Miguel Alessio
Robles fue un coahuilense distinguido, eminente. Abogado, político,
intelectual, diplomático, periodista, historiador, lector acucioso, narrador
histórico, pero también analista y crítico de su contemporaneidad. Perteneció a
una generación que actuó al lado de la revolución mexicana desde sus tiempos
juveniles y estudiantiles, no solamente como testigo y protagonista, sino como
actor histórico de su contexto. Fue todo un personaje histórico desde su
formación profesional, pero también un actor de los episodios más destacados de
la historia de México en las primeras cuatro décadas del siglo XX.
Alessio Robles
se vio inmerso en el vaivén de la historia revolucionaria, primero como
estudiante, luego como testigo del maderismo, después como actor del
carrancismo y el constitucionalismo, al mismo tiempo como diplomático, y luego
como funcionario público del obregonismo. Esta experiencia permitió que se convirtiera
en periodista, escritor, historiador, y que su intensa labor intelectual diera
aportaciones indiscutibles a la narración y el análisis de la historia
contemporánea que le toco vivir.
Alessio fue un
escritor erudito, un conferencista informado y serio, un narrador histórico
acucioso, objetivo en sus juicios y tenaz. Su experiencia de vida fue,
indiscutiblemente, el germen de sus análisis políticos e intelectuales, con una
visión muy clara y contundente de los episodios y personajes más significativos
de la historia mexicana revolucionaria, con los que tuvo relaciones políticas,
diplomáticas, intelectuales, periodísticas y culturales.
La producción
intelectual de Miguel Alessio Robles fue muy vasta. Escribió una buena cantidad
de libros, artículos y aportaciones periodísticas, que estuvieron siempre
relacionadas con su circunstancia histórica, desde su natal Saltillo, hasta la
ciudad de México y algo más, sobre España y sus ciudades, en particular, y
Europa en general, recorrió principalmente Italia, Francia e Inglaterra. Era un
ensayista nato, un narrador histórico profundamente informado, un investigador
acucioso y sagaz, pero también un contador de historias lejanas de las
desviaciones de la intriga o el invento calumniador, sobre todo en lo que se
refería a los personajes y los acontecimientos. Tomaba sanas distancias, lo que
implicaba que sus narraciones eran lo más objetivas posibles, imparciales en el
análisis y en las consideraciones que como autor tenía sobre distintos tópicos.
En su escritura no se vio reflejada la ortodoxia ideológica ni la inquina de
los vencidos revolucionarios, tampoco la posición negativa en torno a los
acontecimientos de los que fue testigo y protagonista. Su valía narrativa era
indiscutible, lo que se estuvo reflejando en sus memorias personales.
A Miguel Alessio
Robles no lo atrapaba la ideología recalcitrante, porque su vocación estaba
centrada en narrar un conjunto de episodios y acciones de personajes con los
que había tenido una relación personal u oficial, un conocimiento, una
consideración constatable. Fue un humanista preocupado por el bien común, razón
fundamental de la revolución mexicana, de las batallas del pueblo y de la
historia patria, según sus constantes y claras apreciaciones. Creía en Dios,
como lo manifestó claramente en un prólogo de sus memorias, pero también en los
valores y principios del hispanismo que dio sentido a la identidad mestiza de
los mexicanos y que fue fundamental en el pasado nacional.
En el prólogo a
la Historia política de la Revolución
mexicana, en su primera edición publicada por la Editorial Botas en 1938,
Miguel Alessio Robles dejó reflejada su visión de la historia, cuyo estilo
rankeano y a lo Thomas Carlyle destaca:
La Historia
es una selección de acciones trascendentales y de hechos grandiosos, que
constituyen una enseñanza luminosa para todas las generaciones. Ellas bendicen
a los hombres por sus actos gloriosos y heroicos, y arrojan a los malvados a
las lívidas llamas de la execración y del odio universales. Vibran y se conmueven
ante la actitud magnánima o generosa de un héroe, y condenan a los viles que no
los guió otro afán que lucrar y satisfacer sus bajas ambiciones personales.
Los hechos
heroicos, los actos excelsos, las ideas de redención y de justicia, los
impulsos nobles, las actitudes patrióticas y desinteresadas, los ideales
brillantes, los principios fascinadores de todos aquellos que soñaron en hacer
de México un pueblo digno y fuerte, los recojo en estas páginas con un amor muy
grande y una profunda devoción.
Bajo esta visión
de la historia, Alessio Robles asumió su posición como protagonista, sobre todo
al condenar a los “malvados”, a Díaz, a Huerta, a Calles, a los traidores de la
Revolución, con el poder omnímodo del juicio de la historia, de las primeras historias
que los protagonistas revolucionarios, como él mismo, realizaban para el
conocimiento y análisis de ese proceso histórico que cambió y transformó a la
nación mexicana, porque, como Alessio anotó en esa primera edición: “¡Que la
juventud de nuestra Patria recoja en su espíritu esas altas enseñanzas de la
Historia¡ El Poder es efímero como una tormenta. Las acciones grandes e
inmortales se transmiten de generación en generación, muchas veces adornadas
con el ropaje de la poesía y la leyenda, para que resplandezca a través de
ellas la verdad”. Esta misma visión fue retomada en las memorias personales que
escribió años después.
