Para César G. Cabal
Por la amistad
La numerología mexicana anota que los números 21 tienen que ver con episodios fundamentales de la historia. Han implicado impactantes sucesos cada cien años. No tanto en cuanto a cambios o transformaciones, sino a hechos contundentes que han dejado huella en la identidad mexicana para bien o para mal. Han implicado honda huella en la historia, han sido un antes y un después. Son años marcados por la fatalidad o la buena ventura, donde destacaron importantes personajes, guerras, batallas, movimientos o enfrentamientos y polarizaciones sociales, pero igual donde se dieron negociaciones, conciliaciones o diálogos de unidad y de esperanzas. Cualquier astrólogo lo diría, algún experto en numerología lo advertiría o lo constataría.
Ahora dicen que en 1321 se fundó México-Tenochtitlan de acuerdo a un calendario lunar inexistente, y que supuestamente se cumplen ahora 700 años de la existencia “formal” de una ciudad inexistente. No hay evidencia histórica documental que pueda fundamentar esta fecha, ni mucho menos una certeza mínima de algún testimonio, crónica o códice que lo diga. A pesar de esta invención, el gobierno actual hasta festejó la efeméride inventada, sacada de la manga de algún intelectual que le dio gusto al encuadramiento de un programa de festejos, creíble solamente por los funcionarios gubernamentales que usualmente desconocen de historia porque no leen o se documentan suficientemente. Los aztecas dijeron que en ese sitio se asentaran los mexicas. Era el lugar indicado porque allí anduvo el águila posada en el nopal con una serpiente, símbolo fundamental del asentamiento que se creó pero no se fundó sino hasta 1325. Año crucial para el establecimiento. Antes nada. De luna tampoco.
Cien años después, en 1421, los mexicas seguramente ya habían hecho construcciones y estuvieron asentados en esa isla rodeada por el lago inmenso del Valle de México. Vivían con tranquilidad con un paisaje natural, hermoso y apacible. Los volcanes fueron testigos de eso. Ilusión que solamente existe en el imaginario de la vida mexica de aquel entonces, desconocemos los acontecimientos que les marcaron, pero se supone que anduvieron fundando, expandiendo o conquistando a poblaciones cercanas en un extenso terreno. La naturaleza brindó riqueza para la expansión y la consolidación de la ciudad mexica que edificó un imperio, con una cultura fundamental de su asentamiento en el Valle, que se convirtió en centro económico, social, político y cultural de Mesoamérica. Los mexicas estuvieron aislados hasta cierto punto, pero expandiendo su imperio en varios espacios aledaños hacia las costas y el interior de lo que por entonces era México. Su estructura política dio certeza al futuro desde entonces, con muy largo plazo. Mientras, los chinos descubrieron que había mundo más allá del mar, porque en ese año se hicieron a la mar mediante la navegación que llevó a otras latitudes su inmensa cultura milenaria.
Para 1521 vino una ola tremenda ocasionada por el descubrimiento de América por los españoles en 1492. La Española y Cuba fueron el comienzo de la presencia hispana en América, porque ya antes anduvieron otros grupos europeos de curiosos en las costas americanas, según se han tenido noticias. Desde 1518, los españoles anduvieron llegando a las islas del Caribe y, con ello, las exploraciones llegaron a penetrar en el territorio de lo que entonces era México. Pasaron al sureste y al oriente, para luego llegar a la costa del Golfo de México en un punto donde fundaron la Villa Rica de la Veracruz. Inicio de la conquista prácticamente. Los contactos con los mayas y totonacas pronto dieron certeza de la existencia del Imperio mexica. La búsqueda del oro y de la gloria obsesionó a los conquistadores, encabezados por Hernán Cortés. Las noticias llegaron a Moctezuma, emperador mexica que, asombrado y miedoso, envió espías y emisarios para tener contacto con los dioses blancos y barbones que habían llegado cubiertos de metal. El encuentro fue en noviembre de 1519 entre Cortés y Moctezuma, preámbulo de las desgracias que vinieron después. La hospitalidad se tornó en hostilidad muy pronto. El abuso se incrementó, la respuesta fue sangrienta, por ende, sobrevino la guerra.
