julio 11, 2021

Los académicos no entienden la divulgación histórica

 

 

A una colega y amiga le han interesado mis textos de divulgación de la historia de México que publico. Como este año del 2021 está lleno de efemérides y conmemoraciones centenarias, pues ha habido objeto para relatar episodios o personajes de la historia de México. La caída de México-Tenochtitlan, la consumación de la independencia, las conmemoraciones de 1921, la creación de la Secretaría de Educación Pública, están siendo los principales hechos históricos dignos de rememorar o analizar desde el presente, en mucho por los recuerdos oficiales que organizan los gobiernos o las universidades o los historiadores oficiales o académicos o divulgadores. Bueno, hasta una conmemoración lunar se coló en los festejos de esta año, porque dizque la ciudad de México-Tenochtitlan se fundó en 1321 y no en 1325, el chiste era encajar 700 años de conmemoración de la creación de la ciudad más grande del país, gobernada por el partido gobernante.

Mi amiga dijo que estaba preparando un libro de “divulgación” para hacer una obra impresa sobre la consumación de la independencia en un estado de la república muy significativo para ese momento histórico. Yo le comenté que acababa de hacer un artículo más o menos grande sobre un personaje importantísimo como lo fue Agustín de Iturbide, rescatando su trayectoria de vida y sus acciones. Como era un personaje marginado de la historiografía y de los festejos oficiales por los 200 años de la consumación, pues me había interesado hacer un texto, no de reivindicación, sino de historia menuda y narrativa sobre su biografía y publicarla en el BLOG.

Mi colega se interesó de inmediato en mi texto. Dijo que se lo enviara, porque buscaba colaboraciones “de divulgación”. Era urgente porque querían sacar la publicación en el mes de septiembre. Su idea de divulgación para ese libro eran textos sin notas al pie de página, sin citas textuales y, obvio, en un lenguaje accesible y narrativo. Esta idea, en principio buena, pues finalmente es un tanto cuanto errónea. Los textos de “divulgación” son narrativos solamente, basados en una investigación histórica importante, o, son textos que combinan la investigación con la ficción para hacerlos más atractivos a los lectores. Hay una confusión al respecto. Si se opta por la primera consideración, pues es posible emprenderla pero con poca consistencia y sustento históricos. Si se escoge la segunda opción, pues entonces se hace novela histórica, es decir, ficción pura.

Sin embargo, la idea de esta colega es que la “divulgación” consiste en NO incorporar citas textuales o notas al pie para cumplir con la condición de accesibilidad y narración. El relato, aunque descriptivo proveniente de una investigación, o incluso de una ficción armada, al no incorporarle citas textuales o pies de página, significa que se “divulga” y que todo mundo te leerá y aprenderá. Idea errónea y falaz sin duda.

El texto narrativo en historia significa que está bien escrito; que cuenta con una narrativa interesante y atrayente; que el tema se hilvana con unidad lógica; que no se incorporan conceptos o aspectos de análisis fuera de lugar; que refuerza ciertas situaciones retrotrayendo aspectos definitorios de los episodios o hechos que se narran; que es un relato o crónica de episodios o acciones que se cuentan con sencillez y claridad; que, obviamente, no hay un sustento elaborado de fuentes de primera o segunda mano; la precisión o rigor históricos ceden paso a una descripción narrativa de los episodios; o que se incorporan, incluso, algunos aspectos de ficción que atraen la lectura, en ciertos textos donde se permitiría. La “divulgación” no se restringe a la incorporación de citas textuales o algunas notas al pie de página. Lo que importa, obviamente, es la estructura del texto, el impacto que tiene en la lectura sin elaboraciones complicadas o complejas que, efectivamente, como sucede en ciertos textos académicos, restringe la comprensión o el interés.

Pues bueno, está es mi idea de un texto de “divulgación”. No importa que tenga algunas citas textuales, que se refieren en notas al pie de dónde se sacó esa parte textual, usualmente un texto de algún autor o alguna correspondencia que, por profesionalismo del que escribe, debe referir de dónde sacó la cita textual o referencial. Muchos escritores lo hacen, como una referencia muy válida, mucho más lo debe hacer un historiador académico o de divulgación. Mi texto no lo aceptó la colega porque incorporé unos párrafos, muy breves, sobre el personaje o situación referida a él. Obvio, dando la fuente en nota al pie. Como Iturbide es un personaje polémico en el ámbito historiográfico y oficialista, pues hay que relatar su historia con cuidado, incluidas aquellas “valoraciones” sobre su personalidad y acción, ya sea como héroe o villano. “El libertador de México” como le decían es una valoración histórica importante que hay que sopesar y precisar el contexto de su actuación como tal, ahora sí que sin ficción, como se hizo en un libro que inventó una entrevista con él donde todo era ficción, o como se estableció con pruebas en una biografía académica hecha en la década de los cincuentas del siglo pasado, o en la combinación entre ficción y realidad que se dio recientemente en otro trabajo biográfico no tan bueno pero de divulgación.

