abril 17, 2022

Miguel Alessio Robles, revolucionario e intelectual coahuilense

 

Miguel Alessio Robles fue un coahuilense distinguido, eminente. Abogado, político, intelectual, diplomático, periodista, historiador, lector acucioso, narrador histórico, pero también analista y crítico de su contemporaneidad. Perteneció a una generación que actuó al lado de la revolución mexicana desde sus tiempos juveniles y estudiantiles, no solamente como testigo y protagonista, sino como actor histórico de su contexto. Fue todo un personaje histórico desde su formación profesional, pero también un actor de los episodios más destacados de la historia de México en las primeras cuatro décadas del siglo XX.

Alessio Robles se vio inmerso en el vaivén de la historia revolucionaria, primero como estudiante, luego como testigo del maderismo, después como actor del carrancismo y el constitucionalismo, al mismo tiempo como diplomático, y luego como funcionario público del obregonismo. Esta experiencia permitió que se convirtiera en periodista, escritor, historiador, y que su intensa labor intelectual diera aportaciones indiscutibles a la narración y el análisis de la historia contemporánea que le toco vivir.

Alessio fue un escritor erudito, un conferencista informado y serio, un narrador histórico acucioso, objetivo en sus juicios y tenaz. Su experiencia de vida fue, indiscutiblemente, el germen de sus análisis políticos e intelectuales, con una visión muy clara y contundente de los episodios y personajes más significativos de la historia mexicana revolucionaria, con los que tuvo relaciones políticas, diplomáticas, intelectuales, periodísticas y culturales.

La producción intelectual de Miguel Alessio Robles fue muy vasta. Escribió una buena cantidad de libros, artículos y aportaciones periodísticas, que estuvieron siempre relacionadas con su circunstancia histórica, desde su natal Saltillo, hasta la ciudad de México y algo más, sobre España y sus ciudades, en particular, y Europa en general, recorrió principalmente Italia, Francia e Inglaterra. Era un ensayista nato, un narrador histórico profundamente informado, un investigador acucioso y sagaz, pero también un contador de historias lejanas de las desviaciones de la intriga o el invento calumniador, sobre todo en lo que se refería a los personajes y los acontecimientos. Tomaba sanas distancias, lo que implicaba que sus narraciones eran lo más objetivas posibles, imparciales en el análisis y en las consideraciones que como autor tenía sobre distintos tópicos. En su escritura no se vio reflejada la ortodoxia ideológica ni la inquina de los vencidos revolucionarios, tampoco la posición negativa en torno a los acontecimientos de los que fue testigo y protagonista. Su valía narrativa era indiscutible, lo que se estuvo reflejando en sus memorias personales.

A Miguel Alessio Robles no lo atrapaba la ideología recalcitrante, porque su vocación estaba centrada en narrar un conjunto de episodios y acciones de personajes con los que había tenido una relación personal u oficial, un conocimiento, una consideración constatable. Fue un humanista preocupado por el bien común, razón fundamental de la revolución mexicana, de las batallas del pueblo y de la historia patria, según sus constantes y claras apreciaciones. Creía en Dios, como lo manifestó claramente en un prólogo de sus memorias, pero también en los valores y principios del hispanismo que dio sentido a la identidad mestiza de los mexicanos y que fue fundamental en el pasado nacional.

En el prólogo a la Historia política de la Revolución mexicana, en su primera edición publicada por la Editorial Botas en 1938, Miguel Alessio Robles dejó reflejada su visión de la historia, cuyo estilo rankeano y a lo Thomas Carlyle destaca:

 

La Historia es una selección de acciones trascendentales y de hechos grandiosos, que constituyen una enseñanza luminosa para todas las generaciones. Ellas bendicen a los hombres por sus actos gloriosos y heroicos, y arrojan a los malvados a las lívidas llamas de la execración y del odio universales. Vibran y se conmueven ante la actitud magnánima o generosa de un héroe, y condenan a los viles que no los guió otro afán que lucrar y satisfacer sus bajas ambiciones personales.

Los hechos heroicos, los actos excelsos, las ideas de redención y de justicia, los impulsos nobles, las actitudes patrióticas y desinteresadas, los ideales brillantes, los principios fascinadores de todos aquellos que soñaron en hacer de México un pueblo digno y fuerte, los recojo en estas páginas con un amor muy grande y una profunda devoción.

 

Bajo esta visión de la historia, Alessio Robles asumió su posición como protagonista, sobre todo al condenar a los “malvados”, a Díaz, a Huerta, a Calles, a los traidores de la Revolución, con el poder omnímodo del juicio de la historia, de las primeras historias que los protagonistas revolucionarios, como él mismo, realizaban para el conocimiento y análisis de ese proceso histórico que cambió y transformó a la nación mexicana, porque, como Alessio anotó en esa primera edición: “¡Que la juventud de nuestra Patria recoja en su espíritu esas altas enseñanzas de la Historia¡ El Poder es efímero como una tormenta. Las acciones grandes e inmortales se transmiten de generación en generación, muchas veces adornadas con el ropaje de la poesía y la leyenda, para que resplandezca a través de ellas la verdad”. Esta misma visión fue retomada en las memorias personales que escribió años después.

