julio 25, 2021

Albino García, el rayo insurgente de la independencia en el Bajío


Albino García Ramos, era un atrevido y arrogante caporal

que trabajaba en las haciendas inmediatas al valle de

Santiago, rica población de la intendencia de Guanajuato, y que

había logrado una grande y bien merecida fama no sólo

en el pueblo, sino por toda la región, merced a que era un

habilísimo lazador y maravilloso jinete.

Fernando Osorno, 

El insurgente Albino García,

México, SEP, FCE, 1982, p. 25.

Los grandes episodios de la guerra de independencia en el Bajío fueron protagonizados por cinco importantes personajes. Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Albino García Ramos, Agustín de Iturbide y Luis Cortázar y Rábago.

La historia de Albino García quedó plasmada en unos versos:

I

A orillas del ancho cauce

de en apariencia tranquilo

corre el caudaloso Lerma

entre robustos sabinos;

poblada de hermosos huertos

de limeros exquisitos,

emergiendo de las frondas

de saucedales floridos,

se alza, por decirlo así, 

en el centro del Bajío

(extensa y fértil llanura

 cuyo suelo es feracísimo), 

una ciudad que era antaño,

conjunto de pueblecillos

indígenas, que entregados

de las tierras al cultivo,

lograron fundar la Villa

de Salamanca, por título

del Virrey Gaspar de Zúñiga,

ha muy cerca de tres siglos.


En uno de los hogares

de aquel pintoresco sitio,

arrullada por las brisas

y los murmullos del río,

mecióse la humilde cuna

del gran guerrillero Albino,

valiente entre los valientes,

jefe osado y activísimo, 

que cuando estalló la guerra

de Independencia, solícito,

en torno suyo reunió 

en puñado de aguerridos,

que como él, en el manejo

del caballo, eran muy listos.


Y llegó el “Manco” García

(como llamaban a Albino),

a ser de los españoles

con justa razón remido;

porque a su valor ingénito,

su sagacidad y brío,

adunaba una estrategia

“sui géneris” al batirlos,

burlando la disciplina

de los jefes más peritos.


La “reata” dicen que era,

de sus medios ofensivos

el más terrible, pues que, 

al frente del enemigo,

destacaba dos jinetes,

que caminaban unidos,

los extremos de una reata

llevando en las sillas fijos.


Y abriéndose raudamente,

cuando se hallaban a tiro,

con la cuerda bien tendida,

veloces cual torbellino,

derribaban del contrario

las filas, siendo seguidos,

por otros y otros jinetes,

que con ímpetu bravío,

sembraban en los realistas

el pavor y el exterminio.


Ya el nombre del guerrillero,

del bravo insurgente Albino,

era célebre por todo

el anchuroso Bajío.


Cuan presto lo derrotaban

en un punto, en otro sitio,

presentábase al instante

con fuerza mayor y brío,

siempre audaz, siempre temible,

en un batallar continuo,

desbaratadas sus tropas,

pero jamás sorprendido.


Y así que se le hostigaba

sin dejarle ni un respiro

hacia el Valle de Santiago,

su baluarte favorito,

íbase rompiendo bordos

de los vallados, que henchidos

con las aguas destinadas

para el riego de los trigos,

desbordábanse en los campos

inundando los caminos,

e interceptaban el paso

al ejército enemigo.


Y mientras, cobraba aliento

fuera de todo peligro,

para volver a la carga

más vigoroso y activo.


II


Cansado el Virrey Venegas

de saber que en tanto lance,

el famoso guerrillero

saliera siempre triunfante,

ordenóle a García Conde

que sin demora emplease

cuantos esfuerzos pudiera

con el fin de exterminarle.


A Iturbide y a Negrete,

el Brigadier, al instante

mandó que lo persiguieran

hasta no lograr su alcance;

y en tanto que los dos jefes

luchaban por encontrarle,

Albino, enfermo, en camilla, 

sobre el campo de combate,

por excusadas veredas

Y bosques impenetrables,

con sagacidad burlaba

De García Conde los planes;

porque sin ilustración,

hombre rudo e ignorante,

sus naturales talentos

en la milicia, eran grandes,

y era capaz de batirse

con expertos generales.


