agosto 22, 2021

1521, 1821, 1921, 2021, años de historia e inicio de rumbos

 

En la historia de México hay años significativos que se tienen que recordar dentro de la memoria colectiva del presente. Son años que han marcado la evolución mexicana y forman parte de su identidad social e histórica. Años donde los acontecimientos y sucesos dejaron una huella en la historia nacional, y que forman parte de lo que somos ahora. 2021 es un año significativo para recordar los momentos que han marcado a México.

500 años de la caída de Tenochtitlán ante los españoles; 200 años del Plan de Iguala; 200 años de los Tratados de Córdoba; 200 años de la consumación de la independencia; 100 años de la creación de la Secretaría de Educación Pública; son los sucesos más destacados de la historia de México, que hay que recordar y rememorar en 2021. Son efemérides importantes, pero también parte de nuestra memoria colectiva actual. Rememoran sucesos, pero también grandes personajes o documentos fundacionales, todos momentos y circunstancias que hay que recordar por su valía.

La caída de Tenochtitlán dio paso al éxito de la conquista española. Fue el inicio del periodo colonial que duró 300 años, que marcó indiscutiblemente a México en su historia e identidad. Fue un momento de destrucción y muerte para el imperio mexica, puntal del territorio y de la estructura indígena que fue base de México. Pero igualmente, fue el comienzo de la Nueva España, que sería fusión de dos culturas y dos sociedades, con ámbitos civiles y religiosos, que a su vez representaron al mestizaje, el dominio de los criollos y el sojuzgamiento de los indígenas. La evangelización y la Iglesia católica hicieron lo propio. Fue un periodo sangriento, cruento, de enfrentamiento y muerte, asesinato y lucha frente a frente. El fuerte se impuso contra el débil, trauma de siglos. Fueron momentos tremendos, coloniales al fin.

Luego de 300 años sobrevino la debacle de la conquista y de la colonia española. Nueva España se derrumbó por los aires de libertad, soberanía e independencia. El liberalismo ilustrado y los vientos de autonomía y nacionalismo llegaron para desmembrar al mundo novohispano. La independencia tuvo su origen en el descontento por la opresión permanente de un sistema colonialista y metropolitano, que las nuevas generaciones de criollos enfrentaron. Los aires de autonomía comenzaron en 1808, siguieron un año después, para luego expresarse en el grito de la independencia, que encabezó Miguel Hidalgo. Se inició un proceso de insurgencia que no pararía sino hasta 1821, con los documentos fundacionales de la patria mexicana: El Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el Acta de la Independencia, que contuvieron, en definitiva, la creación de la nueva nación independiente.

Después de una centuria, los mexicanos recordaron y rememoraron los 400 y 100 años de esos grandes acontecimientos fundadores de la identidad nacional. De hecho, esos acontecimientos sirvieron entonces como parte de la necesidad de unidad, reconciliación, equilibro, legitimación y conmemoración. La sociedad mexicana tuvo que cohesionarse y unirse en distintos momentos de su historia, uno de los cuales y el más importante, fue en 1921, luego de la revolución que rompió al antiguo régimen decimonónico y dictatorial liberal por uno en el que imperaría la democracia y la justicia social, como palestras de una sociedad equilibrada e igualitaria, que había ingresado al siglo XX con una transformación radical con respecto al pasado.

Las celebraciones centenarias de 1921 hicieron énfasis en el mexicanismo anterior a la conquista, a la defensa frente al colonialismo español, al mantenimiento de la identidad mexicana luego de la colonia, a la participación de criollos, mestizos e indígenas en el proceso de la independencia nacional, en una consumación que dio coherencia a México como nación independiente, soberana, republicana, liberal. Este conjunto dio la justificación necesaria para unir a la sociedad luego de una revolución que necesitaba legitimarse para el gobierno nacional encabezado por el gran caudillo revolucionario Álvaro Obregón. De hecho, al final de aquel año, la creación de la Secretaría de Educación Pública, encabezada por José Vasconcelos, reforzó aún más la idea de una identidad basada en la historia de los grandes momentos fundacionales de México, donde resaltaban los personajes, las ideas, las acciones, como parte de la legitimidad principal de la revolución, que vino a reforzar la necesidad de la unión nacionalista, patriótica y de identidad que la revolución hecha gobierno había dado a la nación. La educación y la cultura, mediante los libros, la literatura, el arte, la filosofía, la arquitectura, los museos, la enseñanza, contuvieron entonces una reinterpretación del pasado para el presente, necesariamente vinculado a la revolución y sus valores principales concentrados en la igualdad, la libertad, la justicia y la democracia.

El porvenir nacional en mucho dependía de la conmemoración permanente y constante del pasado fundacional. El gobierno, mediante la educación y la cultura, se colocó desde entonces en el garante de la memoria colectiva y la justificación de la permanencia de los ideales revolucionarios, sin descartar a otros sectores sociales que participaron desde entonces en la conmemoración del  pasado mexicano. Las bases creadas en la conmemoración de 1921 fueron muy fuertes porque durante todo el siglo XX, los sucesos anotados formaron parte de la historia oficial, ya que se incorporaron en el ideario y en la historiografía, incluso interrelacionándose con el ámbito académico o de divulgación.

