diciembre 26, 2021

La historiografía digital en México

 

Desde hace 25 años que México ingresó de lleno al mundo electrónico y digital de la información. Primero fue el e-mail y las listas de noticias académicas o bases de datos de bibliotecas o archivos o libros; luego la digitalización de fuentes de primera mano o las bibliografías sobre determinados temas o enmarques geográficos o bio-bibliográficos, así como la hemerografía o la cronología y las efemérides; después vinieron las páginas web y los blogs individualizados, institucionales o temáticos o grupales sobre determinadas temáticas; y, en los últimos años, el auge de transmisiones en vivo, interacción global, las redes sociales y la discusión al momento sobre determinados temas. En el caso de la historiografía, la tecnología electrónica y digital ha brindado grandes beneficios en la difusión del pasado. Ha sido muy destacado para los historiadores brindar conocimientos sobre sus investigaciones y difundir a gran escala sus hallazgos o interpretaciones, mucho más en el marco de la enseñanza de la historia y la divulgación a gran escala.

La Internet ha sido un fenómeno global, democrático, popular. Un fenómeno colectivo con accesibilidad universal, donde la crítica, la polémica y la información son parte indiscutible de un mundo libre. La tecnología de la información ha marcado una transformación muy grande en el manejo de la información colectiva, influyendo en la economía, la sociedad, la política, la cultura. Las ciencias sociales y las humanidades se han visto beneficiadas con profundidad. La educación y la cultura han tenido un marco de difusión como nunca antes. La modernidad tecnológica ha implicado un manejo de la información infinita que en un clic permite saber y conocer infinidad de temas y datos o informaciones requeridas para el conocimiento individual y colectivo.

La historiografía mexicana se ha beneficiado grandemente de la tecnología de la información. La difusión a gran escala de documentos, archivos, bibliotecas, museos, imágenes, iconografías, contenidos, patrimonios inmuebles, libros, prensa, revistas, videos, radio, páginas personales y grupales, organizaciones y asociaciones colectivas, genealogías, cronologías, instituciones, reuniones académicas, conferencias, ponencias, enseñanza de la historia, música, artes, literatura, biografía, geografía histórica, mapas, cuadros, gráficas, y un largo etcétera, se han podido mostrar en la web con accesibilidad global. Hasta las fake news o los datos e informaciones falsas de la historia se han colado en la web. Ya no hace falta asistir a los archivos o las bibliotecas, o leer físicamente un documento o un libro o un artículo, o asistir a reuniones académicas en otro punto geográfico o entrevistar personalmente a algún personaje o figura pública, las hemerotecas están a la vista desde casa u oficina. Desde la computadora o desde el teléfono celular, la información está presente y fluye colectivamente. Todas las ramas de la historia se encuentran presentes en la información, prácticamente, de todos los periodos de la historia.

La pluralidad y heterogeneidad de la información es abundante como la historia misma, los autores o los improvisados o autodidactas o los divulgadores. Las distintas y variadas versiones sobre determinados acontecimientos o personajes también es parte del mundo de la información que se publica en la web. Las opiniones o polémicas de los usuarios ha sido un fenómeno muy interesante en la interacción y el intercambio, cuestionando interpretaciones o dichos de los historiadores y sus obras que dan a conocer. La opinión y la crítica sobre el trabajo del historiador nunca antes se había realizado con la intensidad que brinda la web. Hasta los plagios se han dirimido en las redes sociales y páginas web de distinto origen. Las obras publicadas han merecido el escrutinio colectivo de especialistas o autodidactas o simplemente interesados en la historiografía. No hay institución o editorial o museo o biblioteca que no esté en este mundo de la información digital. De hecho, no hay investigador o docente o autodidacta que no difunda de una manera u otra sus obras en la web. Los gobiernos igualmente se han conectado para difundir sus acciones o apreciaciones históricas, siempre con la legitimación por delante.