La participación de Alessio Robles en el vaivén revolucionario no impidió que expresara esas consideraciones sobre su pensamiento, que reguló gran parte de su actuar público y privado con posterioridad. Su estancia en España fue fundamental para reforzar este pensamiento, como lo plasmó continuamente en sus memorias. Su relación con el medio intelectual español y la visita de muchas ciudades hispanas, favoreció que reforzara esa línea en torno a sus ideas. De hecho, sus conferencias en España tuvieron una recepción amplia y absorbente, resaltando la raíz y razón de la revolución mexicana, pero también del hispanismo característico de la nación.

En España, Alessio Robles entabló importantes relaciones culturales con el medio intelectual, Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez, Ramón María de Valle Inclán, Miguel de Unamuno, Azorín, Melchor de Almagro, los hermanos Machado, José Ortega y Gasset, Ramiro de Maetzu, Enrique Díez Cañedo. Estrechó lazos de amistad con varios mexicanos destacados que residían en Madrid, Artemio de Valle Arizpe, Carlos Pereyra, Luis Urbina, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Juan Francisco Urquidi, Raúl Carrancá, Luis Enrique Erro. Se entrevistó con José Yves Limantour en París. Se impresionó con las atenciones recibidas del Rey Alfonso XIII, a quien entregó sus cartas credenciales en persona en el Palacio Real de Madrid.

Dos grandes personajes de la revolución mexicana marcaron la vida pública de Miguel Alessio Robles, Venustiano Carranza, con quien participó en la revolución carrancista y constitucionalista contra el usurpador Victoriano Huerta –entre 1913 y 1915-, y con quien compartió discursos, redacción de reformas legales, actos públicos y reuniones, y momentos políticos intensos; y con Álvaro Obregón, amigo personal con quien compartió la necesidad de que en Europa se conocieran y difundieran los logros de la Revolución desde el punto de vista de los grandes vencedores, pero también la experiencia de la función pública en un gobierno que intentó reconstruir al país pese a la desavenencia y la confrontación posrevolucionarias, relación de amistad que se estrechó desde 1913 y que se reforzó aún más entre 1919 y 1923.

Para Miguel Alessio Robles, la revolución significaba un gran movimiento social, una epopeya transformadora, que era realizada por los pueblos para “cambiar de gobiernos, de procedimientos y de sistemas”. En esto coincidía con Francisco I. Madero. Las causas fundamentales de toda revolución se centraban en lo siguiente: “Cuando no se escuchan los dictados de la opinión pública, cuando no se gobierna de acuerdo con la ley y la justicia, cuando se vulneran los principios fundamentales de la libertad humana, vemos rodar por tierra hasta las más viejas y linajudas dinastías, hasta los más viejos y linajudos poderes”. México no había escapado de estas causas en sus revoluciones, desde la independencia, la revolución de Ayutla y, por supuesto, la revolución de 1910, que derribó los sistemas y el contexto de injusticia, escasas libertades, falta de honradez y despotismo de los asuntos públicos. El pueblo se cansó y lanzó el camino de la transformación, bajo el liderazgo de importantes personajes que supieron conducir los destinos del cambio político.

La interpretación de Miguel Alessio Robles sobre la Revolución era, necesariamente, ligada a los personajes que, mediante su acción, definieron el curso de los acontecimientos que se acumularon para el logro de la transformación histórica, es decir, la revolución era un ente dinámico que logró modificar a la nación y encauzarla al sendero de la modernidad. El conflicto político fue una constante del poder y los poderosos, proceso que marcó, indiscutiblemente, la trayectoria revolucionaria que Alessio Robles plasmó con agilidad y buen tino en el hilo conductor de una novedosa interpretación de la Revolución mexicana. Sin duda, esta interpretación brindó grandes satisfacciones a su autor que lo estimuló después a escribir sus memorias personales, ya con una experiencia narrativa más personal y menos comprometida con la historia mexicana o el contexto político.

La experiencia como diplomático y funcionario público representó para Alessio Robles un periodo justo para llevar a la práctica sus conocimientos humanistas y su ideología hispanista, cuestión que lo confrontó con otros personajes como Plutarco Elías Calles, con quien no compartió muchas cuestiones relacionadas con las políticas públicas o la aplicación de la Constitución de 1917. De hecho, Alessio se alejó del gobierno y de la participación política desde 1923, por esa circunstancia.

