de la república, donde la historia oficial es influyente desde siempre, con una carga increíble de historias de personajes, familias, patrimonios, gobernantes, mediaciones del centro, nomenclaturas, efemérides, batallas, sangre, sudor y lágrimas de crónicas y testimonios en pueblos, municipios, estados. En todos los niveles la historia oficial es descriptiva hasta el cansancio y el enfado, positivismo puro y vil de buena cantidad de historiadores autodidactas; “amantes” de la historia; aficionados familiares o arrastrados; estudiantes que deben favores o becas; periodistas pro gobierno o pro gobernantes o pro oligarcas; escritores muy malos o compiladores de documentos que son incapaces de interpretar; ya ni se diga abogados de pueblo que hilvanan historias tan parcas y enredadas que nadie entiende; obras por encargo para recordar a los difuntos o sus actividades que dejaron huella en la historia; descripciones de datos, fechas, nombres, lugares y fuentes.
La historia oficial es nociva, porque se reproduce en publicaciones oficiales, prensa, radio, televisión, documentales y páginas oficiales de los gobiernos o instituciones de todos los niveles. Luego es utilizada para la enseñanza de la historia o los libros de texto, con un estilito reivindicador o de exaltación. Se utiliza también en elaboración de enciclopedias y obras de consulta, con datos que se reproducen y reproducen. Es un cáncer para la historiografía mexicana, porque además es plagiaria de las obras de historiadores profesionales o de las novedades en el conocimiento de temas de distinto orden. Ha invadido a la divulgación histórica en innumerables ocasiones. Obras publicadas en el curso de los últimos diez años, que son síntesis de la historia nacional u obras dedicadas a diferentes periodos históricos, han sucumbido al estilo y contenidos de la historia oficial, ni la historia narrativa o “accesible” ha salvado a los escritores que han republicado errores, falacias y exaltaciones oficialistas.
Hay instituciones dedicadas a la historia que siguen publicando autores y obras pertenecientes a la historia oficial. Cerros de libros se publican como copias caras de autores de los siglos XIX y XX, que catalogan como clásicos, pero que gran parte de ellos fueron, en su momento, historias oficialistas. En vez de publicar obras nuevas de autores jóvenes o investigadores profesionales, prefieren invertir en reproducir una historia oficial que ha sido superada. Para justificar dicen que crean “memoria”, aún cuando todas esas publicaciones se encuentran en las bibliotecas. Los últimos gobiernos han reivindicado la historia oficial de otros periodos, como sucedió en los festejos o celebraciones oficiales de la independencia y la revolución en los años de 1960, 1985, 2010, que también se reprodujeron en los estados de la república. Hasta enciclopedias, libros de texto, obras de consulta general, monografías, fueron invadidas con el sinsabor de la historia oficial, muchos historiadores profesionales se han prestado para eso.
El oficialismo de la historiografía en México ha sido muy extendido. Prácticamente, en todos los estados de la república se cultiva con extensión y abundancia, trastornando incluso a los libros de texto y la enseñanza de la historia. La plaga de historia oficial se ha extendido en los últimos tiempos con ahínco, ante la falta de recursos para la investigación novedosa y la publicación de obras originales de historia sobre distintas entidades y periodos. Historiadores profesionales hay como para renovar los paradigmas de la historiografía, sin la contaminación respectiva de un oficialismo tan extendido. El culto a la efeméride también ha ocasionado esta extensión de la historia oficial. Gobierno e instituciones estimulan la difusión de este tipo de historia, que se ha visto reforzada por escritores y editoriales que divulgan la historia con sesgos ideológicos y oficiales, atrapados en la efeméride anual.
La historia oficial hoy continúa atrapada en un discurso ideológico y padece de parcialidad en la reivindicación del pasado para servir al presente. La publicidad oficial está impregnada de una historia oficial que ya pasó, que ya fue, que no se ajusta a los tiempos presentes. La desgracia es que varios historiadores profesionales se han afiliado a este tipo de historia ideologizada y oficialistoide, reivindicando causas y legitimando acciones. Varias instituciones han quedado atrapadas en la historia oficial, con su facha de divulgación, continúan reproduciendo errores y acumulando bodegas o archivos. El plagio frecuente de errores y falacias y sesgos le hace un grave daño a la historiografía mexicana. La consulta y uso de los archivos documentales es una necesidad imperiosa para los historiadores, urge renovar el conocimiento y brindar un cambio de paradigma. Expulsar del panorama historiográfico a la historia oficial es un imperativo primordial. Cortar con la ideología política del momento brindaría luz en el camino.
Ejemplos actuales de la historia oficial son México, grandeza y diversidad, publicado por el INAH, SEP, Secretaría de Cultura, FCE, Comisión del Libro de Texto Gratuito y la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, con toda una pléyade de historiadores afiliados ahora a la historia maniquea y a interpretaciones oficialistas de todo lo que se festejó el año 2021. Partes del capitulado fueron sendos video programas oficiales que se transmitieron por televisión e internet en ese mismo, con importantes funcionarios sabiondos de la infinidad de temas. XX capítulos de una historia propagandística que pretende distinguir las novedades y las transformaciones del gobierno actual en función de una reconstrucción del pasado. Los historiadores con poder son los principales autores de este monumento al maniqueísmo oficialista.
Por el estilo, los historiadores académicos, divulgadores e intelectuales afectos al gobierno de la Cuarta Transformación, se juntaron para hacer un revisionismo chafa de la historia mexicana. Por maniqueísmo no paramos en el libro Historia del pueblo mexicano, avalado editorialmente por la Presidencia de la República, la Coordinación de la Memoria Histórica y Cultural de México, la secretaría de Cultura, la Secretaría de Educación, la Secretaría de Hacienda y el INEHRM. Cinco grandes capítulos con lo más granado de los historiadores mexicanos de distintas instituciones, que adecuan sus interpretaciones con servilismo y poca seriedad a los mandatos ideológicos de la llamada Cuarta Transformación. Una buena pieza oficialista con una interpretación ad hoc a lo que tanto se dice y afirma todos los días en este gobierno. Es el libro conmemorativo de los festejos de 2021, avalado por la presentación presidencial.
Estos ejemplos de historia oficial son una característica lamentable de las formas en que amolda, maquilla y adecua la historia del pasado mexicana a los sucesivos gobiernos y sobre todo al poder que desea legitimar sus dichos ante la sociedad. Historia maniquea, historia oficial, lamentablemente, con tintes de propaganda sustentada por la firma de los historiadores que sirven al poder.
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