Desde los noventas la realización de bases de datos de fuentes primarias o bibliográficas en discos, producidos en buena parte por la Universidad de Colima o la UNAM y la UAM, representaron una buena aportación a la investigación histórica. Mucho más fue la creación de H-México, desde el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, que empezó a difundir el trabajo historiográfico con la información de libros y revistas, reuniones académicas, conferencias, bolsa de trabajo, bibliografías, museos, archivos y actividades del historiador en México y en otros países de Europa, América Latina, Estados Unidos y Canadá. Esta lista, hecha por historiadores, fue muy importante en la difusión del trabajo del historiador mexicano desde entonces.

Las páginas web de historiadores fue el siguiente paso en la divulgación, seguido de instituciones que mostraron sus líneas de investigación, alcances y producción de sus quehaceres. Las listas académicas se incrementaron con abundante información historiográfica. Se sumaron las páginas web de los archivos y bibliotecas más importantes en México, las bibliotecas de El Colegio de México, la Biblioteca Nacional de la UNAM, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Central de la UNAM, la Biblioteca Nacional del INAH, la Biblioteca Pública de Guadalajara, el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, por mencionar sólo algunas, pusieron sus catálogos en línea y favorecieron que las referencias tuvieran acceso al público estudioso de la historia.  Ejemplo fueron sin duda, los National Archives o la National Library of Congress de Washington, que fueron los pioneros mundiales de colocar el acceso a sus acervos en la web.

La digitalización de archivos privados y públicos o de bibliotecas fue la tónica a inicios del siglo XXI. Esto favoreció que se colocaran en la web documentos, hemerografías y bibliotecas completas digitalizadas. A su vez, lo anterior causó un gran impacto en la realización de estudios historiográficos, ya que los investigadores podían tener acceso sin desplazamientos físicos, consultar en línea o imprimir desde oficina o casa fue una novedad indiscutible para la consulta o el análisis de la información, aunque muchos archivos documentales han sido imposibles de digitalizar en su totalidad y hay que consultarlos directamente. La digitalización de la fotografía ha sido una labor importante, como ejemplo la Fototeca Nacional del INAH en Pachuca, Hidalgo. La consulta de la prensa, siempre labor dificultosa por el tiempo y el desplazamiento, fue una maravilla, sirvió de ejemplo una página canadiense (paper&record) que mostraba la digitalización de la prensa mundial, incluido México. Las fuentes de consulta del historiador en la web fue de gran ayuda para la investigación y sus resultados. Los tópicos y los temas se ampliaron como un abanico infinito.

Después vinieron las páginas de historiadores, instituciones, organizaciones, obras y periodos históricos en las redes sociales, principalmente, en Facebook, que profundizaron más la divulgación de los estudios, análisis o investigadores y épocas. En la segunda década del siglo, el auge de las redes sociales con acceso desde los teléfonos celulares o Smartphones incrementó el nivel de la información multimedia en contenidos históricos, desde documentos y obras publicadas, hasta fotografías, videos, iconografías, programas de televisión y radio y difusión de reuniones académicas y conferencias. Ahora con la pandemia del covid la web es indispensable para realizar reuniones colectivas y difundir el conocimiento a gran escala, incluyendo la evaluación de los historiadores y sus obras, una gran interacción que no necesita desplazamientos o riesgos de reuniones colectivas. Ahora, un buen porcentaje de obras publicadas se tiene que difundir en la web, ya que no hay recursos para la impresión y posterior distribución, ahora la comercialización es digital o mediante pedidos mediante la web. Han pululado también las páginas con revistas digitales o difusión de distintos aspectos de la historiografía. La recuperación de obras y fuentes documentales ha sido frecuente y abundante.