La participación
de Alessio Robles en el vaivén revolucionario no impidió que expresara esas
consideraciones sobre su pensamiento, que reguló gran parte de su actuar
público y privado con posterioridad. Su estancia en España fue fundamental para
reforzar este pensamiento, como lo plasmó continuamente en sus memorias. Su
relación con el medio intelectual español y la visita de muchas ciudades
hispanas, favoreció que reforzara esa línea en torno a sus ideas. De hecho, sus
conferencias en España tuvieron una recepción amplia y absorbente, resaltando
la raíz y razón de la revolución mexicana, pero también del hispanismo
característico de la nación.
En España,
Alessio Robles entabló importantes relaciones culturales con el medio
intelectual, Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez, Ramón María de Valle Inclán,
Miguel de Unamuno, Azorín, Melchor de Almagro, los hermanos Machado, José
Ortega y Gasset, Ramiro de Maetzu, Enrique Díez Cañedo. Estrechó lazos de
amistad con varios mexicanos destacados que residían en Madrid, Artemio de
Valle Arizpe, Carlos Pereyra, Luis Urbina, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes,
Juan Francisco Urquidi, Raúl Carrancá, Luis Enrique Erro. Se entrevistó con
José Yves Limantour en París. Se impresionó con las atenciones recibidas del
Rey Alfonso XIII, a quien entregó sus cartas credenciales en persona en el
Palacio Real de Madrid.
Dos grandes
personajes de la revolución mexicana marcaron la vida pública de Miguel Alessio
Robles, Venustiano Carranza, con quien participó en la revolución carrancista y
constitucionalista contra el usurpador Victoriano Huerta –entre 1913 y 1915-, y
con quien compartió discursos, redacción de reformas legales, actos públicos y
reuniones, y momentos políticos intensos; y con Álvaro Obregón, amigo personal
con quien compartió la necesidad de que en Europa se conocieran y difundieran
los logros de la Revolución desde el punto de vista de los grandes vencedores,
pero también la experiencia de la función pública en un gobierno que intentó
reconstruir al país pese a la desavenencia y la confrontación
posrevolucionarias, relación de amistad que se estrechó desde 1913 y que se
reforzó aún más entre 1919 y 1923.
Para Miguel
Alessio Robles, la revolución significaba un gran movimiento social, una
epopeya transformadora, que era realizada por los pueblos para “cambiar de
gobiernos, de procedimientos y de sistemas”. En esto coincidía con Francisco I.
Madero. Las causas fundamentales de toda revolución se centraban en lo
siguiente: “Cuando no se escuchan los dictados de la opinión pública, cuando no
se gobierna de acuerdo con la ley y la justicia, cuando se vulneran los
principios fundamentales de la libertad humana, vemos rodar por tierra hasta
las más viejas y linajudas dinastías, hasta los más viejos y linajudos
poderes”. México no había escapado de estas causas en sus revoluciones, desde
la independencia, la revolución de Ayutla y, por supuesto, la revolución de 1910,
que derribó los sistemas y el contexto de injusticia, escasas libertades, falta
de honradez y despotismo de los asuntos públicos. El pueblo se cansó y lanzó el
camino de la transformación, bajo el liderazgo de importantes personajes que
supieron conducir los destinos del cambio político.
La
interpretación de Miguel Alessio Robles sobre la Revolución era,
necesariamente, ligada a los personajes que, mediante su acción, definieron el
curso de los acontecimientos que se acumularon para el logro de la transformación
histórica, es decir, la revolución era un ente dinámico que logró modificar a
la nación y encauzarla al sendero de la modernidad. El conflicto político fue
una constante del poder y los poderosos, proceso que marcó, indiscutiblemente,
la trayectoria revolucionaria que Alessio Robles plasmó con agilidad y buen
tino en el hilo conductor de una novedosa interpretación de la Revolución
mexicana. Sin duda, esta interpretación brindó grandes satisfacciones a su
autor que lo estimuló después a escribir sus memorias personales, ya con una
experiencia narrativa más personal y menos comprometida con la historia
mexicana o el contexto político.
La experiencia
como diplomático y funcionario público representó para Alessio Robles un
periodo justo para llevar a la práctica sus conocimientos humanistas y su
ideología hispanista, cuestión que lo confrontó con otros personajes como
Plutarco Elías Calles, con quien no compartió muchas cuestiones relacionadas
con las políticas públicas o la aplicación de la Constitución de 1917. De
hecho, Alessio se alejó del gobierno y de la participación política desde 1923,
por esa circunstancia.