A mi colega no le gustó mi texto, sin argumentos lo desechó a la basura. ¿Por qué? Por dos cuestiones: una, cometía el delito de citar textualmente un par de cuestiones, segunda, porque me atrevía a dar crédito a los textos que decían lo que citaba textualmente. El juicio lapidario fue que no era un texto de “divulgación histórica”, a lo que se había comprometido el libro que se estaba armando. De hecho, mi respuesta a la colega fue que entonces  no entendía lo que es “divulgación histórica” y que mi texto se defendía por ser un texto ágil, narrativo y muy accesible, como lo podrán comprobar mis lectores en este BLOG. De hecho le dije que no iba a modificar mi texto por su necedad confusa y que por supuesto no lo publicaría en la obra que estaba armando.  Su confusión llegó hasta su propio texto que me mostró, donde coloca citas textuales, pero sin citar la fuente, lo cual es más grave y hasta fallido, no válido tanto para un texto académico, como de un texto de “divulgación”, a no ser que no fuera historia sino ficción.

Muchos historiadores académicos no entienden para nada el tema de la divulgación histórica. Restringen todo a las citas o notas al pie, no a la sustancia de la divulgación, que tiene que ver con la escritura, la estructura, la forma y la accesibilidad sin ficción o consideración teórica. Muchos publican y publican textos que dicen que son “divulgación”, cuando en realidad son textos descriptivos y vacíos de contenido que refuerce la narración que es el objeto de los relatos históricos o las biografías o los hechos. La academia cree que hace divulgación por quitar citas y notas o describir, lo peor viene cuando tratan de hablar en público leyendo o viendo su papel o su pantalla, sin ninguna conexión con el público. Eso pasa también con las publicaciones, por desgracia. Viven desconectados de la narrativa y de la comunicación.

Ahora con la pandemia, hay una oferta increíble e infinita de reuniones académicas, conferencias, congresos, mesas redondas, presentaciones y lo que llaman ahora “conversatorios” o “charlas”. Los historiadores académicos o divulgadores aparecen en pantalla muy ordenados en sus bibliotecas personales para hablar sobre determinados hechos o personajes históricos, además de ciertos procesos o temas de carácter histórico. El colmo de todo es que un alto porcentaje se pone a leer en la misma pantalla o en un papel. Esa es su idea de “divulgación” o, en la mayoría de los casos, su idea de que lo hacen formidablemente y que hay lectores y público que los escucha y ve. Igual pasa con las publicaciones, como la que vengo comentando, cuya idea de “divulgación” no se restringe a lo que se dice y cómo se dice, sino a quitar citas textuales y notas al pie, ah, pero eso sí, se exige colocar al final las fuentes de información y la bibliografía. Hay una desconexión total con la comunicación escrita y hablada de los historiadores con las personas, estudiantes, especialistas o público en general. Sigue dándose una confusión entre “divulgación” y “academia”, que lacera, sin duda, la evolución de la historiografía actual. En la era digital esto es muy lamentable.

La historiografía digital es lo de hoy, lo actual, la base desde la cual la historia de los hombres en sociedad conducirá a un conocimiento amplio e informado. Las publicaciones digitales tendrán que darse sin esa confusión que prevalece en el mundo de los historiadores y divulgadores, que involucra por supuesto a los escritores dedicados a narrar la historia mediante la literatura. No es relevante si se colocan en un escrito las citas textuales o notas al pie de página que avalan o refuerzan un relato o narración. No es un requisito de manual historiográfico, lo importante está en otra parte, en la estructura, la claridad, la honestidad y la accesibilidad. Los enredos académicos son para los académicos, la divulgación es para las personas.

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir su punto de vista, Doctor. Estuve en un pequeño curso de investigación en historia y ahora comprendo mejor algo de lo que se habló.

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