Los medios digitales han revolucionado a la historiografía mexicana desde inicios del siglo XXI. Sería imposible realizar un recuento exhaustivo de aportaciones o dislates o errores o plagios o polémicas. Las corrientes historiográficas, sin embargo, se encuentran bien representadas en la web, hay de todo y para todo. Todos los historiadores nos volvimos divulgadores con la utilización de la web. Académicos y divulgadores conviven en la difusión de la historia, incluyendo a historiadores oficiales, autodidactas o positivistas. Todas las instituciones han incorporado la difusión de su historia en las páginas web, igual que algunas empresas y organizaciones privadas, lo que ha permitido que haya trabajo para los historiadores o los divulgadores. El panorama es abundante y fragmentario en el conocimiento. Por ejemplo, la historia local o regional no sería conocida sin el instrumento de la difusión digital, aunque la fragmentación se ha incrementado también. En la enseñanza de la historia, sin embargo, se ha producido amplio conocimiento divertido, pero se ha incurrido en aspectos como el plagio de textos o propuestas fotográficas para tareas escolares. Hay hasta programas para detectar estos plagios, en uso por los profesores o incluso especialistas.

El mundo digital también sirve para la operación de una “Memoria” oficial, que busca conjuntar todo lo que tenga que ver con la historia de México en documentación, códices, bibliografía, iconografía, fotografía, video, museos, pintura, artes, etc., realizado digitalmente en las últimas décadas por instancias oficiales y privadas. Esta “Memoria” busca legitimar la acción gubernamental en materia histórica, utilizado lo andado para justificar la postura del gobierno actual en torno a las conmemoraciones centenarias de 2021. Todas las instituciones oficiales serán utilizadas en este proyecto recopilador, no aportador de nada nuevo. Creen descubrir el hilo negro donde no existe, gastando presupuestos innecesarios manteniendo a una colección de burócratas que no historiadores. Muchos dislates y errores se están cometiendo con ese proceder, sobre todo en contenidos y hasta en ortografía.

El peligro del auge digital en la historiografía ha sido, sin embargo, el asunto de la verdad o de la objetividad. Un gran porcentaje de textos o decires han tergiversado la verdad histórica sobre determinados acontecimientos o personajes. Gran cantidad de textos publicados en la Wikipedia, por ejemplo, que escriben profesionales o autodidactas o improvisados, carece de certeza u objetividad, aunque buena parte sí se concentra en describir históricamente ciertos acontecimientos o personajes u obras. La idea de la enciclopedia digital es muy buena, pero tiene sus peligros al hacerla colectivamente y con cierta libertad. Hay otros proyectos que circulan sobre contenidos históricos, algunos buenos otros malos, hay que tomar reservas al utilizarlos para la materia del historiador en varios acontecimientos y procesos o personajes.

Una aportación del mundo digital es la difusión de documentales y testimonios videograbados o provenientes de la televisión o el cine, ya ni se diga de carácter sonoro o fotográfico. La historia contemporánea o inmediata se ha visto beneficiada grandemente en su difusión, tanto para la historia social, como la historia cultural, ya ni se diga para la historia política o económica. Esa producción sirve de fuente directa para los historiadores. Si la fotografía aportaba, el cine, la televisión y el video, han permitido grandes conocimientos sobre el siglo XX y de historia inmediata del XXI. La videohistoria se ha cultivado grandemente en el medio digital. En México, ya es una corriente interesante en la elaboración de documentales y en aparición en redes o apps como Youtube, Twitter y Facebook. Pruebas fehacientes de ciertos acontecimientos que se video grabaron en su oportunidad con sus protagonistas y testigos.