1521 fue un año tremendo para los mexicas. Tlaxcaltecas y totonacas y otros grupos aprovecharon la presencia de los conquistadores españoles para combatir a los mexicas dominadores. La confluencia implicó una guerra violenta. Los españoles buscaron el oro, la dominación entera para entregar la tierra a Carlos V. Las desavenencias con los líderes mexicas, Moctezuma, Cuitláhuac y Cuauhtémoc llevaron a una guerra cruenta por conquistar México-Tenochtitlán. Pedro de Alvarado fue el iniciador práctico de la violencia sangrienta en 1520, que llevó a la muerte de Moctezuma y el apresamiento de sus herederos. Alvarado fue el segundo de Cortés en el grado de violencia y sangre, sin negar, por supuesto, la acción de los demás acompañantes. Los conquistadores y sus aliados lo lograron luego de los ataques que produjeron casi 300 mil muertes y otro número grande de heridos o desplazados. La ciudad quedó en ruinas y oliendo a muerte, sangre y destrucción luego de un sitio de tres meses. La inanición, la falta de agua y el encierro, enloquecieron a los mexicas que, en mero momento, quisieron huir lanzándose al lago, casi en suicidio colectivo, con niños, jóvenes y mujeres que no deseaban ser asesinados con crueldad como ya había acontecido. La conquista, en definitiva, comenzó a partir del 13 de agosto de ese año. Ahí se dio el nacimiento de Nueva España, del virreinato, que duraría 300 años. Lastre histórico que es parte de la identidad mexicana queramos o no.
Ya para 1621, la Nueva España experimentaba cierto orden de los componentes virreinales. El orden civil y religioso mantuvo a las provincias en cierta calma, a pesar de las amenazas de las epidemias que afectaron mucho más a los indígenas, como el matlalzáhuatl o la viruela, que en años cercanos y adyacentes hicieron estragos. Las milicias hacían lo propio para contener posibles rebeliones indígenas. Luego de ocho años, el Virrey Diego Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcázar, fue removido del mando del virreinato, ya que fue nombrado Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, Marqués de Gelves y conde de Priego, como capitán general y Virrey de Nueva España. El cambio ocasionó ciertos ajustes en el gobierno virreinal, que fueron vistos como trastornos gubernamentales severos. En España murió Felipe III, luego de un periodo de cierta paz y orden en el reino, se ocasionó un desajuste por la sucesión, mediante la cual ascendió al trono un chico de 15 años, Felipe IV, que inauguró una época de inestabilidad y guerras, con un control alejado de Nueva España. Fue un año de estancamiento y cierta estabilidad, pero de enfado y tranquilidad.
Para 1721 los borbones ya se hicieron cargo del imperio español. Felipe V pudo estar en condiciones de firmar un tratado de paz con Francia, eterno rival, por lo que políticamente hablando hubo cierta estabilidad. Mientras, el rey hizo cambios en el mando de Nueva España, reemplazando al Duque de Béjar y de Arión, marqués de Valero, Baltasar de Zúñiga y Guzmán, por el II Marqués de Casa Fuerte, Juan de Acuña y Bejarano, que estaría en el mando entre 1722 y 1734, doce años con clara tendencia borbónica en cuanto a la administración. España también estuvo presente en la firma de la llamada Triple Alianza con Francia y Reino Unido, participando en la pacificación de Europa como buen Imperio.
1821, en cambio, fue un año de transición, como decimos en la actualidad, entre la guerra de la insurgencia por la independencia, y la negociación y conciliación que darían los logros y resultados de la consumación. México transitó entonces a ser una nación independiente y autónoma. En ese año se dieron documentos fundamentales para eso. El Plan de Iguala en el mes de febrero, los Tratados de Córdoba en agosto y el Acta de la Independencia del Imperio Mexicano, en septiembre. El actor fundamental de esta historia fue Agustín de Iturbide, que se constituyó en el libertador de México. La insurgencia doblegó sus esfuerzos por la postura conciliadora de Vicente Guerrero. Nació la bandera de México, como un emblema de la unión, la religión y la independencia. El ejército de las tres garantías entró triunfante a la ciudad de México, lo que significó un emblema de la conciliación, pero también del nacimiento de la nación mexicana. La guerra por la independencia había ocasionado una grave crisis económica, debido a la paralización de la producción agrícola y manufacturera y comercial, por lo que era indispensable estructurar un gobierno nacional que favoreciera la estabilidad y crecimiento de la economía. La pacificación y la creación de leyes fue una prioridad de la nueva república. No todo cambió de la noche a la mañana.