La esperanza por un futuro mejor, por el advenimiento de la justicia, la igualdad, la democracia, han sido parte del discurso oficial de los sucesivos gobiernos mexicanos hasta la actualidad. El pasado ha sido elemento de unión, ejemplo, justificación, legitimación y base para el presente y el futuro. La memoria colectiva lo ha registrado y asimilado, con sus juicios buenos y malos. Ejemplo de esto se ha expresado en los museos, los libros de texto, los discursos oficiales y hasta en la producción historiográfica académica y de divulgación. El trauma de la conquista, el parto de la consumación de la independencia y la creación posrevolucionaria de la identidad nacionalista, han estado constantemente presentes en la expresión de la identidad mexicana. La educación y la cultura han jugado un papel fundamental en esta cuestión, a través de varias generaciones de mexicanos.

El juego entre pasado, presente y futuro ha sido muy trillado en el discurso histórico mexicano. Igualmente, el juicio sobre la actuación de los personajes históricos de cada momento ha estado latente en ese discurso oficial, académico o de divulgación. Los malos y los buenos de la historia han estado presentes casi siempre, por lo que la memoria colectiva está impregnada de palestras juiciosas en torno a los personajes. Los malos siempre han sido Hernán Cortés, Agustín de Iturbide, los buenos Moctezuma, Vicente Guerrero. Los sojuzgados indígenas de los llamados “pueblos originarios” o los mártires de la insurgencia por la independencia, forman parte de los juicios lapidarios de historiadores oficiales, académicos o divulgadores. Se esperaba que este año del 2021 se reivindicaran figuras tan importantes como Agustín de Iturbide para el proceso de la consumación, pero se cayó en lo mismo de 1921, con el pretexto de la lucha contra los “conservadores”, ya que a este personaje se le identifica con el conservadurismo y la Iglesia católica, más que por su actuar dentro del proceso de la consumación.

La historia maniquea y con maquillaje se ha exaltado en la organización de las conmemoraciones centenarias de este año, por parte del gobierno federal, hasta con errores garrafales de interpretación y verdad histórica. Vean sino el programa, que ahora se ha cumplido parcialmente:

  • 14 de febrero, Homenaje a Vicente Guerrero en Cuilapan, Oaxaca, por los 190 años de su fusilamiento.
  • 24 de febrero, Conmemoración de los 200 años del Plan de Iguala con exposición de las banderas originales del movimiento de Independencia, que luego recorrerán 15 ciudades de diferentes estados del país, en Iguala, Guerrero, para regresar el 27 de septiembre a la Ciudad de México.
  • 25 de Marzo, Día de la resistencia de los pueblos originarios, conmemorando la primera victoria contra los conquistadores, en 1517, en Champotón, Campeche.
  • 3 de mayo, Ceremonia de la Cruz Parlante, fin de la Guerra de Castas, con solicitud de perdón a los pueblos mayas y de otras culturas, en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo.
  • 12 de mayo, Conmemoración de la fundación de México-Tenochtitlan, con un programa de recuperación del lago de Texcoco, en Texcoco, Estado de México. 700 años, aunque ocurrió el 13 de marzo de 1325 y se cumplirán 696 años en 2021.
  • 13 de agosto, Conmemoración de la resistencia y caída de Tenochtitlan, con exposiciones, conferencias y apertura de ventanas arqueológicas, en Ciudad de México. 500 años.
  • 24 de agosto, Conmemoración de los 200 años de la firma de los tratados de Córdoba en los que se acordó la Independencia de México y la retirada de las tropas españolas, en Córdoba, Veracruz.
  • 15 de septiembre, en todo el país Grito de Independencia, con la participación de delegaciones de todos los países del mundo.
  • 16 de septiembre, Desfile cívico-militar con la participación de fuerzas armadas de diferentes países, en Ciudad de México.
  • 27 de septiembre, Conmemoración de los 200 años de la consumación de la Independencia. Recreación de la entrada triunfal del Ejército Trigarante en una cabalgata desde el Castillo de Chapultepec hasta el Zócalo, en Ciudad de México.
  • 28 de septiembre, en un pueblo yaqui de Sonora Ceremonia del Perdón a los pueblos originarios.
  • 30 de septiembre, Conmemoración del natalicio de José María Morelos y Pavón, en Morelia, Michoacán. 256 años, ya que nació en 1765.

Las conmemoraciones, sin duda, han estado plagadas de referencias equivocadas sobre el pasado fundacional mexicano, dada la tendencia maniquea que caracteriza al gobierno mexicano actual. La finalidad se entiende, justificar el presente utilizando al pasado, para brindar un futuro de esperanza. Si en la posrevolución se deseaba la reconciliación y la unidad para el futuro, ahora se busca con ahínco justificar para una esperanza política fincada en el proceso electoral federal intermedio y el que le seguirá en tres años. Es decir, la historia manipulada y maniquea al servicio del poder, sin un juicio equilibrado que permita que los acontecimientos sean valorados justamente en la memoria colectiva actual. Hasta historiadores “profesionales” le han entrado a la ideología histórica oficial, o aquellos que pecan de ignorancia y rabia que cuestionan el pasado a partir de ideas fuera de lugar, con tal de quedar bien con el gobernante maniqueo en turno.

 

 

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