Alessio Robles se dedicó al ejercicio de su profesión de abogado con ahínco, fue una prioridad en la vida futura. La estabilidad permitió que Alessio incrementara su producción intelectual considerablemente mediante el ejercicio del periodismo, la narrativa histórica, la literatura y la filosofía. La preocupación por la historia de la revolución mexicana fue una constante, a través de obras fundamentales como la Historia política de la Revolución Mexicana, uno de sus libros clásicos en la historiografía nacional; o sus estudios relacionados con el personaje y el gobierno de Álvaro Obregón, del cual fue partícipe activo como ministro diplomático y secretario de Industria y Comercio, además, por su intensa amistad personal.

La Historia política de la Revolución fue, originalmente, un encargo que le hizo a Alessio Robles la Universidad Nacional, como estableció en el prólogo, y donde el autor definía con claridad las intenciones que buscaba en esta obra, desligándose de su papel de protagonista:

 

La Universidad Autónoma de México me invitó para que escribiera la Historia de la Revolución. Con gusto acepté esa honrosa invitación. Por las páginas de este libro desfilan los principales personajes del drama que ha conmovido a nuestro país. He procurado analizar los episodios y a los actores con toda serenidad. Podrá haber pasión, podrá haber errores, pero nunca dolo o mala fe. No le hago cargo injusto a nadie, ni a mis mayores enemigos, ni aun aquellos que llenaron a mi Patria de luto, de sangre y de ignominia.

 

Era lógica esta aclaración ante uno de los primeros balances de la Revolución, ya que la mayoría de los protagonistas aún vivían en el momento en que se publicó esta obra, que era un recuento entre los orígenes revolucionarios a finales del porfiriato y el maximato callista y, brindando además, una interpretación distinta a la plasmada por otras plumas destacadas como las de José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, entre muchos otros, que habían publicado acerca de la gesta revolucionaria mexicana. Don Miguel fue cauto en su historia política, que en lo fundamental se centró en los actores principales y en los acontecimientos que marcaron el proceso histórico revolucionario, y que representaron una importancia inusitada en la visión del autor, pero que también, bajo su juicio y su protagonismo consideró indispensables para la narración.

El alejamiento de la política permitió que Alessio Robles produjera una obra vasta y consistente sobre distintos temas, personajes, acontecimientos políticos, regiones, ciudades y obras culturales. Su narración como viajero fue enriquecedora. En sus escritos aparecía también una amplia referencia a la vida cultural, desde las corridas de toros hasta las obras de teatro y los espectáculos, sin descartar su cotidiana visita a librerías y conferencias, a los que era asiduo asistente, sin descartar las aportaciones de la dramaturgia intelectual. En el último lustro de su vida fue cuando escribió sus memorias, que son de gran valía para el conocimiento de su trayectoria pública, pero también privada y familiar. Son unas memorias narrativas, de gran valor histórico, no solamente por su trayectoria como personaje, sino como historiador de la política, la diplomacia y la cultura de México en las primeras cuatro décadas del siglo XX.

Las memorias de Miguel Alessio Robles son una aportación al conocimiento no solamente de su vida y trayectoria, sino de personajes, acontecimientos y hechos históricos de finales del porfiriato, la revolución maderista, la lucha carrancista contra el huertismo, el constitucionalismo, el obregonismo, el callismo, el periodo del maximato y finales del decenio de los treintas del siglo XX. A esto hay que sumar el rescate de personajes y obras culturales tanto de México como de España. Su mirada acerca de la historia política, diplomática y cultural representa una visión original del momento histórico que le tocó vivir.

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Hacia 1910, Miguel Alessio Robles contaba con 28 años, había nacido en Saltillo en 1882, aunque algunas fuentes establecen que su nacimiento ocurrió dos años más tarde, en 1884, otras dicen que un año después, en 1885; se coincide, sin embargo, en que fue un 5 de diciembre. Sea lo que fuere, ante el advenimiento de la Revolución, Miguel Alessio Robles ya tenía una formación profesional y una experiencia cimentadas; sus primeros estudios los realizó en el Colegio de San Juan Nepomuceno, luego, los secundarios y preparatorianos los emprendió en el Ateneo Fuente, en Saltillo, Coahuila, para después ingresar a la carrera de abogado, a partir de 1904, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en la Ciudad de México. De hecho, recibió su título de abogado en 1909, justo en el momento de mayor efervescencia nacional por la expresión del maderismo antirreeleccionista, del que se hizo adepto incondicional y con el que coincidía entonces en la necesidad de lograr un cambio político del país.

De hecho, su relación con Francisco I. Madero se estableció mediante la lectura de La sucesión presidencial de 1910…, que leyó y analizó a profundidad. Su entusiasmo por el libro de Madero hizo que le enviara una carta felicitándolo por las consideraciones políticas que había plasmado en el libro, sobre todo por su visión del cambio político a través del reemplazo de los funcionarios públicos, mediante la organización y la participación en los procesos electorales. Luego conoció personalmente a Madero.