Pero una noche, Iturbide,

camina con rumbo al Valle,

en donde se hallaba Albino

sin esperar un ataque;

encuentra en profundo sueño

a los insurgentes, y hace

que más de ciento cincuenta,

con inaudita barbarie,

en el acto se fusilen

después de un bravo combate;

más con exclusión de Albino,

de quien logra apoderarse,

y a García Conde lo lleva,

como una prueba palpable,

de que en la reñida lucha

él ha salido triunfante.


III


En las calles de Celaya

nótase gran movimiento,

cual si a celebrarse fuera

un triunfo, pero siniestro.


las albas de artillería

despiertan vibrantes ecos,

y las alegres campanas

repican a todo vuelo.


Están las tropas realistas

formando valla; a lo lejos,

de los clarines y parches

se escuchan los sones bélicos

que baten marcha de honor

con grabe y marcial acento.


Por todas partes se miran

grupos de gente del pueblo,

porque se prepara grande,

solemne recibimiento

de Capitán General,

y, fingido todo eso,

demuestra que el regocijo

es infamante y burlesco.


Mas no parte de la masa

noble y sensata del pueblo,

que aclamó Generalísimo

a Hidalgo, frente a su ejército.


No, viene de García Conde,

que olvidado de su puesto,

de su honor y su decoro

de soldado y caballero,

fraguó el odioso padrón

de ignominia, el más sangriento,

para recibir tan sólo

a su valiente prisionero…


por entre la muchedumbre

que absorta y muda contémplalo,

se mira cruzar a un hombre,

y todos claman: ¡El Reo!

Es Albino, que cargado

de cadenas, bajo el peso

de su desgracia, al patíbulo

camina firme, resuelto.


No saciado García Conde

con su mofa, no contento,

tiene la infelicidad

de insultar al prisionero,

quien con altivez y digno,

al ver que insultan a un muerto,

lanza a Conde una sonrisa

de lástima y de desprecio.


IV


Y cae el ocho de junio

de mil ochocientos doce,

destrozado por las balas

del infame García Conde,

el guerrillero insurgente

Albino, terror y azote,

en el inmenso Bajío,

de los jefes españoles.


Y mutilan el cadáver,

según los usos feroces,

de aquellos tiempos de lucha,

de venganzas y de horrores.

separada la cabeza

de Albino, el cruel García Conde,

de Celaya en una calle

ordena que se coloque;

una mano en Irapuato

para escarmiento se pone,

y en Guanajuato la otra

queda clavada en un poste

de San Miguel en el cerro…

Tal era el pavor que el nombre

del gran Albino García

al Virreinato infundióle,

por liberar a la Patria

dándole su sangre noble

y demostrando a la historia

con el brillo de sus dotes,

cómo sucumben los héroes

con la firmeza del bronce.


Agustín Lanuza, reproducido en Fernando Osorno Castro, op. cit., p. 174-180.(1)


García fue un personaje que brindó la posibilidad del éxito de la insurgencia en el Bajío, luego del paso de Miguel Hidalgo y sus huestes por Celaya en su camino hacia la ciudad de Guanajuato. Fue trabajador de hacienda, la hacienda de Quiriceo. Caballerango y caminador de primera.  Se cree que nació entre 1775 y 1780. Nació en Salamanca. Tenía como 30 años en 1810. Era bronco, simpático a la vez. Era aguerrido e impetuoso, con liderazgo y violento, pero sin estrategia o planeación. Era fornido y maldiciente, bonachón y camarada. Bueno para las balas y el acecho. Perdió un brazo en un accidente, por lo que le decían El Manco. Le siguieron cantidades importantes de personas, hombres y mujeres, que reclutaba con cierta rapidez por donde pasaba. Su hermano Pedro fue su apoyo hasta el final. Tuvo una mujer que le acompañó siempre, hasta lo último. Muchos seguidores murieron por su causa, cientos, mucha gente fue asesinada y herida por sus acciones, realistas o pobladores, hacendados y rancheros. Campesinos y peones, indígenas, artesanos, rancheros, esclavos, fueron su base social. Mucha gente lo perdió todo por su causa. Tenía un escondite muy bueno, en Valle de Santiago, y en ciertas comunidades y pueblos alrededor del Cerro de Culiacán, además de Salamanca e Irapuato, donde era muy popular por sus hazañas primeras. Se cuenta que producto de sus robos conformó un tesoro que sigue escondido en las cuevas del cerro. La montaña era el escenario por excelencia, de sus escondites favoritos, sus alrededores servían de abrigo de seguridad, muchas comunidades y pueblos sirvieron para esconderse. 

