enero 23, 2022

Instituciones y cultura en México

 

“La cultura es la fisonomía, el esqueleto, la sangre y el alma de una sociedad”

Octavio Paz

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,

instituciones culturales en México, 2010,

México, CNCA, 2010, p. 1

 

 

Hace más de una década se hizo un balance completo del panorama de las instituciones culturales en México durante el siglo XX, por lo menos desde 1921. La evolución de la cultura mexicana no se puede entender ahora, sin hacer una evaluación o revisión de la acción institucional que han cumplido los gobiernos o las universidades en la esfera de la expresión de los elementos constituyentes que componen las manifestaciones culturales. Más que valores o tradiciones, la cultura es un tejido, una amalgama o un crisol, de expresiones, unas materiales, otras, inmateriales, que representan el sustento de la sociedad, por medio de exaltaciones de su espíritu creativo y expresivo. Las bellas artes en general son un medio, con una diversidad impresionante de sentires, sensaciones, emociones, sentimientos, signos y representaciones, ramificadas mediante las artes plásticas, la pintura, la música, el teatro, la danza, la actuación, la escritura, la educación artística, los museos y galerías. Carlos Monsiváis decía que la cultura iba más allá del costumbrismo o las tradiciones o valores: “Es claro: la identidad de un país no es una esencia ni el espíritu de todas las estatuas, sino creación imaginativa y crítica, respeto y traición al pasado costumbrista, lealtad a la historia que nunca se acepta del todo”. (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes…, citado anteriormente, p. 181).

La cultura nacional se ha compuesto por varios aspectos estructurales: la religión, el civismo, la tradición popular y la identidad histórica. Cuatro elementos que, desde siempre, han permitido o favorecido las expresiones culturales. Gran parte de estos elementos han sido conformados o inducidos por parte de las instituciones que las han fomentado o divulgado como parte de la “forma de ser” nacional, pero con el impulso dado a ser parte de la gran expresión simbólica de la sociedad, en todos los niveles. No es difícil de entender, que la cultura mexicana, tan diversa y plural, ha necesitado de una dirección que dé homogeneidad y unidad a aquello que tiene que ver con el nivel patrimonial, pero también intangible, que identifica a la sociedad. Por eso la cultura debe ser crítica, explicativa, interpretativa e impulsora de los sentires y emociones de la sociedad en todas las esferas, sin concentrarse en tradiciones machaconas o morales llenas de valores permanentes y estáticos, hasta cierto punto pueblerinos y tradicionales. La cultura es dinámica y compleja, no estática o atrasada en la tradición. La creación de instituciones culturales a lo largo de los últimos siglos ha cumplido un papel fundamental en conformar una buena parte de la identidad nacional. Desde el siglo XIX, fue importante institucionalizar la cultura como sustento del Estado y de la sociedad nacional para emparejarse a la modernidad y al desarrollo. No hubo recursos entonces, no existían muchas posibilidades, perduró la cultura pueblerina enfrascada en la religión o el liberalismo patriotero.

Se quisieron rebasar las consideraciones religiosas y tradicionales de la cultura, por medio de las instituciones que paso a paso se fueron creando, con la participación de intelectuales y pensadores de gran valía, que potenciaron otro enfoque acerca de la cultura nacional, menos apegado a un pasado centrado en valores religiosos o tradiciones orales de pueblos y ciudades, para poder fincar una identidad nacional más estrecha y vinculada a signos, símbolos y valores y representaciones provenientes de una sociedad diversa y plural, heterogénea, que se supone evolucionaba. La función del Estado fue un hecho fundamental a cada paso, sobre todo en las centurias del XIX y el XX. La posición de las instituciones ha sido muy influyente mediante museos, galerías, espacios patrimoniales, publicaciones, recintos bibliográficos y eventos públicos. Los creadores de distintas vertientes han tenido espacios para expresar sus aportaciones en todos los sectores culturales, sin menguar, por supuesto, aquellos provenientes de la cultura popular como raigambre de la identidad mexicana. El liberalismo, el conservadurismo, el positivismo, el nacionalismo y la modernidad tuvieron mucho quehacer dentro del desarrollo cultural del país. Estas tendencias fueron parte de la historia cultural que llega hasta nuestros días, sin descartar la religión católica con todas sus ideas y esquemas. Pocos dirigentes de la cultura tienen un conocimiento acerca de esta evolución, por lo que su preparación es parca para encabezar la cultura desde las instituciones en los últimos decenios, mucho de esto sucede en las esferas locales. Algunos se han convertido en líderes ineludibles, que han sido difíciles de reemplazar.