Alessio Robles
se dedicó al ejercicio de su profesión de abogado con ahínco, fue una prioridad
en la vida futura. La estabilidad permitió que Alessio incrementara su
producción intelectual considerablemente mediante el ejercicio del periodismo,
la narrativa histórica, la literatura y la filosofía. La preocupación por la
historia de la revolución mexicana fue una constante, a través de obras
fundamentales como la Historia política
de la Revolución Mexicana, uno de sus libros clásicos en la historiografía
nacional; o sus estudios relacionados con el personaje y el gobierno de Álvaro
Obregón, del cual fue partícipe activo como ministro diplomático y secretario
de Industria y Comercio, además, por su intensa amistad personal.
La Historia política de la Revolución fue,
originalmente, un encargo que le hizo a Alessio Robles la Universidad Nacional,
como estableció en el prólogo, y donde el autor definía con claridad las
intenciones que buscaba en esta obra, desligándose de su papel de protagonista:
La
Universidad Autónoma de México me invitó para que escribiera la Historia de la
Revolución. Con gusto acepté esa honrosa invitación. Por las páginas de este
libro desfilan los principales personajes del drama que ha conmovido a nuestro
país. He procurado analizar los episodios y a los actores con toda serenidad.
Podrá haber pasión, podrá haber errores, pero nunca dolo o mala fe. No le hago
cargo injusto a nadie, ni a mis mayores enemigos, ni aun aquellos que llenaron
a mi Patria de luto, de sangre y de ignominia.
Era lógica esta
aclaración ante uno de los primeros balances de la Revolución, ya que la
mayoría de los protagonistas aún vivían en el momento en que se publicó esta
obra, que era un recuento entre los orígenes revolucionarios a finales del
porfiriato y el maximato callista y, brindando además, una interpretación
distinta a la plasmada por otras plumas destacadas como las de José Vasconcelos
y Martín Luis Guzmán, entre muchos otros, que habían publicado acerca de la
gesta revolucionaria mexicana. Don Miguel fue cauto en su historia política,
que en lo fundamental se centró en los actores principales y en los
acontecimientos que marcaron el proceso histórico revolucionario, y que
representaron una importancia inusitada en la visión del autor, pero que
también, bajo su juicio y su protagonismo consideró indispensables para la
narración.
El alejamiento
de la política permitió que Alessio Robles produjera una obra vasta y
consistente sobre distintos temas, personajes, acontecimientos políticos,
regiones, ciudades y obras culturales. Su narración como viajero fue
enriquecedora. En sus escritos aparecía también una amplia referencia a la vida
cultural, desde las corridas de toros hasta las obras de teatro y los
espectáculos, sin descartar su cotidiana visita a librerías y conferencias, a
los que era asiduo asistente, sin descartar las aportaciones de la dramaturgia
intelectual. En el último lustro de su vida fue cuando escribió sus memorias,
que son de gran valía para el conocimiento de su trayectoria pública, pero
también privada y familiar. Son unas memorias narrativas, de gran valor
histórico, no solamente por su trayectoria como personaje, sino como
historiador de la política, la diplomacia y la cultura de México en las
primeras cuatro décadas del siglo XX.
Las memorias de
Miguel Alessio Robles son una aportación al conocimiento no solamente de su
vida y trayectoria, sino de personajes, acontecimientos y hechos históricos de
finales del porfiriato, la revolución maderista, la lucha carrancista contra el
huertismo, el constitucionalismo, el obregonismo, el callismo, el periodo del
maximato y finales del decenio de los treintas del siglo XX. A esto hay que
sumar el rescate de personajes y obras culturales tanto de México como de
España. Su mirada acerca de la historia política, diplomática y cultural
representa una visión original del momento histórico que le tocó vivir.
***
Hacia 1910,
Miguel Alessio Robles contaba con 28 años, había nacido en Saltillo en 1882,
aunque algunas fuentes establecen que su nacimiento ocurrió dos años más tarde,
en 1884, otras dicen que un año después, en 1885; se coincide, sin embargo, en
que fue un 5 de diciembre. Sea lo que fuere, ante el advenimiento de la
Revolución, Miguel Alessio Robles ya tenía una formación profesional y una
experiencia cimentadas; sus primeros estudios los realizó en el Colegio de San
Juan Nepomuceno, luego, los secundarios y preparatorianos los emprendió en el Ateneo
Fuente, en Saltillo, Coahuila, para después ingresar a la carrera de abogado, a
partir de 1904, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en la Ciudad de
México. De hecho, recibió su título de abogado en 1909, justo en el momento de
mayor efervescencia nacional por la expresión del maderismo
antirreeleccionista, del que se hizo adepto incondicional y con el que
coincidía entonces en la necesidad de lograr un cambio político del país.
De hecho, su
relación con Francisco I. Madero se estableció mediante la lectura de La sucesión presidencial de 1910…, que
leyó y analizó a profundidad. Su entusiasmo por el libro de Madero hizo que le
enviara una carta felicitándolo por las consideraciones políticas que había
plasmado en el libro, sobre todo por su visión del cambio político a través del
reemplazo de los funcionarios públicos, mediante la organización y la
participación en los procesos electorales. Luego conoció personalmente a
Madero.