Luego de su entrevista con Miguel Hidalgo, quedó prendado de la acción por la insurgencia y la búsqueda de la independencia y la autonomía de Nueva España, de su mundo del Bajío. Lucharía contra el mal gobierno, pero también contra los milicos realistas novohispanos. Se hizo acérrimo enemigo de los realistas y sus milicias muy ordenadas y tremendas. Él exaltó la violencia, el robo, el crimen y los ataques que emprendía eran sangrientos casi siempre, mataba sin parar, agredía a los realistas sin cortapisas, igual a los que no estaban con él o sus huestes. Las comunidades y rancherías le temían y estaban a sus pies. Los hacendados y los pobladores de los pueblos le temían. Varias ciudades y pueblos sucumbieron al temor, como Celaya, Pénjamo, Amoles, Salamanca, Irapuato, Guanajuato, Lagos, Aguascalientes, San Miguel el Grande, Salvatierra, San Felipe, Dolores, Yuriria, Chamacuero, Apaseo y hasta Querétaro y Valladolid. Mucho terror infundió. Las noticias de sus acciones llegaron hasta la ciudad de México. Las autoridades encabezadas por el Virrey dieron instrucciones para combatirlo con fuerza desde el primer momento de sus apariciones o enfrentamientos con la milicia novohispana asentada en el Bajío. Decían que “era un indio puro, esto es, de la clase más humilde y más vejada en aquellos tiempos”.(2) Su fuerza violenta en mucho se debía a su trayectoria de vida. Para las autoridades era un contrabandista, que además robaba y violentaba a las haciendas y ranchos, un peligro para pueblos y ciudades, independientemente de su filiación con la insurgencia de la independencia. Robaba las cosechas, los alientos, para mantener a su gente de forajidos. Los españoles peninsulares y criollos le temían con sumo terror, los pobladores mestizos lo alucinaban con ansiedad, ya no se diga las autoridades locales, los hacendados, los comerciantes, los religiosos y las milicias. Los clérigos rezaban e invocaban a la virgen para que no atacara o apareciera. Era creyente de la virgen de Guadalupe, pero era desalmado en el plano terrenal. 

Albino García fue la representación más viva de la insurgencia por la independencia, era como un rayo que aparecía de repente y se iba dejando su estela. Varios jefes bandoleros, criminales, guerrilleros de la zona se rindieron a sus pies y le ayudaron para el emprendimiento de las acciones y ataques. Dicen que cautivó a Miguel Hidalgo, que Ignacio Allende le vio con reservas, que los demás héroes de la independencia recelaron de sus acciones y su pinta, tanto Abasolo como Jiménez y Aldama. Pero otros lo siguieron desde el 23 de septiembre de 1810, después de su entrevista con Hidalgo en Salamanca. El padre Rafael García “Garcillita” o “El Giro” Andrés Delgado, de inmediato le secundaron. Además de Tomás Baltierra Salmerón, Toribio Natera, el Negro Valero y otros cabecillas, se hicieron incondicionales. Muchos de ellos incluso trascendieron en la insurgencia pasados los años. Conformó una organización no escrita en ningún papel para atacar poblaciones y lugares. La guerra de guerrillas fue lo suyo. Mareó a las milicias realistas y asustó a los pobladores. Los jefes realistas diseñaron estrategias y ataques hasta en el papel, para combatirlo y apresarlo. Su influencia llegó hasta 1820, con ciertos cabecillas que continuaron sus acciones después de muerto. El Virrey Venegas dio instrucciones para perseguirlo, luego Félix María Calleja intensificó las órdenes y el combate. Jefazos realistas hicieron lo propio, Antonio de Linares, Diego García Conde, Agustín de Iturbide, Diego Oroz, Juan Antonio Oviedo, Torcuato Trujillo, Francisco Guizarnótegui, y otros de rangos inferiores lo combatieron con obsesión casi enfermiza. El más valiente fue Iturbide, hasta se disfrazó para apresarlo.