El filósofo Samuel Ramos, con sabiduría, estableció: “Entendemos por cultura mexicana la cultura universal hecha nuestra, que viva con nosotros, que sea capaz de expresar nuestra alma”. (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes…, p. 347). La expresión del alma, del espíritu, eso es la cultura, fuera de los apegos tan tradicionales y valóricos que ha dado la religión y tradiciones pueblerinas enraizadas, que se han resistido a las manifestaciones de la sociedad cambiante, dinámica, crítica y moderna. Aún en la actualidad, la cultura popular o tradicionalista y conservadora se confunde con las nuevas expresiones culturales en todas sus ramas. Es por esto que las instituciones deben establecer las líneas precisas del desarrollo cultural de un país, en todos sus niveles, para hacer evolucionar y conducir a las expresiones culturales hacia su conocimiento e impulso en la sociedad.

La infraestructura cultural ha sido destacada como objetivos de las instituciones. Brindar las condiciones para la cultura es parte de las funciones del Estado. El cuidado del patrimonio histórico cultural es una pieza clave de esas funciones y objetivos, al igual que el fomento, promoción y estímulo de las expresiones culturales. Hasta bien entrado el siglo XX, esto se entendió por los dirigentes de los sucesivos gobiernos. La Constitución de 1917 dio los cimientos jurídicos y legales para eso. Al principio, la cultura nacional dependía de la esfera de la educación, luego tendría su propio enfoque institucional. En 1921, con la fundación de la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos declaró que la cultura daba progreso al país. Era parte del alma del pueblo, por ende era una expresión principal en las funciones del Estado.

En el año 2000 se creó el Sistema Nacional de Información Cultural, que permitió desde entonces revisar la creación, funcionamiento, composición y actividades de las instituciones culturales del país, en todos los niveles municipales, estatales y nacionales. Un análisis de ese sistema, ahora, es impresionante. En la actualidad existen 2120 casas de la cultura, 1410 museos, 7363 bibliotecas. Para 2010, 91 instituciones dependían del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Cuando se creó en 2015 la secretaría de Cultura del Gobierno Federal, esa cifra se incrementó sin duda, abarcando otras instituciones y recintos.

La creación de instituciones y centros de cultura durante el siglo XX y parte de lo que va del siglo XXI, ha sido el reflejo de la dinámica social en cuanto a la expresión cultural, más que de las tradiciones y valores que tanto se exaltan por la religiosidad católica o el sentimiento pueblerino de la cultura popular, ambos encerrados y casi confrontados con las expresiones modernas de los elementos culturales impulsados por las instituciones. Fuera de estas actuaron diversos y heterogéneos grupos culturales, donde destacaron los intelectuales y creadores, gran mayoría fuera de las instituciones pero en relación con ellas mediante las artes plásticas, las ediciones, las corporaciones, los estímulos, los espacios de expresión, el intercambio internacional, el teatro, la danza, la música y hasta en la artesanía y las labores del folklor. Los programas de becas y subsidios hicieron lo propio. Los intelectuales y sus grupos es materia de otro énfasis en el desarrollo cultural nacional, desde la esfera institucional, la arena privada o la independencia y autonomía.