Desde 1909,
Miguel Alessio Robles tuvo estrechas relaciones intelectuales con algunos
miembros de la afamada Sociedad de Conferencias y Conciertos, cimiento del
Ateneo de la Juventud, donde participaban destacadas personalidades del mundo
intelectual, como Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Vicente
Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Teófilo Olea y Leyva, Manuel Gómez Morin,
Narciso Bassols, Luis Enrique Erro, Daniel Cosío Villegas, José Vasconcelos,
entre otros, que después destacarían también en los ámbitos culturales y
políticos de México en buena parte del siglo XX. Con quien más estableció
relación fue con Manuel Gómez Morín, amistad que perduró por muchos años.
Rodolfo Reyes fue otro personaje con quien entabló una intensa amistad
estudiantil y con quien compartía la lectura y el interés por la política. Con
Martín Luis Guzmán compartió actividades políticas en el constitucionalismo,
primero, luego en el campo intelectual tanto en la ciudad de México como en
Madrid. La inquietud intelectual de Alessio Robles fue una prioridad, por lo
que se acercó con ahínco al periodismo, la literatura, la filosofía, la
historia y la cultura, que reforzaron su sabiduría y, por ende, su erudición.
A diferencia de
sus hermanos, José y Vito, ambos con formación y experiencia militar, el
primero nacido en 1886, y el segundo en 1879, Miguel tuvo una formación
eminentemente humanista e intelectual, con inquietudes políticas muy claras que
lo fueron acercando a la participación política, sobre todo en la efervescencia
del maderismo revolucionario durante y después de 1909. Su participación
revolucionaria, sin embargo, no surgiría sino hasta 1913, luego de la Decena
Trágica y en oposición y guerra contra el usurpador Victoriano Huerta, como
tantos otros personajes de la revolución mexicana, no solamente por su
identidad coahuilense, sino por el involucramiento con la efervescencia
revolucionaria, sobre todo con los carrancistas.
Tras una
estancia breve en el extranjero, en La Habana y Nuevo Orleans, Miguel Alessio
Robles se incorporó a las filas del carrancismo en 1913, comandado por Venustiano
Carranza, de quien se definió como un gran admirador por su liderazgo en el
avance revolucionario y en la guerra contra el huertismo usurpador. Su
participación en las filas del carrancismo, llevaron entonces a Alessio Robles
a establecer relaciones estrechas con destacados revolucionarios,
principalmente con Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. Tales actividades en
el seno del constitucionalismo en ciernes lo condujeron a ocupar la cartera de
Justicia durante el gobierno de Eulalio Gutiérrez, otro coahuilense
distinguido, en 1915, y luego a cumplir una misión cultural en España, como
enviado del Primer Jefe Carranza, a partir de 1916, que le permitió visitar
varios países europeos en labores confidenciales. Por esta estancia se
convirtió en un admirador de la cultura española, especialmente de la ideología
hispanista. En esta misión brindó conferencias, estableció contactos y
fortaleció la divulgación de la revolución mexicana, principalmente en España.
Sus labores confidenciales se restringieron a establecer la disposición del
gobierno mexicano por resarcir a los intereses españoles afectados por la
revolución mexicana.
A su vuelta de
Europa, Miguel Alessio Robles se estableció en la Ciudad de México, para
conducir su despacho de abogado, sin apartarse del todo de la actividad
política y las relaciones públicas; admiró así la obra de la Revolución, la
aplicación de la Carta Magna de 1917 y el liderazgo presidencial que ahora
tenía Venustiano Carranza en calidad de presidente de la república. Pudo entonces
dedicarse también a la lectura sobre diversos y variados temas de historia,
literatura y política.
La efervescencia
política producida por la sucesión presidencial de 1920, prácticamente desatada
desde el año anterior, ocasionó el enfrentamiento entre los sonorenses
vencedores militares de la Revolución y el presidente Carranza, lo que
nuevamente mantuvo en vilo la estabilidad política anhelada por los mexicanos
para cimentar y dar cauce al Estado surgido de la gesta revolucionaria.
Aunque Miguel
Alessio Robles admiraba al presidente Carranza, no dejó de considerar que su
intervención en la sucesión presidencial en contra de la candidatura de Álvaro
Obregón era descabellada y una traición a la revolución vencedora. Los lazos de
amistad de Alessio Robles con los sonorenses, adicionalmente, ocasionaron que
éste apoyara a Obregón frente a Carranza, figurando en el Centro Director
Obregonista, como coordinador de Prensa, afiliado al Partido Liberal
Constitucionalista desde inicios de 1920; luego, en abril del mismo año, ayudó
a Obregón a escapar de la cárcel de la Ciudad de México para lanzarse a la
lucha en contra del presidente. El movimiento de Agua Prieta ocasionó la huida
y muerte del presidente Carranza en mayo de 1920.
Miguel Alessio
Robles figuró entonces como secretario particular del presidente interino,
Adolfo de la Huerta, por lo que su actividad política fue destacada y útil.