Desde 1909, Miguel Alessio Robles tuvo estrechas relaciones intelectuales con algunos miembros de la afamada Sociedad de Conferencias y Conciertos, cimiento del Ateneo de la Juventud, donde participaban destacadas personalidades del mundo intelectual, como Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Teófilo Olea y Leyva, Manuel Gómez Morin, Narciso Bassols, Luis Enrique Erro, Daniel Cosío Villegas, José Vasconcelos, entre otros, que después destacarían también en los ámbitos culturales y políticos de México en buena parte del siglo XX. Con quien más estableció relación fue con Manuel Gómez Morín, amistad que perduró por muchos años. Rodolfo Reyes fue otro personaje con quien entabló una intensa amistad estudiantil y con quien compartía la lectura y el interés por la política. Con Martín Luis Guzmán compartió actividades políticas en el constitucionalismo, primero, luego en el campo intelectual tanto en la ciudad de México como en Madrid. La inquietud intelectual de Alessio Robles fue una prioridad, por lo que se acercó con ahínco al periodismo, la literatura, la filosofía, la historia y la cultura, que reforzaron su sabiduría y, por ende, su erudición.

A diferencia de sus hermanos, José y Vito, ambos con formación y experiencia militar, el primero nacido en 1886, y el segundo en 1879, Miguel tuvo una formación eminentemente humanista e intelectual, con inquietudes políticas muy claras que lo fueron acercando a la participación política, sobre todo en la efervescencia del maderismo revolucionario durante y después de 1909. Su participación revolucionaria, sin embargo, no surgiría sino hasta 1913, luego de la Decena Trágica y en oposición y guerra contra el usurpador Victoriano Huerta, como tantos otros personajes de la revolución mexicana, no solamente por su identidad coahuilense, sino por el involucramiento con la efervescencia revolucionaria, sobre todo con los carrancistas.

Tras una estancia breve en el extranjero, en La Habana y Nuevo Orleans, Miguel Alessio Robles se incorporó a las filas del carrancismo en 1913, comandado por Venustiano Carranza, de quien se definió como un gran admirador por su liderazgo en el avance revolucionario y en la guerra contra el huertismo usurpador. Su participación en las filas del carrancismo, llevaron entonces a Alessio Robles a establecer relaciones estrechas con destacados revolucionarios, principalmente con Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. Tales actividades en el seno del constitucionalismo en ciernes lo condujeron a ocupar la cartera de Justicia durante el gobierno de Eulalio Gutiérrez, otro coahuilense distinguido, en 1915, y luego a cumplir una misión cultural en España, como enviado del Primer Jefe Carranza, a partir de 1916, que le permitió visitar varios países europeos en labores confidenciales. Por esta estancia se convirtió en un admirador de la cultura española, especialmente de la ideología hispanista. En esta misión brindó conferencias, estableció contactos y fortaleció la divulgación de la revolución mexicana, principalmente en España. Sus labores confidenciales se restringieron a establecer la disposición del gobierno mexicano por resarcir a los intereses españoles afectados por la revolución mexicana.

A su vuelta de Europa, Miguel Alessio Robles se estableció en la Ciudad de México, para conducir su despacho de abogado, sin apartarse del todo de la actividad política y las relaciones públicas; admiró así la obra de la Revolución, la aplicación de la Carta Magna de 1917 y el liderazgo presidencial que ahora tenía Venustiano Carranza en calidad de presidente de la república. Pudo entonces dedicarse también a la lectura sobre diversos y variados temas de historia, literatura y política.

La efervescencia política producida por la sucesión presidencial de 1920, prácticamente desatada desde el año anterior, ocasionó el enfrentamiento entre los sonorenses vencedores militares de la Revolución y el presidente Carranza, lo que nuevamente mantuvo en vilo la estabilidad política anhelada por los mexicanos para cimentar y dar cauce al Estado surgido de la gesta revolucionaria.

Aunque Miguel Alessio Robles admiraba al presidente Carranza, no dejó de considerar que su intervención en la sucesión presidencial en contra de la candidatura de Álvaro Obregón era descabellada y una traición a la revolución vencedora. Los lazos de amistad de Alessio Robles con los sonorenses, adicionalmente, ocasionaron que éste apoyara a Obregón frente a Carranza, figurando en el Centro Director Obregonista, como coordinador de Prensa, afiliado al Partido Liberal Constitucionalista desde inicios de 1920; luego, en abril del mismo año, ayudó a Obregón a escapar de la cárcel de la Ciudad de México para lanzarse a la lucha en contra del presidente. El movimiento de Agua Prieta ocasionó la huida y muerte del presidente Carranza en mayo de 1920.