Momentos especiales y estelares de las instituciones culturales en México han sido: la creación del Museo Nacional de Culturas desde 1865; el funcionamiento del Conservatorio Nacional de Música desde 1866; las celebraciones centenarias de 1910; la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921; en 1924 comenzó a operar Radio Educación; en 1927 la creación de la escuela de arte de La Esmeralda; la inauguración del Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México en 1934; la fundación del Museo del Carmen en 1938; la Dirección de Monumentos Históricos desde 2010, con antecedente en 1939, controlando a 89 mil monumentos; la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1939; la creación del Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec en 1944; la fundación del Instituto Nacional de Bellas Artes en 1946; ese mismo año la creación de la Escuela Nacional de Arte Teatral; el funcionamiento, a partir de 1946, de la Biblioteca Vasconcelos con 22 mil volúmenes, encabezada por José Vasconcelos; en ese mismo año la inauguración del Centro Cultural del Bosque en Chapultepec; la entrada en funcionamiento de la Escuela Nacional de Danza y la Orquesta Sinfónica Nacional en 1947, o la Ópera Nacional en 1948; la creación del Auditorio Nacional en 1952; la fundación del Instituto Nacional de Estudios de la Revolución Mexicana en 1953, incorporado a la secretaría de Gobernación; la entrada en operación de la Escuela de Laudería en 1954; la fundación de la Escuela de Artesanías y la Escuela de Música de Cámara, en 1958; la inauguración del Museo del Caracol 1960; el funcionamiento de la Escuela de Diseño en 1962; la inauguración de la Escuela de Conservación en 1964; la fundación del Museo de Arte Moderno, desde 1964; la entrada en funciones del Museo Palacio de Bellas Artes y el Museo de Antropología, ambos en 1964, junto con el Museo Nacional de las Intervenciones y el Museo Nacional del Virreinato; la creación del Museo Nacional de San Carlos, desde 1968; en el año de 1972, la inauguración del Festival Cervantino de Guanajuato; la inauguración de la Cineteca Nacional en 1974; la inauguración del CENEDIM en 1974; la entrada en funcionamiento del Museo de Arte Carrillo Gil de 1974; en 1975 el Centro de Capacitación Cinematográfica; la entrada en operación de la Fototeca Nacional del INAH en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, en 1976; la conformación de la Compañía Nacional de Teatro desde 1977; este mismo año entró en operación la Escuela de Danza y Música en Monterrey; se inauguró la Escuela de Danza Folklórica desde 1978; el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli, desde 1981, comenzó a trabajar; el Centro Cultural Tijuana en 1982 se puso en operación; el Museo Nacional de Culturas Populares en 1982; la editorial EDUCAL, con 90 puntos de venta en todos los estados de la república, empezó a funcionar desde 1982; el Museo Nacional de Arte en 1982 abrió sus puertas; al igual que el  Museo Nacional de Arquitectura desde 1984; el Museo Rufino Tamayo y el Museo Nacional de la Estampa desde 1986; el Museo del Templo Mayor desde 1987; la Dirección de Patrimonio Mundial desde 1987; la preservación ferrocarrilera desde 1988 comenzó a operar desde la ciudad de Puebla, que dio paso al Museo de los Ferrocarriles; el Museo Mural Diego Rivera desde ese mismo abrió sus puertas; el establecimiento del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 1989, en apoyo a los creadores de todas las ramas culturales en todo el país; la Dirección de Culturas Populares desde 1989 comenzó a cumplir sus funciones; la oficina de Conservación del Patrimonio abrió ese mismo año; el Museo Antiguo del Colegio de San Idelfonso en 1992; Canal 22 comenzó a transmitir desde 1993; el mayor programa editorial del Estado, con seis mil puntos de lectura en todo el país, operó entre 1990 y 1995; el CENART, fortalecido desde 1994, contó desde entonces con cinco escuelas de educación artística, cine, teatro, danza, música y artes plásticas, con centros de investigación, multimedia, biblioteca de las artes y canal 23 de tv; la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil, desde 1995, comenzó a trabajar; el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo en 1998 abrió sus puertas al público; Canal 23 de las artes desde 2001 comenzó a transmitir en la ciudad de México; la Oficina del Patrimonio Cultural y Turismo ejerció sus funciones desde 2001; la Biblioteca Vasconcelos abrió sus puertas desde 2004 con un diseño innovador y hasta polémico; el Museo de Arte Popular en 2006 se inauguró; la Fonoteca Nacional se abrió en 2008; la Oficina de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural comenzó a trabajar en la supervisión de un millón de inmuebles, actuando en 23 estados en 132 proyectos en 2010; los 12 Centros de educación artística operaron desde 2010; el mayor programa de bibliotecas públicas para lograr una cobertura de 93 % en todo el país dio sus frutos ese mismo año; en 2011 se re inauguró el edificio que contenía la Biblioteca México de La Ciudadela, donde se contuvieron los acervos de importantes intelectuales del siglo XX, como Carlos Monsiváis, Antonio Castro Leal, José Luis Martínez, Alí Chumacero, Jaime García Terrés, haciendo un conjunto que rescató a la antigua biblioteca José Vasconcelos de 1946, contando con otros acervos y espacios culturales de primer nivel.

Habría que destacar la influencia cultural de las corporaciones intelectuales como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (desde 1833), la Academia Mexicana de la Lengua (1875), la Academia Mexicana de la Historia (1919), el Seminario de Cultura Mexicana (1942), El Colegio Nacional (1943), entre otras más especializadas, que marcaron ciertas líneas en la institucionalidad y expresión de la cultura nacional, desde un ámbito especializado, con ciertas influencias o réplicas en algunos estados de la república. Los intelectuales fueron incorporados como grupo para impulsar sus aportaciones y que participaran dentro del desarrollo cultural del país, mediante publicaciones y eventos académicos o en asesorías, provenientes casi todos de los centros universitarios del país, aunque algunos desde su independencia intelectual.