Tuvo que ver con los actores y fuerzas políticas del momento, y colaborar en el
esfuerzo de la pacificación revolucionaria. Durante la presidencia de Obregón,
Alessio Robles fue enviado a España, en calidad de Ministro plenipotenciario,
encargado de divulgar al movimiento aguaprietista y de difundir el proyecto
obregonista para la presidencia de México. Antes de su partida se casó con Doña
Josefina Fernández en el templo de Santa Brígida, siendo apadrinado el
matrimonio por el mismísimo presidente de la república. En Madrid se involucró
con el medio intelectual español y viajó por varios países, además estrechó
lazos de destacada importancia con el medio intelectual hispano.
A partir de
1922, Alessio Robles se convirtió en secretario de Industria, Comercio y
Trabajo. Fue entonces cuando estrechó aún más una intensa amistad con el
presidente de la república, a quien admiraba y respetaba, y con quien convivía
cotidianamente, cargo al que renunció tan luego se definió la candidatura
presidencial de Plutarco Elías Calles, con quien no compartía la menor
simpatía, pues no lo admiraba ni lo consideraba un líder político de altas
miras y visión, a diferencia de su admiración por los liderazgos de Madero,
Carranza y Obregón. Don Miguel consideró que el callismo implicaba un retroceso
de la Revolución, considerando, sobre todo, el autoritarismo que reflejaba
Plutarco Elías Calles desde que fue gobernador de Sonora, luego secretario de
Gobernación, y por su carencia de visión del servicio público, tan necesaria de
emprender en el país por los gobernantes y los funcionarios. Cuenta don Miguel
que a pesar de que se llevaba muy bien con Calles, se hablaban de tu, no
compartía su estilo autoritario y su dureza de carácter.
Desde finales de
1923, Miguel Alessio Robles se retiró de la vida política para dedicarse al
despacho jurídico, pero también a la lectura, el análisis y la escritura, que
pronto le dieron amplias satisfacciones en el periodismo, la publicación de
libros y la impartición de conferencias. Su trayectoria revolucionaria pronto
se reflejó en su producción intelectual que como protagonista se inclinó por la
historia que le tocó vivir.
La obra escrita
de Miguel Alessio Robles fue realizada con intensidad durante esos años, con
interés especial en el análisis de las ideas hispanistas, en la literatura, en
el relato de viajes, en la historia de ciudades y provincias, en referencia a
la acción y características del obregonismo, y en muchos otros asuntos
puntuales de su interés, educación, filantropía, el comportamiento de los
funcionarios públicos, la dramaturgia, la vida artística y cultural.
Durante el
decenio de los cuarentas, Alessio Robles cultivó el periodismo, el ensayo, la
crítica literaria, el análisis histórico y el ejercicio de su profesión,
incluso participando con viejos amigos y conocidos, como Manuel Gómez Morín, en
actividades políticas partidarias. Fue miembro del Consejo de Fundadores del
Partido Acción Nacional desde diciembre de 1939, director de la Revista Todo y Nuevo Mundo, y amante de la lectura y la escritura.
Miguel Alessio
Robles falleció el 10 de noviembre de 1951, en la Ciudad de México, luego de
complicaciones por una fractura de un fémur. Sus restos fueron cremados y
conservados por su familia durante algún tiempo, hasta que fueron depositados
en una cripta de la Iglesia de Santa Cruz del Pedregal. Alessio dejó un gran
legado intelectual, que sigue latente y vivo dentro de la historiografía
mexicana contemporánea, y del cual hay que aprender y estudiar, rememorar y
valorar.
***
Entre 1928 y
1946, Miguel Alessio Robles produjo importantes publicaciones: Las dos razas (1928); México y España, junto con José Vasconcelos
(1929); Voces de combate (1929); Dos asuntos hispánicos (1929); Senderos (1930); Ídolos caídos (1931); La
ciudad de Saltillo (1932); La ciudad
de México (1932); El estado de
Michoacán (1932); Perfiles de
Saltillo (1933); Estudios literarios
sobre José García de Letona, con
Artemio de Valle Arizpe (1934); Ideales
de la Revolución (1935); Obregón como
militar (1935); Ramos Arizpe
(1937); La responsabilidad de los altos
funcionarios (1937); Historia
política de la Revolución (1938); La
cena de las burlas (1939); En defensa
de la civilización (1940); Winston
Churchill (1944); La filantropía en
México (1944); La Escuela Normal de
Coahuila (1945), Antología selecta
(1946); Alemán y la libertad de prensa
(1950).
A partir de
1946, Miguel Alessio Robles se dedicó a escribir sus memorias, a instancias de
su hijo Miguel, que con 17 años había participado en la conformación y
publicación de Antología selecta
durante ese año.
Las memorias
fueron escritas entre 1946 y 1951. El primero y el segundo tomos se publicaron en
1949, el primero con el título de Mi
generación y mi época, y el segundo con el título de A medio camino, por la Editorial Stylo, con 2, 000 ejemplares cada
uno, que fueron acogidos con entusiasmo por los lectores.