1921 representó el inicio de la reconstrucción de México luego de la revolución que convulsionó al país desde antes de 1910. Los vencedores de la revolución, el grupo sonorense, encabezado por el general Álvaro Obregón, el gran caudillo, y ahora presidente constitucional de la república, ahora conmemoraron los cien años de la consumación de la independencia, retomando los símbolos que la caracterizaron, en cuanto a la unidad y la conciliación, ya que se planteó la necesidad indiscutible de la conciliación y la estabilidad, indispensables para lograr una reconstrucción revolucionaria basada en la Constitución de 1917, que finalmente representó en el papel el logro y resultado de una revolución cruenta, con más de un millón de muertos y todo un historial de batallas y enfrentamientos. Los valores de la justicia, la libertad y la igualdad se enarbolaron para lograr la pacificación y generar las condiciones para la posrevolución. Fue un año de expectativa y cierta estabilidad. La falta de infraestructura pública y privada no permitía generar un desarrollo económico que insertara a México en el mundo, también en crisis luego de la gran guerra. Ese año fue indispensable estabilizar a la sociedad y a la política, mediante la pacificación general y la composición de un gobierno que diera certezas y proyectos, como fue el caso del impulso a la educación y la cultura, la generación de instrumentos financieros y la búsqueda del reconocimiento estadounidense. La inserción de México en el capitalismo mundial fue una posibilidad necesaria para el gobierno obregonista, base de la posrevolución y de la aspiración de un México moderno.
2021, en cambio, ha resultado en ser un año de inmensa crisis, tanto en lo social y económico, como en lo político y cultural, sin contar la estructura ambiental trastocada en todo país. Se cuenta con un gobierno que polariza a la sociedad mediante una política personalista y desigual, que no ha logrado crear las condiciones indispensables para el crecimiento económico. Para colmo, desde el 2020, los efectos de la pandemia por el covid19 han sido desastrosos, con más de 200 mil muertes oficiales, que no reales, y la inmensa crisis económica que esto ha conllevado, y que el gobierno ha sido incapaz de contener. Más de 50 millones de pobres, con una inseguridad tremenda, con una desigualdad social que ha generado marginación y miseria, el país además atraviesa con una crisis ambiental profunda y necesidades de salud, vivienda, educación, cultura, para más de 120 millones de habitantes. México es un país que atraviesa una inmensa crisis en todos los órdenes. La política está trastocada y no funciona para la sociedad. Pobreza, inseguridad, crisis ambiental, violencia, falta de legalidad, cifras endebles en educación, sistema de salud ineficiente, son retos que condicionan al futuro nacional, en un año convulso. La transición política en torno a la democracia está debilitada por un presidencialismo autoritario y mediocre, con atraso y para nada moderno y actual. El sistema político que hace fuerte al gobierno en los tres niveles, ejecutivo, legislativo, judicial, se encuentra trastocado y confundido, lo que hace que la democracia mexicana se tambalee cada día. El año rememora los grandes momentos de la nación mexicana, sin vislumbrar el futuro ni tener una luz que permita caminar el sendero de otros cien años de historia.
Los 21 son kármicos, son definitorios en lo bueno y en lo malo. Modifican las estructuras y las coyunturas explotan con un cúmulo de acontecimientos y hechos. El ritmo de la historia se altera en modificación o permanencia. Desde sangre y muerte, hasta acuerdos por escrito, polarización política o reconciliación. La lucha por la unidad se ha impuesto como palestra y bandera. La identidad mexicana debe contemplar siempre a los 21 como momentos definitorios. Dan certeza y rumbo, senderos u oscuridad. El ritmo de nuestra historia común.
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