Miguel Alessio Robles figuró entonces como secretario particular del presidente interino, Adolfo de la Huerta, por lo que su actividad política fue destacada y útil. Tuvo que ver con los actores y fuerzas políticas del momento, y colaborar en el esfuerzo de la pacificación revolucionaria. Durante la presidencia de Obregón, Alessio Robles fue enviado a España, en calidad de Ministro plenipotenciario, encargado de divulgar al movimiento aguaprietista y de difundir el proyecto obregonista para la presidencia de México. Antes de su partida se casó con Doña Josefina Fernández en el templo de Santa Brígida, siendo apadrinado el matrimonio por el mismísimo presidente de la república. En Madrid se involucró con el medio intelectual español y viajó por varios países, además estrechó lazos de destacada importancia con el medio intelectual hispano.

A partir de 1922, Alessio Robles se convirtió en secretario de Industria, Comercio y Trabajo. Fue entonces cuando estrechó aún más una intensa amistad con el presidente de la república, a quien admiraba y respetaba, y con quien convivía cotidianamente, cargo al que renunció tan luego se definió la candidatura presidencial de Plutarco Elías Calles, con quien no compartía la menor simpatía, pues no lo admiraba ni lo consideraba un líder político de altas miras y visión, a diferencia de su admiración por los liderazgos de Madero, Carranza y Obregón. Don Miguel consideró que el callismo implicaba un retroceso de la Revolución, considerando, sobre todo, el autoritarismo que reflejaba Plutarco Elías Calles desde que fue gobernador de Sonora, luego secretario de Gobernación, y por su carencia de visión del servicio público, tan necesaria de emprender en el país por los gobernantes y los funcionarios. Cuenta don Miguel que a pesar de que se llevaba muy bien con Calles, se hablaban de tu, no compartía su estilo autoritario y su dureza de carácter.

Desde finales de 1923, Miguel Alessio Robles se retiró de la vida política para dedicarse al despacho jurídico, pero también a la lectura, el análisis y la escritura, que pronto le dieron amplias satisfacciones en el periodismo, la publicación de libros y la impartición de conferencias. Su trayectoria revolucionaria pronto se reflejó en su producción intelectual que como protagonista se inclinó por la historia que le tocó vivir.

La obra escrita de Miguel Alessio Robles fue realizada con intensidad durante esos años, con interés especial en el análisis de las ideas hispanistas, en la literatura, en el relato de viajes, en la historia de ciudades y provincias, en referencia a la acción y características del obregonismo, y en muchos otros asuntos puntuales de su interés, educación, filantropía, el comportamiento de los funcionarios públicos, la dramaturgia, la vida artística y cultural.

Durante el decenio de los cuarentas, Alessio Robles cultivó el periodismo, el ensayo, la crítica literaria, el análisis histórico y el ejercicio de su profesión, incluso participando con viejos amigos y conocidos, como Manuel Gómez Morín, en actividades políticas partidarias. Fue miembro del Consejo de Fundadores del Partido Acción Nacional desde diciembre de 1939, director de la Revista Todo y Nuevo Mundo, y amante de la lectura y la escritura.

Miguel Alessio Robles falleció el 10 de noviembre de 1951, en la Ciudad de México, luego de complicaciones por una fractura de un fémur. Sus restos fueron cremados y conservados por su familia durante algún tiempo, hasta que fueron depositados en una cripta de la Iglesia de Santa Cruz del Pedregal. Alessio dejó un gran legado intelectual, que sigue latente y vivo dentro de la historiografía mexicana contemporánea, y del cual hay que aprender y estudiar, rememorar y valorar.

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 Entre 1928 y 1946, Miguel Alessio Robles produjo importantes publicaciones: Las dos razas (1928); México y España, junto con José Vasconcelos (1929); Voces de combate (1929); Dos asuntos hispánicos (1929); Senderos (1930); Ídolos caídos (1931); La ciudad de Saltillo (1932); La ciudad de México (1932); El estado de Michoacán (1932); Perfiles de Saltillo (1933); Estudios literarios sobre José García de Letona, con Artemio de Valle Arizpe (1934); Ideales de la Revolución (1935); Obregón como militar (1935); Ramos Arizpe (1937); La responsabilidad de los altos funcionarios (1937); Historia política de la Revolución (1938); La cena de las burlas (1939); En defensa de la civilización (1940); Winston Churchill (1944); La filantropía en México (1944); La Escuela Normal de Coahuila (1945), Antología selecta (1946); Alemán y la libertad de prensa (1950).

A partir de 1946, Miguel Alessio Robles se dedicó a escribir sus memorias, a instancias de su hijo Miguel, que con 17 años había participado en la conformación y publicación de Antología selecta durante ese año.

Las memorias fueron escritas entre 1946 y 1951. El primero y el segundo tomos se publicaron en 1949, el primero con el título de Mi generación y mi época, y el segundo con el título de A medio camino, por la Editorial Stylo, con 2, 000 ejemplares cada uno, que fueron acogidos con entusiasmo por los lectores.