La dedicatoria
al primer tomo fue para su hijo Miguel:
Le mostré al
joven recopilador esos proyectos, y no aceptó ninguno. “Cuando escribas tus
memorias, entonces me las dedicas”, expresó rotundamente. Y púseme a
escribirlas desde ese momento para corresponder a los nobles deseos de mi hijo,
que se había afanado ahincadamente en seleccionar y clasificar esa obra. Por
eso hoy le dedico este libro, con todo fervor y cariño, y como un merecido
homenaje a su generoso empeño de obligarme a escribir estas memorias donde
narro los principales episodios de mi vida.
El primer tomo
se refirió a los años de 1904 a 1917, época en la que Alessio Robles residió en
la ciudad de México como estudiante, y desde donde fue testigo de la época más
dramática de la efervescencia revolucionaria:
La primera
parte de estas memorias comprenden desde que llegué a la Ciudad de México, el
cinco de enero de 1904, a estudiar en la Facultad de Jurisprudencia, hasta el
año de 1917. Recuerdos de juventud y de estudiante. Acontecimientos nacionales
y extranjeros que conmovieron mi espíritu. Los escritores, los poetas, los
artistas, los pintores, los hombres de ciencia y los personajes notables que he
tratado en mi vida, todos ellos recordados en estas páginas dedicadas a mi hijo
a quien lego el limpio ejemplo de dignidad y de decoro que he sabido guardar en
las luchas tormentosas de mi México inquieto y batallador, para que él lo siga
en la brega perenne por la existencia, y así tendrá siempre, como la he tenido,
la infinita misericordia de Dios.
En esta primera
parte, Alessio Robles recuerda su vida como estudiante preparatoriano en el
Ateneo Fuente de Saltillo, Coahuila, a sus amigos y condiscípulos, a los
maestros y a las autoridades, así como su llegada a la ciudad de México para
estudiar en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, junto con otros jóvenes
condiscípulos. Su vida estudiantil fue intensa y divertida, asistía con
frecuencia a corridas de toros y espectáculos artísticos, pero también a actos
académicos e intelectuales que abundaban en la ciudad. Formó parte de un grupo
estudiantil llamado “La Horda”, al que pertenecían Hipólito Olea, Nemesio
García Naranjo, José María Lozano, Artemio de Valle Arizpe, Rodolfo Reyes,
Diódoro Batalla, Rubén Valenti, Miguel Lanz Duret, Alfonso Rosenweig, Alfonso
Teja Zabre, entre otros más, que fueron entrañables amigos en el futuro.
A inicios de
1909 tuvo un primer acercamiento personal con Francisco I. Madero, luego de
haberse carteado con él. Asistió a una reunión nocturna en la calle de Atenas
núm. 61, que era la casa de Fernando Iglesias Calderón, a donde fue invitado
por Madero. En esa reunión estaban Emilio Vázquez Gómez, Toribio Esquivel
Obregón, Filomeno Mata, Manuel María Alegre, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada. La
reunión tuvo por objeto solicitarle a Iglesias Calderón la organización del
Partido Liberal. Fue su primer contacto con la revolución maderista.
El 5 de junio de
1909, Alessio Robles obtuvo el título de abogado, para después ser testigo de
la “tormenta de la política” que inundó al país. Se dedicó al bufete jurídico
que logró establecer en la calle de Medinas. La tormenta maderista inundó la
vida del país. Siempre estuvo atento a los acontecimientos. Su posición de
testigo se mantuvo: “Nuestra generación contempló la caída del viejo régimen y
el advenimiento del nuevo”. En abril de 1913 fue detenido y conducido, junto
con José Vasconcelos, a la Penitenciaría de Lecumberri, por conspirar contra el
gobierno del usurpador, pero el mismísimo Victoriano Huerta los mandó llamar a
Palacio Nacional para amenazarlos de que si seguían conspirando, entonces
serían desaparecidos, considerando que eran unos “jóvenes brillantes”. Este
hecho marcaría la vida futura de Alessio Robles. Viajó a La Habana, luego a
Nueva Orleans y después a Piedras Negras, Coahuila. Fue en ese momento cuando se
presentó con Venustiano Carranza, para participar en el movimiento contra el
usurpador. Se vio inmerso en la vorágine revolucionaria y no se apartaría sino
diez años después.
La experiencia
constitucionalista en Sonora, Sinaloa y Chihuahua permitió que Alessio Robles
se involucrara con los principales líderes del movimiento contra Huerta. Fue
cuando empezó una amistad estrecha con Álvaro Obregón, al igual que con otros
generales. No se apartó de Carranza, a quien siguió hasta la toma de la ciudad
de México luego de la renuncia de Huerta. A inicios de 1916 inició su
experiencia diplomática en España, que concluyó en Costa Rica en los primeros
meses de 1917.