La historiografía digital en México ha crecido cotidianamente durante las dos últimas décadas. La pluralidad y heterogeneidad del conocimiento histórico se ha incrementado infinitamente. La crisis historiográfica entre academia y divulgación se encuentra rebasada por la instancia digital, ya que amplia difusión involucra a todo mundo, más allá de los historiadores profesionales. Lo digital tiene la palestra de la confrontación permanente de interpretaciones o descripciones, la escalada de versiones sobre un acontecimiento o un personaje deviene en el debate constante a la vista de diversos interlocutores. La corrección de datos o la confrontación de ideas es frecuente en la estructura digital, mucho más en las redes de interacción inmediata. Prácticamente todo se consulta en la web, todo se constata y se polemiza. El historiador que se encuentra fuera de esto, pues se encuentra atrasado en su presente y circunstancia profesional. Los cuestionamientos son globales y pertinentes, por eso el medio digital es democrático, sin censura, libre y loable para abrir el sustento de la información al común de las personas. La historiografía, ahora, tiene un interlocutor perfecto para su evolución futura.

 

 

 

 

 

 

diciembre 19, 2021

Revistas de Historia en México, un recuento

 

La profesionalización de la historia en México incentivó la aparición de las revistas académicas muy avanzado el siglo XX. Las revistas comenzaron a ser espacios de divulgación de los avances o logros de la investigación en el decenio de los cuarentas. Fueron buenos espacios para el intercambio académico o el debate historiográfico sobre determinados periodos históricos o temas monográficos de interés para la comunidad de historiadores y público interesado, igual para la vocación multidisciplinar en ciencias sociales y humanidades. También fueron buenos espacios para los estudiantes de licenciatura, maestrías o doctorados en ciencias sociales y humanidades, tanto para leer y aprender como para colaborar con artículos o reseñas.

El intercambio académico entre historiadores se estimuló bastante con la aparición de las revistas académicas, primero, con las de divulgación, después. Estudiosos y temáticas se entremezclaron en la conformación de interesantes revistas, con artículos especializados, reseñas de trabajos publicados o aparición de noticias o testimonios documentales. En muchos casos, la identidad institucional se vio reflejada en las revistas trimestrales, semestrales o anuales. El intercambio académico es parte de la identidad de las revistas. Los historiadores mexicanos y extranjeros se entrelazaron en revistas importantísimas para la historiografía mexicana. Los temas de historia también inundaron las revistas de sociología, ciencia política, relaciones internacionales, economía, antropología y cultura. Los lazos multidisciplinarios fueron indudables.

Ya en 1942, la revista Cuadernos Americanos, fundada en México por Juan Larrea Celayeta y avalada por el importante intelectual mexicano Alfonso Reyes, abrió brecha en el tema de la historia y la cultura para contar con un espacio de intercambio en torno a los estudios y reflexiones que se emprendían por los estudiosos del mundo hispanoamericano. Le siguió, indudablemente, la revista Problemas Agrícolas e Industriales de México, que comenzó a publicarse en el año de 1946 de manera trimestral, y que ahondó en temas del mundo contemporáneo y donde participaron un buen número de investigadores estadounidenses, europeos y mexicanos, ligados a problemas económicos que se abordaban desde el punto de vista de la historia. Ahí participaron también funcionarios públicos o intelectuales oficialistas, sin descartar aquellos estudiosos vinculados a diversas corrientes políticas que abordaron los problemas sociales y económicos de su tiempo. Se publicó hasta 1959, brindando un panorama interesante sobre la historia de México y sus problemas. Los temas sobre agricultura, regiones, irrigación, política agraria, sociológicos, economía política, industrialización, hacienda, ganadería, petróleo, pesca y de historia, fueron parte destacada de la revista.

Desde 1938, la revista Christus, de la Compañía de Jesús, comenzó a publicar artículos relacionados con la historia de la Iglesia católica en México, en especial sobre el desempeño de la orden jesuita. Hasta la fecha, esta revista mensual es publicada, con la participación de historiadores católicos o académicos incluso. Esta es una revista de divulgación de amplia circulación.