Entre septiembre de 1810 y junio de 1812, Albino García insurreccionó al Bajío con ataques y ataques, persecuciones y huidas, robos y asesinatos. La violencia se apoderó de la región, además por las acciones persecutorias de los realistas. Los jefes más violentos fueron García Conde e Iturbide. Eran organizados pero hostiles y represores, sangrientos Sus acciones fueron recordadas por las víctimas. Sangre y sangre. Los campos del Bajío se encontraban desolados. Las ciudades atemorizadas. Ambos bandos violentaron a la región, la producción agrícola decayó, el comercio se vino abajo. En Celaya más o menos estuvieron tranquilos por la presencia de las milicias que resguardaban la ciudad y era asiento de los miembros de los regimientos organizados por Calleja, García Conde e Iturbide. Este último se caracterizó por el orden y la estrategia, pero también por su agresividad en las acciones, le encantaba la persecución, la represión y la sangre.

Ni con la Junta de Zitácuaro, conformada a la muerte de Hidalgo, comandada por Ignacio López Rayón, pudieron aplacar las acciones intermitentes, casi espontáneas, de Albino García El Manco. Durante 1811 y la primera mitad de 1812, sus acciones fueron gloriosas. No podía ser aplacado por nadie, mucho menos apresado o muerto por los realistas. 100, 200 o 300 miembros de la guerrilla de García atacaba, disparaba, golpeaba, mataba, hería y robaba. Los realistas eran muchos igual, más de 300 o 400, hasta 600 en un varios destacamentos. Estos no podían ni con estrategias. Sin embargo, la contención podía dar resultados, porque varios ataques no pudieron ser, sobre todo en Celaya, siempre contenida y resguardada por las milicias novohispanas. Los pobladores sobresaltados en varias oportunidades desde que pasó Hidalgo con sus huestes. Los españoles peninsulares o los criollos temían más que nadie la beligerancia de los guerrilleros insurgentes. Llegó el momento en que todas las actividades estaban paralizadas.(3) 

El cénit de su actuación en 1812 era indiscutible: “Albino García, que estaba en el apogeo de su fuerza y de su juventud, hubiera sido capaz de burlar no sólo a las divisiones que ya había burlado, sino a cuatro más con la del mismo general Calleja, si el soplo de la fatalidad no hubiera empezado ya a mezclarse en su destino”.(4)

Los realistas supieron que Albino se encontraba en Yuriria hacia mayo de 1812, que se encontraba enfermo (padecía gota) y resguardado (sus allegados y su mujer). Fueron por él. Había que contenerlo porque había un cargamento de plata que debía pasar por el Bajío hacia la ciudad de México. Era estratégico hacer algo para evitar que los guerrilleros atacaran el convoy. García Conde e Iturbide fueron a la marcha. Osorno narra este episodio de la persecución y aprehensión de El Manco con gran precisión y narrativa:


Pero aquello tocaba a su fin: pocos días más tarde, el día cuatro de junio de aquel año memorable de 1812, después de haber dado tres días de descanso a su tropa, y perdidas ya todas las esperanzas de coger al temible insurgente Albino García, en recientes persecuciones emprendidas por el capitán Iturbide, el brigadier García Conde salió de Irapuato con el convoy de platas, pues había recibido especial encargo del excelentísimo señor virrey, de aproximarse con él a esta capital, y habiendo llegado sin novedad alguna el propio día a la villa de Salamanca, supo que los hermanos García se hallaban nuevamente en el valle de Santiago, por lo que, considerando que lo supondrían con el cuidado de conducir las platas y que ni remotamente lo creerían en estado de pensar en atacarlos, hizo salir al anochecer, secretamente, al capitán don Agustín de Iturbide con 50 dragones de Puebla, 74 del cuerpo de frontera, 17 granaderos de la corona y 20 del batallón mixto, suponiendo una expedición para el pueblo de Los Amoles (hoy Cortázar), que es el camino opuesto al valle de Santiago, con las órdenes de que al entrar la noche tomase el directo a esa población para llegar a ella en las primeras horas del día siguiente, encargándole que si daba con alguna avanzada procurase matar la gente, y de no conseguirlo, darle alcance para evitar el aviso anticipado.