La dedicatoria al primer tomo fue para su hijo Miguel:

 

Le mostré al joven recopilador esos proyectos, y no aceptó ninguno. “Cuando escribas tus memorias, entonces me las dedicas”, expresó rotundamente. Y púseme a escribirlas desde ese momento para corresponder a los nobles deseos de mi hijo, que se había afanado ahincadamente en seleccionar y clasificar esa obra. Por eso hoy le dedico este libro, con todo fervor y cariño, y como un merecido homenaje a su generoso empeño de obligarme a escribir estas memorias donde narro los principales episodios de mi vida.

 

El primer tomo se refirió a los años de 1904 a 1917, época en la que Alessio Robles residió en la ciudad de México como estudiante, y desde donde fue testigo de la época más dramática de la efervescencia revolucionaria:

 

La primera parte de estas memorias comprenden desde que llegué a la Ciudad de México, el cinco de enero de 1904, a estudiar en la Facultad de Jurisprudencia, hasta el año de 1917. Recuerdos de juventud y de estudiante. Acontecimientos nacionales y extranjeros que conmovieron mi espíritu. Los escritores, los poetas, los artistas, los pintores, los hombres de ciencia y los personajes notables que he tratado en mi vida, todos ellos recordados en estas páginas dedicadas a mi hijo a quien lego el limpio ejemplo de dignidad y de decoro que he sabido guardar en las luchas tormentosas de mi México inquieto y batallador, para que él lo siga en la brega perenne por la existencia, y así tendrá siempre, como la he tenido, la infinita misericordia de Dios.

 

En esta primera parte, Alessio Robles recuerda su vida como estudiante preparatoriano en el Ateneo Fuente de Saltillo, Coahuila, a sus amigos y condiscípulos, a los maestros y a las autoridades, así como su llegada a la ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, junto con otros jóvenes condiscípulos. Su vida estudiantil fue intensa y divertida, asistía con frecuencia a corridas de toros y espectáculos artísticos, pero también a actos académicos e intelectuales que abundaban en la ciudad. Formó parte de un grupo estudiantil llamado “La Horda”, al que pertenecían Hipólito Olea, Nemesio García Naranjo, José María Lozano, Artemio de Valle Arizpe, Rodolfo Reyes, Diódoro Batalla, Rubén Valenti, Miguel Lanz Duret, Alfonso Rosenweig, Alfonso Teja Zabre, entre otros más, que fueron entrañables amigos en el futuro.

A inicios de 1909 tuvo un primer acercamiento personal con Francisco I. Madero, luego de haberse carteado con él. Asistió a una reunión nocturna en la calle de Atenas núm. 61, que era la casa de Fernando Iglesias Calderón, a donde fue invitado por Madero. En esa reunión estaban Emilio Vázquez Gómez, Toribio Esquivel Obregón, Filomeno Mata, Manuel María Alegre, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada. La reunión tuvo por objeto solicitarle a Iglesias Calderón la organización del Partido Liberal. Fue su primer contacto con la revolución maderista.

El 5 de junio de 1909, Alessio Robles obtuvo el título de abogado, para después ser testigo de la “tormenta de la política” que inundó al país. Se dedicó al bufete jurídico que logró establecer en la calle de Medinas. La tormenta maderista inundó la vida del país. Siempre estuvo atento a los acontecimientos. Su posición de testigo se mantuvo: “Nuestra generación contempló la caída del viejo régimen y el advenimiento del nuevo”. En abril de 1913 fue detenido y conducido, junto con José Vasconcelos, a la Penitenciaría de Lecumberri, por conspirar contra el gobierno del usurpador, pero el mismísimo Victoriano Huerta los mandó llamar a Palacio Nacional para amenazarlos de que si seguían conspirando, entonces serían desaparecidos, considerando que eran unos “jóvenes brillantes”. Este hecho marcaría la vida futura de Alessio Robles. Viajó a La Habana, luego a Nueva Orleans y después a Piedras Negras, Coahuila. Fue en ese momento cuando se presentó con Venustiano Carranza, para participar en el movimiento contra el usurpador. Se vio inmerso en la vorágine revolucionaria y no se apartaría sino diez años después.

La experiencia constitucionalista en Sonora, Sinaloa y Chihuahua permitió que Alessio Robles se involucrara con los principales líderes del movimiento contra Huerta. Fue cuando empezó una amistad estrecha con Álvaro Obregón, al igual que con otros generales. No se apartó de Carranza, a quien siguió hasta la toma de la ciudad de México luego de la renuncia de Huerta. A inicios de 1916 inició su experiencia diplomática en España, que concluyó en Costa Rica en los primeros meses de 1917.