En cuanto al
segundo tomo, Alessio Robles lo dedicó a su esposa, Josefina Fernández. El
libro recorría una etapa fundamental en su vida, comprendiendo de finales de
1917 hasta el otoño de 1921, que definió como una etapa muy agitada. Es un
volumen enriquecedor, porque abordó su vinculación con el grupo de los “Siete
Sabios”; los problemas entre el presidente Carranza y los sonorenses; su
participación como secretario particular del presidente interino Adolfo de la
Huerta; y su misión como ministro y embajador en España, donde reconoció el
advenimiento de su hispanismo, con estas palabras:
Recuerdo,
también, la brillante labor realizada por los secretarios y los cónsules
mexicanos, y la meritísima tarea que llevaron a cabo los doctores José Tomás
Rojas, Juan Luis Torroella y los estudiantes universitarios que me hicieron la
distinción de acompañarme. A estos jóvenes estudiantes les debo,
principalmente, el honor inestimable de haber hablado en las ceremonias
celebradas en la casa del Cardenal Cisneros y en la Universidad de Madrid.
Desde esas tribunas ilustres le rendí a la gloriosa España un fervoroso homenaje
de admiración y de gratitud por todo lo excelso que sus hombres preclaros
realizaron en mi Patria, y por las proezas insignes consumadas en el mundo para
lograr que no desparecieran las egregias conquistas de la civilización
universal.
Para Alessio Robles,
los “Siete Sabios”, Manuel Gómez Morín, Alberto Vázquez del Mercado, Teófilo
Olea y Leyva, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Antonio Castro Leal y
Jesús Moreno Baca, que conoció en su época de estudiante en la Escuela Nacional
de Jurisprudencia, habían influido sobre manera en su formación intelectual. Su
interés por la filosofía, la literatura y la historia en mucho debía a esas
personalidades, sin descartar a todos aquellos con quienes compartió amplios
conocimientos.
Además, en este
segundo volumen de sus memorias, Alessio relató su estrecha relación con Álvaro
Obregón, su participación en el proceso de la sucesión presidencial de 1920.
Fue doloroso el enfrentamiento entre Obregón y Carranza, pues a ambos los
admiraba sobre manera. Pasado el trago amargo de la muerte de Carranza, Alessio
participó en el gobierno interino de Adolfo de la Huerta, otro entrañable
amigo, con quien compartió, desde la secretaría particular de la presidencia,
muchas experiencias relacionadas con la pacificación del país. Después narra el
inicio del gobierno obregonista y las razones por las cuales el caudillo
presidente lo nombró embajador en España. Su misión diplomática consistió en
estrechar lazos, pero también convencer a los españoles de las intenciones
gubernamentales del nuevo gobierno en relación con los intereses hispanos
dañados como efecto de la revolución. Divulgar la obra revolucionaria fue un
encargo especial. Gran parte del segundo tomo estuvo dedicado a su experiencia
española como diplomático. Su misión fue cumplida con creces, fue una
experiencia estimulante y activa, tanto en el campo de las relaciones
internacionales, como en el ámbito intelectual.
El tercer tomo
de las memorias de Miguel Alessio Robles se publicó en 1950, dedicado a su hija
María de Lourdes, que comprendió la etapa del otoño de 1921 hasta el invierno
de 1923, que narra sus actividades en Europa y su desempeño como Ministro de
Industria y Comercio en el gobierno de Álvaro Obregón. El cierre del tomo 3,
sin embargo, concluyó con un análisis del gobierno de Plutarco Elías Calles,
hasta el asesinato del caudillo Obregón en julio de 1928.
En el otoño de
1921, Alessio Robles volvió de su misión en España, luego de visitar Italia,
Francia e Inglaterra. Su intención era dedicarse a su bufete jurídico. Sin
embargo, su amistad con el presidente Obregón, quien lo recibió en la estación
Colonia de ferrocarriles procedente de Nueva York, hizo que fuera designado
Secretario de Industria y Comercio, luego de la renuncia de Rafael Zubarán
Capmany por un escándalo de tráfico de influencias del que el presidente y la
opinión pública se habían enterado. Alessio Robles no pudo resistirse a
participar ahora como funcionario público. Obregón le tenía mucha confianza y
no quiso que Alessio regresara a Europa en misión diplomática, mucho menos, que
se dedicara a atender su bufete jurídico en la ciudad de México. Alessio Robles
se convirtió, además, en asesor y confidente del presidente.
El nuevo
ministro se rodeó de importantes funcionarios, dos de ellos miembros del grupo
llamado de los “Siete Sabios”, como Alberto Vázquez del Mercado y Alfonso Caso.