En efecto, Albino García se hallaba en el valle de Santiago, con su hermano y otros cabecillas; el valeroso insurgente no había logrado reponerse de sus males, aunque se encontraba bastante aliviado, y todos dormían profundamente, instalados con la mayor comodidad en las mismas casas de la población, pues estaban no muy lejos de imaginar que en la madrugada del día 5 de junio, al asomar la luna, llegaba con todo sigilo la corta división de Iturbide y lograba colarse sin hacer el menor ruido hasta donde ellos estaban.

Como El Manco había determinado atacar el convoy de platas al día siguiente, estuvieron llegando casi toda la noche varios grupos de rezagados al cuartel de los insurgentes, por lo que las tropas realistas lograron burlar la vigilancia de las numerosas avanzadas, y aun acabar con ellas repitiendo la contraseña de esa noche, que era la de “América” –arrancada a un infeliz correo capturado cuando emprendía la carrera para dar aviso-, situándose con la calma necesaria en los mejores lugares de la población.

Albino, que había sentido esa noche una extraña e inexplicable inquietud, despertó de pronto, al escuchar grandes voces en la calle, que llamaban aquí y acullá los batallones, mandaban situar los cañones carados de metralla en los zaguanes y bocacalles y ordenaban acción a los escuadrones, por lo que todos pensaron instantáneamente que había llegado toda la división de García Conde. La confusión fue inmensa: varios guerrilleros se aprestaron en el acto a la defensa formando pequeños grupos de tiradores que disparaban con muy escasos resultados, mientras que otros, medio dormidos aún, salían precipitadamente de las casas para buscar sus caballos, y eran barridos en forma horrorosa por la metralla enemiga.

Muchos soldados realistas, metiéndose a caballo por los amplios zaguanes de las casas, sable en mano, degollaban con verdadero furor a los insurgentes conforme iban saliendo, y otros esperaban afuera a los que lograban escapar de los primeros para matarlos disparándoles un tiro a quemarropa. 

Albino, al darse cuenta del tremendo peligro que le amenazaba, apenas tuvo tiempo de levantarse del lecho en que dormía con su esposa y, comprendiendo que se hallaba cercado por todas partes …Tomó un caballo que llevaba de la rienda uno de sus hombres que le esperaba en el patio interior de la casa que ocupaba, y después de haberse asegurado que estaba bien puesta la cincha, llamó a su mujer.


Todo fue inútil. Los realistas vieron el intento de fuga y enseguida actuaron:


- ¡Yo soy Albino García!

Los realistas le miraron con profunda extrañeza y casi con miedo bajaron los fusiles apuntando al guerrillero. Dos de ellos, los más próximos a él, un granadero de la corona llamado Miguel Sardaneta y un dragón de España, de nombre José Uribe, se acercaron con temor a García, sujetándolo, en tanto que sus compañeros echaban a los cuatro vientos la noticia de su aprehensión, lo cual atrajo, como es natural, a gran número de soldados que se acercaban por la sola curiosidad de contemplar al hombre audaz y valeroso que los había puesto en tan graves aprietos, los cuales acabaron por aprehender también a los demás cabecillas que lo rodeaban: el brigadier don Panchito, Pineda, que había sido tambor de dragones de Puebla, el que Albino tenía por secretario, don José María Rubio, y otros muchos cabecillas fueron cayendo presos sucesivamente, por más que este último no corrió la misma suerte que sus compañeros por haber declarado que estaba a la fuerza entre los insurrectos.

Tenemos datos bastantes para asegurar que la captura de Albino fue una traidora venganza urdida por este sujeto, que después llegó a ser coronel de la República, pues es realmente asombrosa la seguridad casi matemática con que Iturbide realizó la aprehensión del audaz guerrillero. Merecida o no, la venganza es una ignominia para su autor, que la preparó cuidadosamente, conquistándose primero la confianza de El Manco y de toda su guerrilla …, ya que “él mismo dispuso modos por donde los realistas vinieran sin tropiezo de Avanzadas hasta llegar seguros como lo verificaron se sabe de pocitivo (sic) que mandó decir que con 200 hombres llegado a estraña (sic) hora tomarían prisionero al Manco García”.