Muy significativa fue la aparición, desde 1937, de los famosos y prestigiados Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional, que se ha dedicado a variados e infinitos temas vinculados a la historia del arte mexicano y de otras latitudes y que permanece en el tiempo, cada número muestra una amalgama de temas relacionados con la historia del arte muy enriquecedores. En 1939, la Revista Mexicana de Sociología fue fundada y desde entonces sus análisis antropológicos o sociológicos o provenientes de la ciencia política fueron de gran importancia. Desde entonces, en varios números, el complemento de la historia nacional o global ha formado parte de sus índices. En 1941 comenzó a salir la Revista Investigación Económica, comandada pro Jesús Silva-Herzog desde la UNAM, que además de publicar artículos sobre análisis económico, la historia económica no quedó descartada, aún se sigue publicando con claras tendencias hacia la historia local-regional, nacional e internacional de la dinámica económica.

En 1951 se publicó la revista Historia Mexicana, por parte del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, de gran trayectoria, prestigio y actualidad en la historiografía, y que ha abarcado periodos, temas o corrientes de todos los periodos de la historia de México o de otros países, principalmente de América Latina. Daniel Cosío Villegas fue el primer director de esta prestigiada revista. Impulsor también fue Alfonso Reyes. Ha sido dirigida por Luis Muro, Luis González y González, Josefina Zoraida Vázquez, Enrique Florescano, Bernardo García Martínez, Clara E. Lida, Solange Alberro, entre otros. Es una de las más importantes y prestigiadas revistas académicas de México, marcando corrientes y tendencias historiográficas muy destacadas.

En 1960, el propio Colegio de México comenzó a publicar la revista Foro Internacional, importante en el amplio campo de las relaciones internacionales y la diplomacia, con estudios históricos incluidos. Esta revista se convirtió en una revista global, hecha con especial atención en el tema, alcanzando un prestigio muy alto. Con esta misma tendencia, desde 1973, se publicó la Revista Relaciones Internacionales, conformada por el Centro de Relaciones Internacionales de la UNAM, que también ha subsistido en el tiempo, con artículos académicos de la historia de las relaciones internacionales mexicanas y el análisis diplomático.

En 1959 se comenzó a publicar Estudios de Cultura Náhuatl, en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, también con gran prestigio académico hasta la fecha, donde se han publicado importantes fuentes documentales, códices o textos indígenas, con temas relacionados con la historia, la etnografía, la lingüística o de antropología cultural, del periodo prehispánico, colonial o del periodo independiente.

Hacia 1965 se comenzó a publicar Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, conteniendo artículos, reseñas y documentos vinculados con los periodos de la independencia, el periodo de anarquía entre conservadores y liberales, la reforma liberal, el imperio francés, la república restaurada, el porfiriato, la revolución, la posrevolución y el periodo contemporáneo. Un año después, en 1966, el propio Instituto comenzó a publicar la importante revista Estudios de Historia Novohispana, enfocada a la historia de Nueva España en sus distintos aspectos económicos, sociales, políticos y culturales, contando con un importante análisis historiográfico o documental sobre esa etapa de trescientos años que los investigadores comenzaron a trabajar con ahínco y dedicación.

Desde 1961 se comenzó a publicar Estudios de Cultura Maya desde la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, avalada por su primer director Efrén del Pozo, y mediante el Seminario de Cultura Maya, con la finalidad de publicar avances y logros en torno al conocimiento de la civilización maya, desde un punto de vista histórico y multidisciplinar. Desde 1963 se publicó Cristianismo y sociedad, dedicada a temas relacionados con la religión, donde se publicaron trabajos históricos o de análisis de la religiosidad, muy popular en el decenio de los noventa. Antropología e historia se entrelazaron con varias colaboraciones académicas sobre las religiones en general.