Sobre la política cultural del siglo XX, Carlos Monsiváis estableció una gran verdad: “Origen de grandes limitaciones, causa o coadyuvante de chovinismos y localismos, justificación de errores y legitimación continua de improvisaciones y fraudes, la cultura de la Revolución Mexicana es con todo responsable de mucho de lo mejor del país en este siglo: innovaciones, precisiones, descubrimientos. Entre el nacionalismo opresor y el imposible cosmopolitismo el proceso cultural se ha justificado por los seres excepcionales y el impulso de algunas tendencias, ha creado formas populares vigorosas y prontamente comercializadas, ha dudado ante las posibilidades de la tradición, ha ratificado su formación colonial, ha resistido al colonialismo, se ha empobrecido y enriquecido sucesiva y simultáneamente. Lo que procede ahora, así sea de modo esquemático, en un deslinde”. (Historia general de México, vol. 2, 3ª ed., México, El Colegio de México, 1981, p. 1381, 1382). Estas consideraciones son de mucha actualidad para el día de hoy, siguen siendo válidas para este milenio.

En casi todos los estados del país, las instituciones culturales fueron ampliando su actuación, mediante casas de la cultura, institutos, museos, escuelas, bibliotecas. Poco a poco tuvieron que enlazarse a nivel nacional, por la necesidad de financiamientos u orientaciones en su operación. Luego las instancias nacionales tuvieron que colaborar en la creación y operación de las instituciones culturales municipales y estatales, en un afán centralizador que luego ocasionó ciertas querellas de orden financiero o administrativo o en el plano de la difusión. Instituciones centralizadoras fueron el INAH, el INBA, luego el CONACULTA o la misma secretaría de Cultura, que afectaron contenidos o exposiciones en museos y centros culturales.

La evolución institucional de la cultura mexicana, sin embargo, ha conducido a varios escollos a lo largo del tiempo. La dependencia de las finanzas públicas ha sido el principal problema para la estabilidad de la cultura que se manifiesta en las instituciones. También, el crecimiento y acción de las burocracias institucionales que han detentado el poder de la operación cultural. Caciques culturales que duran años en sus puestos han afectado considerablemente el desarrollo cultural, ya ni se diga a personas improvisadas o poco creativas y profesionales que inundan las instituciones, sobre todo en municipios o estados del país. La burocracia cultural que permanece años y años en los cargos ha hecho lamentables estancamientos, los improvisados ni se diga (jóvenes sin experiencia y profesión, o políticos en desgracia, o los “recomendados” sin trayectoria de nada, por ejemplo). Hay profesores en los talleres de las casas de cultura que no se capacitan o actualizan, por desgracia. La austeridad gubernamental ha conducido a lamentables estragos en la cultura institucional, sobre todo en los últimos años. Gobierno a gobierno golpea financieramente al sector cultural. La cultura dependiente de políticas públicas gubernamentales le ha hecho mucho daño al desarrollo que esta área debe tener en la sociedad.

En demasiadas ocasiones se ha caído en actividades culturales como centro de espectáculos, o la comercialización y vulgarización, con utilización de los espacios culturales, patrimoniales o no, con fines distintos a elevar el nivel de la cultura en la sociedad que se atiende, de la que se es parte indiscutible. Lamentablemente, esto sucede en casas de la cultura y centros culturales o museos del país. Hay recintos museísticos que no los visita el público en casi todos los estados del país, dada la nula promoción o difusión digital, que son imperativas en la actualidad, están muriendo de soledad e indiferencia y sin recursos, sin actualizarse que es lo peor. Se recurre demasiado a actividades que exaltan la tradición “popular”, la religión católica o los espectáculos de poca monta e impacto, más que a expresar un alto nivel en expresiones como la música, teatro, danza, pintura, historia y el conjunto de las bellas artes o el cine, la fotografía y otros medios audiovisuales. El abuso de la cultura popular o de nivel básico, están matando la labor de los museos con talleres de baja estatura y poco efecto a futuro, en vez formar o difundir, hay un estancamiento con enseñanzas endebles y poco actualizadas. En demasiadas ocasiones los recursos públicos se invierten en festivalitos de primaria, muy limitados en propuesta u enseñanza, que no enaltecen las actividades culturales para el consumo del público. También se organizan y desarrollan actividades inapropiadas para los espacios culturales que son un patrimonio indispensable para el desarrollo cultural. La confusión entre tradición y modernidad es constante. Regularmente se confunden las funciones de las casas de la cultura con la labor de los museos, haciendo un revoltijo carente de sentido y concreción para beneficiar y elevar el nivel cultural de la sociedad. Mucho desgaste se imprime a las instituciones que no tienen clara la vocación por el desarrollo cultural de la población. Improvisación y falta de preparación y creatividad inundan a las instituciones culturales de hoy en día. Gente limitada en sus capacidades intelectuales y profesionales es encumbrada en posiciones, sin considerar el nivel que se requiere en experiencia y profesionalidad. Ni a los becarios de la cultura se les incluye en la dirección o actividades culturales en muchos recintos.