En cuanto al segundo tomo, Alessio Robles lo dedicó a su esposa, Josefina Fernández. El libro recorría una etapa fundamental en su vida, comprendiendo de finales de 1917 hasta el otoño de 1921, que definió como una etapa muy agitada. Es un volumen enriquecedor, porque abordó su vinculación con el grupo de los “Siete Sabios”; los problemas entre el presidente Carranza y los sonorenses; su participación como secretario particular del presidente interino Adolfo de la Huerta; y su misión como ministro y embajador en España, donde reconoció el advenimiento de su hispanismo, con estas palabras:

 

Recuerdo, también, la brillante labor realizada por los secretarios y los cónsules mexicanos, y la meritísima tarea que llevaron a cabo los doctores José Tomás Rojas, Juan Luis Torroella y los estudiantes universitarios que me hicieron la distinción de acompañarme. A estos jóvenes estudiantes les debo, principalmente, el honor inestimable de haber hablado en las ceremonias celebradas en la casa del Cardenal Cisneros y en la Universidad de Madrid. Desde esas tribunas ilustres le rendí a la gloriosa España un fervoroso homenaje de admiración y de gratitud por todo lo excelso que sus hombres preclaros realizaron en mi Patria, y por las proezas insignes consumadas en el mundo para lograr que no desparecieran las egregias conquistas de la civilización universal.

 

Para Alessio Robles, los “Siete Sabios”, Manuel Gómez Morín, Alberto Vázquez del Mercado, Teófilo Olea y Leyva, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Antonio Castro Leal y Jesús Moreno Baca, que conoció en su época de estudiante en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, habían influido sobre manera en su formación intelectual. Su interés por la filosofía, la literatura y la historia en mucho debía a esas personalidades, sin descartar a todos aquellos con quienes compartió amplios conocimientos.

Además, en este segundo volumen de sus memorias, Alessio relató su estrecha relación con Álvaro Obregón, su participación en el proceso de la sucesión presidencial de 1920. Fue doloroso el enfrentamiento entre Obregón y Carranza, pues a ambos los admiraba sobre manera. Pasado el trago amargo de la muerte de Carranza, Alessio participó en el gobierno interino de Adolfo de la Huerta, otro entrañable amigo, con quien compartió, desde la secretaría particular de la presidencia, muchas experiencias relacionadas con la pacificación del país. Después narra el inicio del gobierno obregonista y las razones por las cuales el caudillo presidente lo nombró embajador en España. Su misión diplomática consistió en estrechar lazos, pero también convencer a los españoles de las intenciones gubernamentales del nuevo gobierno en relación con los intereses hispanos dañados como efecto de la revolución. Divulgar la obra revolucionaria fue un encargo especial. Gran parte del segundo tomo estuvo dedicado a su experiencia española como diplomático. Su misión fue cumplida con creces, fue una experiencia estimulante y activa, tanto en el campo de las relaciones internacionales, como en el ámbito intelectual.

El tercer tomo de las memorias de Miguel Alessio Robles se publicó en 1950, dedicado a su hija María de Lourdes, que comprendió la etapa del otoño de 1921 hasta el invierno de 1923, que narra sus actividades en Europa y su desempeño como Ministro de Industria y Comercio en el gobierno de Álvaro Obregón. El cierre del tomo 3, sin embargo, concluyó con un análisis del gobierno de Plutarco Elías Calles, hasta el asesinato del caudillo Obregón en julio de 1928.

En el otoño de 1921, Alessio Robles volvió de su misión en España, luego de visitar Italia, Francia e Inglaterra. Su intención era dedicarse a su bufete jurídico. Sin embargo, su amistad con el presidente Obregón, quien lo recibió en la estación Colonia de ferrocarriles procedente de Nueva York, hizo que fuera designado Secretario de Industria y Comercio, luego de la renuncia de Rafael Zubarán Capmany por un escándalo de tráfico de influencias del que el presidente y la opinión pública se habían enterado. Alessio Robles no pudo resistirse a participar ahora como funcionario público. Obregón le tenía mucha confianza y no quiso que Alessio regresara a Europa en misión diplomática, mucho menos, que se dedicara a atender su bufete jurídico en la ciudad de México. Alessio Robles se convirtió, además, en asesor y confidente del presidente.