Su desempeño como ministro de Industria fue fructífero, tratando asuntos
relacionados con el petróleo, la reforma agraria, el establecimiento de
industrias, el fortalecimiento del mercado nacional, el control de los obreros,
etcétera. Luego se vio inmerso en el conflicto político por la sucesión
presidencial, era amigo personal del presidente Obregón y de Adolfo de la
Huerta, por lo que en repetidas ocasiones tuvo que mediar entre ambos, sobre
todo cuando se desató el problema de la sucesión en la opinión pública. El
conflicto entre Obregón, Calles y De la Huerta por la sucesión orilló que
Alessio Robles renunciara al ministerio de Industria y Comercio en octubre de
1923. Obregón aceptó la renuncia, considerando a Alessio Robles como un leal
amigo, del que había recibido sabios y objetivos consejos, entendió que la
desavenencia con De la Huerta había sido una razón de peso para la renuncia,
además por la desavenencia que Alessio tenía con Calles. Alessio no quería
verse inmiscuido en el tema de la rebelión delahuertista que, desde inicios de
diciembre de ese año, fue un hecho. El triunvirato, como le llamó, se enfrentó
con severas consecuencias políticas para la nación.
El tercer tomo
de las memorias termina con un capítulo dedicado al callismo, al que se refiere
como un periodo histórico que ocasionó el retroceso de la revolución mexicana
que habían enarbolado los presidentes Carranza y Obregón, aunque la obra
pública de Calles era de destacarse. Calles no era del agrado de Alessio y, de
hecho, fue una de las razones de peso para que se apartara del gobierno
obregonista, para dedicarse a su vida profesional, cerrando un ciclo grande de
su participación pública en la vida mexicana revolucionaria.
Durante buena
parte de 1951, Miguel Alessio Robles continuó escribiendo sus memorias en un
cuarto tomo, que no alcanzó a entregar a la editorial Stylo para su
publicación. Quedó inédito y se tituló La
luz en el sendero. Establecía de entrada que abarcaba desde el invierno de
1924 hasta el verano de 1939, y que su posición de narrador nato no ofendía o
calumniaba a nadie, a ningún personaje, porque su vocación era resaltar los
hechos y las virtudes. Alessio Robles se despedía de su escritura, señalando:
En estas
narraciones podré cometer un error. No lo niego. No puedo negarlo. Es una ley
humana. Pero, en todo caso, lo hago sin malevolencia alguna. El escritor, para
que lo respeten, debe respetarse a sí mismo, no vulnerando los fueros de la
verdad, no trasponiendo los umbrales de todo aquello que hay de más noble y más
elevado para el hombre. No le tengo odio ni rencor a nadie. Desdén, sí, a los
ruines, que no han realizado ningún acto grande y generoso. Mejor dicho, me dan
compasión; pero estos sentimientos no logran mover mi espíritu para que les
dedique un solo renglón de enojo. Ellos de antemano están condenados.
El escritor
debe levantarse sobre todas las miserias y las pequeñeces de la vida. Su misión
es alta, nobilísima. Su pluma está consagrada a defender las causas grandes, el
imperio de la ley, los amplios dominios de la justicia y de la libertad.
Desventurado del hombre que jamás ha levantado su voz para reprobar un crimen o
una tiranía; con mayoría de razón el escritor, al que Dios le ha puesto una
pluma en su mano para que condene la infamia y la arbitrariedad y encomie las
acciones magnánimas, los actos nobles y caritativos, los episodios heroicos y
trascendentales que han llenado de resplandores los horizontes del mundo.
Además recordaba
que su escritura estaba vinculada con la libertad, y que su participación
pública, sobre todo en la revolución constitucionalista al lado de Venustiano
Carranza, había marcado su carácter, su honestidad intelectual y su vocación de
narrador histórico. Alessio Robles emprendió un recorrido por la historia
mexicana entre 1924 y 1939, ya sin estar vinculado a la política oficial,
resaltando a personajes como Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio
Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez, Aarón Sáenz, Manuel
Gómez Morín, que dominaron la escena política del país, pero también
acontecimientos relacionados con la historia española, materia de especial
interés para el autor.
El volumen narra
sus apreciaciones en torno a la rebelión delahuertista; al conflicto religioso
entre la Iglesia y el Estado; sobre su amistad con el torero español más famoso
del momento, Rodolfo Gaona; los atentados que sufrió el caudillo Obregón y que
llevaron a su asesinato en julio de 1928; los rasgos más significativos de la
presidencia de Plutarco Elías Calles; los acontecimientos relacionados con el
llamado “Maximato”, entre 1928 y 1934; los problemas religiosos en el primer
lustro de los treintas; su participación en el Consejo de la Cruz Roja; su
amistad con Manuel Gómez Morín; y sus apreciaciones sobre la república española
y la guerra en España, asuntos a los que dedica varios capítulos. El volumen es
más distante en torno a los acontecimientos que narra, sobre todo en lo que se
refiere a la dinámica política mexicana, menos intensos en comparación con los
demás.
Se intuye que el
tiempo no alcanzó a Miguel Alessio Robles, para relatar sus memorias
relacionadas con el periodo de 1939 a 1951. Suponemos que tenía planeado un
quinto tomo. La muerte impidió que Alessio relatara sus apreciaciones sobre
este periodo, donde participó en las actividades del Partido Acción Nacional.