En la mañana del 5 de junio, García Conde recibió a los prisioneros que llevó Iturbide a Celaya. Hubo mucha violencia y sangre en la aprehensión, más de doscientos muertos del bando guerrillero se reportaron en los informes. La sangría de Iturbide al mando de los realistas fue cruenta. Mataron con saña. Hubo otras tropas que persiguieron a otros cabecillas en la zona, hacia Jaral, Salamanca y el Cerro de Culiacán. La persecución continuó varios días contra Camacho y Salmerón en la comarca de alrededor de Valle de Santiago. Algunos cabecillas se escabulleron y después retomaron sus acciones. Algunos de ellos actuaron hasta 1820.

En la mañana del 8 de junio de 1812, un nutrido pelotón se reunió en la plazuela de la Cruz en Celaya. “oyóse un toque de corneta, una voz estentórea que ordenaba se diera media vuelta, y después se estremeció el espacio con el ritmo sonar de unos tambores. El redoble era lento, majestuoso y triste, y siguiendo su compás empezaron a andar con gallardía los insurgentes entre la doble valla de soldados, llegando así hasta la plazuela de la Cruz, que era el lugar señalado para cumplir la sentencia”.(5) García Conde e Iturbide presenciaron la escena. Luego de rechazar la venda de los ojos, Albino, gallardo y con dignidad estuvo listo para la muerte:

Las voces de mando le hicieron fijar la mirada en el piquete de soldados que les apuntaban, sonó una descarga, y los tres guerrilleros contrajeron instintivamente los hombros al sentirse heridos por las balas, permanecieron un segundo más de pie, tambaleándose como si fueran a realizar alguna proeza de equilibrio, y al fin se desplomaron con pesadez al suelo bañados en sangre, quedándose allí con horribles temblores pro las últimas convulsiones de la muerte.

Iturbide consignó en su diario con dos palabras, la muerte del héroe: “Se pasaron por las armas a Albino García, su hermano Francisco, y el tambor Pineda, que se aprendió con ellos”. (6)

Iturbide se cubrió de gloria desde entonces. Los realistas obtuvieron un gran éxito con la aprehensión y muerte de Albino García, El Manco de la insurgencia. El rayo murió. Luego mandaron cercenar el cuerpo, la cabeza fue para una céntrica calle de Celaya, una mano se llevó para Guanajuato, la otra era destinada para Irapuato pero quedó en Salamanca. Los puntos más afectados por la guerrilla de García fueron presa del odio y la venganza de los realistas que por mucho tiempo no pudieron impedir sus ataques. Las hazañas de García no pudieron ser superadas por otros cabecillas de la guerrilla del Bajío, ni Salmerón, ni Liceaga o Guadiana y otros muchos pudieron poner en jaque a los realistas como lo hizo El Manco en un par de años. La insurgencia del Bajío quedó prácticamente neutralizada, aunque continuó expresándose hasta 1820. 

En el Romancero de la guerra de independencia, aparecen unos versos escritos por Guillermo Prieto muchos años después:

Albino García

Romance Histórico

I


Era el terror del Bajío

El manco Albino García,

Gran jinete machetero

Hasta perderse de vista;

De tan agudo chirumen,

Tal travesura y tal chispa,

Que le llamaban las viejas

El coco de los realistas,

Era como de fantasmas

Su temeraria guerrilla;

Ya furibunda atacaba,

Ya fugaz desaparecía,

Cual si de brujas y duendes

Se compusieran sus filas,

Sus cureñas y cañones

De resorte parecían,

Como que iban en las bolsas

De su entusiasta guerrilla.


Los atormentados pueblos

Su tránsito conocían

Por los rastros del incendio,

La orfandad de las familias

Y los muertos insepultos

Que quedaban en las ruinas.


De Negrete y García Conde

Las tropas le perseguían;

Ya en San Miguel se les pierde

Ya le alcanzan en Yuriria,

Y ya al tocar Irapuato

Resientes sus embestidas.


García Conde fatigado,

Deja de seguir la pista,

Y a Iturbide le encomienda

Que al guerrillero persiga.


Iturbide se disfraza,

Se finge Pedro García

Hermano carnal de Albino,

Y que a darle auxilios iba.