En el tiempo actual no existe una política pública clara en torno a la inversión y acción de la cultura nacional desde las instituciones del Estado, incluidas las universidades y otros centros de estudio o difusión. Parece no importar al gobierno, en todos los niveles, el ámbito de la cultura como parte de la identidad nacional, que es lo que enaltece a la sociedad mexicana. Como país existe un atraso en la cultura, en mucho debido al apego a lo que llaman tradiciones o valores de la “grandeza de México”, que exaltó Salvador Novo en un momento especial de la historia contemporánea mexicana. Ese apego parece concentrarse en valores moralinos o en tradiciones religiosas de antaño, hasta pueblerinas por cierto, cuyos símbolos y signos han estado muy arraigados en la sociedad mexicana desde hace siglos. Ante la falta de desarrollo cultural en las manifestaciones de las bellas artes y en la educación artística, mediante las instituciones, parece que la sociedad está atrapada en el pasado, cada vez que hay una evolución o modernización de la cultura hay una polémica en torno al quehacer de las instituciones. Ha pasado con el tema de la Diplomacia Cultural, con actividades como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con el Festival Internacional Cervantino y otras actividades con aportación privada, las innovaciones cuestan y rebasan a la esfera de las instituciones provenientes del gobierno en turno. Las iniciativas que han provenido de los estados de la república y que han llegado a tener éxito han topado con la polémica en la confusión de planos y objetivos. El desarrollo cultural parece detenerse intencionalmente por parte del Estado o de los tradicionalismos arraigados.

Se impone un cambio, un avance de la cultura con el patrimonio y los espacios culturales que hoy existen, hacer evolucionar las actividades culturales que impulsen y expresen a la sociedad mexicana en la palestra universal de la expresión de las actividades culturales, fuera del rasgo folklórico o de difusión turística que impulsan ciertos gobiernos municipales, estatales o incluso nacionales. La cultura se debate entre tradición y modernidad, entre las carencias materiales y la abundancia de propuestas y acciones de carácter universal. La historia cultural de México tiene que aprovecharse para evolucionar e incidir en la identidad contemporánea hacia nuevos rumbos.

Música, teatro, danza, artes plásticas, fotografía, cine, historia, literatura, patrimonio, se encabezan a evolucionar, principalmente, mediante el mundo digital infinito y democrático, universal y mundial. La cultura evoluciona al mundo inmenso donde todas las personas tendrán acceso y participación. Las instituciones culturales que no se inserten en el mundo digital y muestren sus actividades y bienes estarán rebasadas. Atrás quedarán los festivalitos escolares o las ferias machaconas o las expresiones y patrimonios que queden encerrados en recintos con guiones y actividades anquilosadas por la burocracia. Los mandos culturales tenderán a renovarse con experiencia y profesionalismo a un mundo abierto universalmente. El enfoque oficial o burocrático deben ser reemplazados, porque tienen atrapada a la cultura con los recursos financieros, las efemérides conmemorativas oficiales o los políticos ignorantes y mediocres que no tienen ni la menor idea de nada. Entonces la cultura tendrá un medio de expresión como nunca antes. Será parte de la manifestación de las identidades de las nuevas generaciones, una gran modernidad y un gran avance a la altura.

Todas las instituciones culturales tendrán que adecuarse a las necesidades de difusión digital que requiere el mundo. La creatividad se impone. Pero igualmente, ahora más que nunca, la cultura debe salir a las calles antes que nada. Expresarse en todas sus dimensiones es un asunto prioritario, para enriquecer el espíritu de la sociedad, fuera de la política, la ideología y los sistemas. La cultura es la expresión del alma de los pueblos, y como tal deberá manifestarse para el desarrollo, la unidad y la democracia en el universo y por supuesto en la nación.

 

 

 

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