El nuevo ministro se rodeó de importantes funcionarios, dos de ellos miembros del grupo llamado de los “Siete Sabios”, como Alberto Vázquez del Mercado y Alfonso Caso. Su desempeño como ministro de Industria fue fructífero, tratando asuntos relacionados con el petróleo, la reforma agraria, el establecimiento de industrias, el fortalecimiento del mercado nacional, el control de los obreros, etcétera. Luego se vio inmerso en el conflicto político por la sucesión presidencial, era amigo personal del presidente Obregón y de Adolfo de la Huerta, por lo que en repetidas ocasiones tuvo que mediar entre ambos, sobre todo cuando se desató el problema de la sucesión en la opinión pública. El conflicto entre Obregón, Calles y De la Huerta por la sucesión orilló que Alessio Robles renunciara al ministerio de Industria y Comercio en octubre de 1923. Obregón aceptó la renuncia, considerando a Alessio Robles como un leal amigo, del que había recibido sabios y objetivos consejos, entendió que la desavenencia con De la Huerta había sido una razón de peso para la renuncia, además por la desavenencia que Alessio tenía con Calles. Alessio no quería verse inmiscuido en el tema de la rebelión delahuertista que, desde inicios de diciembre de ese año, fue un hecho. El triunvirato, como le llamó, se enfrentó con severas consecuencias políticas para la nación.

El tercer tomo de las memorias termina con un capítulo dedicado al callismo, al que se refiere como un periodo histórico que ocasionó el retroceso de la revolución mexicana que habían enarbolado los presidentes Carranza y Obregón, aunque la obra pública de Calles era de destacarse. Calles no era del agrado de Alessio y, de hecho, fue una de las razones de peso para que se apartara del gobierno obregonista, para dedicarse a su vida profesional, cerrando un ciclo grande de su participación pública en la vida mexicana revolucionaria.

Durante buena parte de 1951, Miguel Alessio Robles continuó escribiendo sus memorias en un cuarto tomo, que no alcanzó a entregar a la editorial Stylo para su publicación. Quedó inédito y se tituló La luz en el sendero. Establecía de entrada que abarcaba desde el invierno de 1924 hasta el verano de 1939, y que su posición de narrador nato no ofendía o calumniaba a nadie, a ningún personaje, porque su vocación era resaltar los hechos y las virtudes. Alessio Robles se despedía de su escritura, señalando:

 

En estas narraciones podré cometer un error. No lo niego. No puedo negarlo. Es una ley humana. Pero, en todo caso, lo hago sin malevolencia alguna. El escritor, para que lo respeten, debe respetarse a sí mismo, no vulnerando los fueros de la verdad, no trasponiendo los umbrales de todo aquello que hay de más noble y más elevado para el hombre. No le tengo odio ni rencor a nadie. Desdén, sí, a los ruines, que no han realizado ningún acto grande y generoso. Mejor dicho, me dan compasión; pero estos sentimientos no logran mover mi espíritu para que les dedique un solo renglón de enojo. Ellos de antemano están condenados.

El escritor debe levantarse sobre todas las miserias y las pequeñeces de la vida. Su misión es alta, nobilísima. Su pluma está consagrada a defender las causas grandes, el imperio de la ley, los amplios dominios de la justicia y de la libertad. Desventurado del hombre que jamás ha levantado su voz para reprobar un crimen o una tiranía; con mayoría de razón el escritor, al que Dios le ha puesto una pluma en su mano para que condene la infamia y la arbitrariedad y encomie las acciones magnánimas, los actos nobles y caritativos, los episodios heroicos y trascendentales que han llenado de resplandores los horizontes del mundo.

 

Además recordaba que su escritura estaba vinculada con la libertad, y que su participación pública, sobre todo en la revolución constitucionalista al lado de Venustiano Carranza, había marcado su carácter, su honestidad intelectual y su vocación de narrador histórico. Alessio Robles emprendió un recorrido por la historia mexicana entre 1924 y 1939, ya sin estar vinculado a la política oficial, resaltando a personajes como Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez, Aarón Sáenz, Manuel Gómez Morín, que dominaron la escena política del país, pero también acontecimientos relacionados con la historia española, materia de especial interés para el autor.

El volumen narra sus apreciaciones en torno a la rebelión delahuertista; al conflicto religioso entre la Iglesia y el Estado; sobre su amistad con el torero español más famoso del momento, Rodolfo Gaona; los atentados que sufrió el caudillo Obregón y que llevaron a su asesinato en julio de 1928; los rasgos más significativos de la presidencia de Plutarco Elías Calles; los acontecimientos relacionados con el llamado “Maximato”, entre 1928 y 1934; los problemas religiosos en el primer lustro de los treintas; su participación en el Consejo de la Cruz Roja; su amistad con Manuel Gómez Morín; y sus apreciaciones sobre la república española y la guerra en España, asuntos a los que dedica varios capítulos. El volumen es más distante en torno a los acontecimientos que narra, sobre todo en lo que se refiere a la dinámica política mexicana, menos intensos en comparación con los demás.

Se intuye que el tiempo no alcanzó a Miguel Alessio Robles, para relatar sus memorias relacionadas con el periodo de 1939 a 1951. Suponemos que tenía planeado un quinto tomo. La muerte impidió que Alessio relatara sus apreciaciones sobre este periodo, donde participó en las actividades del Partido Acción Nacional.

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