Entra al valle cauteloso,

Estalla la gritería,

Despiertan en la matanza

Los que tranquilos dormían;

Resistir quieren en vano;

Preso está Albino García,

Y orgullo, alborozado,

Rebosando en alegría,

En pelotón a las tropas,

Del guerrillero fusila,


II


Con poderosa custodia,

Sin armas, y bien sujeto,

Camina con Iturbide,

Albino, a Celaya preso.


García Conde, enajenado

De regocijo al saberlo

Y dando a su desahogo,

Colorido de grotesco,

Mandó formar a sus tropas,

Ordenó repique a vuelo,

Le hizo irónicos honores,

Pero poco satisfecho,

Frente al balcón de su estancia

Le llevaron con apremio.


Allí el vencedor terrible

Se desató en improperios,

Entre los gritos salvajes

Y los aplausos del pueblo;

Albino marchó al cadalso,

No arrogante, sí sereno;

Besó al confesor la mano, Dirigió la vista al cielo,

Y a la multitud curiosa

Se encaraba con desprecio,

Cuando se escuchó vibrante

La terrible voz de ¡!fuego!”


Albino García pasó a ser en el imaginario colectivo un héroe de la independencia, un insurgente continuador de la revuelta iniciada por Miguel Hidalgo en Dolores. Su impostura dentro de la insurgencia y sus acciones guerrilleras fueron las continuadoras en la región del Bajío. Su ejemplo continuó siendo una muestra de belicosidad y beligerancia por una causa que representaba la creación de una nueva nación desde una región central como la del Bajío, el gran granero de Nueva España, el centro neurálgico de una colonia que se resistió a morir. Celaya y varias ciudades y pueblos del Bajío vivieron a dos fuegos por largos diez años, unos por los insurgentes, otros por los realistas. La guerra fue cruenta y desestabilizadora. Sin embargo, personajes como Albino García, representaron la acción de una insurrección liberadora que buscó la libertad, la igualdad y la fraternidad tan deseada por la población criolla, mestiza, indígena y de varios grupos sociales. Albino fue un héroe insurgente, pero también un delincuente, un criminal, que robaba y mataba, que su lucha fue violenta y sangrienta, casi sin causa y sin razón, pero inserto en el momento histórico adecuado que continuó la lucha de los héroes patrios de nuestra independencia. 

Gracias a Albino García, Agustín de Iturbide emergió como uno de los personajes principales que combatieron a la insurgencia. Su posición militar se acrecentó grandemente en la región del Bajío, en Valladolid y en la ciudad de México. Fue llamado a cuentas por ciertas acciones, pero su postura había crecido mucho con el combate a la insurgencia. Fue el actor principal de la aprehensión y asesinato de Albino García. Su popularidad en el Bajío fue muy extensa por sus hazañas, pero también por su grado de violencia, agresión y sangre. Iturbide se engrandeció desde entonces. Sus alianzas con el virreinato enfermo de muerte lo encumbraron mucho más, hasta que escaló las mieles de su popularidad al conceder y preparar el final de la guerra contra la insurgencia. El Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el Acta de la Independencia lo colocaron en la posición de “Padre de la Patria”, y además lo llevaron a ser el primer Emperador de México.(7) Aún se discute sobre esta interpretación. Albino García le sirvió para escalar hasta donde llegó, eso no hay duda. 

_______________

 1.- Agustín Lanuza nació en Guanajuato en 1870, murió en 1936. Su obra de poesía y prosa la enfocó a sucesos o espacios y paisajes o personajes de Guanajuato. Figuró como presidente municipal de Valle de Santiago y, como abogado, se desempeñó en el Tribunal de Justicia de Guanajuato. 

  2.- Fernando Osorno, op. cit., p. 27.

  3.- Brian R. Hamnett, Raíces de la insurgencia en México, historia regional, 1750-1824, México, FCE, 1990, p. 208 y s.s., documentó la violencia ejercida por Albino García y su reticencia a cuadrarse a la Junta de Zitácuaro o a otros líderes insurgentes. 

  4.- Fernando Osorno, Ibidem, p. 179.

  5.- Ibidem, p. 207.

  6.- Ibidem, p. 209.

  7.- Para ampliar detalles sobre esta interpretación es bueno consultar a William Spencer Robertson, Iturbide de México, México, FCE, 2012.



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