Desde 1974 se publicó Cuadernos Políticos, por parte de la editorial Era, que se convirtió en una revista influyente en cuanto a la historia del pensamiento crítico latinoamericano, enfocado a las ciencias sociales en general, pero con artículos históricos marxistas o de izquierda. Se publicó hasta 1990 con gran éxito e influencia. En 1975 se editó Nueva Antropología, por parte de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con textos etnográficos e históricos muy marcados, pero abarcando ciertos temas de política y sociedad. Por el estilo, también salió a la luz Historia y sociedad, como una revista abocada al estudio del pensamiento marxista latinoamericano, que se publicaba desde 1965, con importantes intelectuales provenientes de la izquierda y trabajos de historia latinoamericana, unos con fuerte carga antropológica o histórica. En ese tenor nació, desde 1977, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, donde el análisis político y sociológico marcó temas históricos igualmente, con marcada concentración en la historia moderna y contemporánea de México, publicada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Una segunda oleada de revistas dedicadas a la historia se dio desde los ochenta del siglo anterior. Históricas nació en 1979 como boletín de difusión del Instituto de Investigaciones Históricas, con marcada tendencia divulgadora de los quehaceres de investigación de los estudiosos de ese Instituto; Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad de 1980, creada en El Colegio de Michoacán para dar espacio a los investigadores enfocados a los estudios regionales del occidente del país, aunque después se abrió a otros espacios locales o regionales en la historia y las ciencias sociales; en ese mismo año comenzó a aparecer Cuicuilco, revista de Ciencias Antropológicas, editada por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con una clara tendencia a los estudios locales-regionales, la etnografía y la historia o la antropología en general; en 1982 se publicó la revista Encuentro por parte de El Colegio de Jalisco, con la participación de historiadores regionalistas que trabajaban el occidente mexicano y otros temas, pero concentrándose en la historia jalisciense; Estudios, filosofía, historia, letras, que publicó desde 1984 el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), con vocación por la multidisciplinariedad y espacio para la difusión de los profesores adscritos, pretendió abrirse a la globalidad de las ciencias sociales con una perspectiva cultural; en 1978 comenzó a publicarse Trace, un boletín del Centro de Estudios Mexicanos y Centro Americanos (CEMCA), sobre las investigaciones de estudiosos franceses en México, como parte de las labores de la embajada francesa, que fue una experiencia interesante por los estudios que se emprendían desde un enfoque local y regional, sobre todo, del periodo contemporáneo, y con extensión a los países de centroamérica; Mexican Studies/Estudios Mexicanos, desde 1984, en un proyecto conjunto entre la UNAM y la Universidad de California, que estimuló el intercambio académico entre estudiosos mexicanos y estadounidenses, abarcando temas y periodos de la historia de México desde los enfoques históricos, culturales, políticos, sociales, económicos, pero centrándose en la etapa contemporánea; desde 1983, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de la SEP, publicó Anales, con avances de investigación sobre antropología e historia con enfoque regionalista, aparecieron año por año varios volúmenes dando cuenta de historias locales y regionales sobre todo; en 1985 nació Secuencia, revista de historia y ciencias sociales, propuesta multidisciplinaria dentro del Instituto Dr. José María Luis Mora, enfocado principalmente, en un inicio, a los estudios regionales y a la sociología política, después a la historiografía y a la divulgación histórica; desde 1987 nació Tzintzun, editada por la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, enfocada a los estudios históricos locales y regionales, que abrió brecha en el camino en torno a los estudios michoacanos y de otras latitudes después; ese mismo año apareció Argumentos, estudios críticos de la sociedad, enfocada a las ciencias sociales y las humanidades y el análisis historiográfico, hecha en la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco; en 1986 nació Siglo XIX, cuadernos de historia, ideada y coordinada por Mario Cerutti desde la Universidad Autónoma de Nuevo León, luego coeditada con el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora de la SEP-CONACYT, que pronto se convirtió en un espacio importante para los estudios de historia económica y regional de México.

No se debe dejar de anotar la influencia dentro de la historiografía y la divulgación histórica que representaron las revistas Plural (1971-1976), Vuelta (1976-1998), Nexos (1978-a la fecha), Letras Libres (1999-a la fecha), ya que en muchos números aparecieron artículos de carácter histórico y la participación frecuente de importantes historiadores, sobre distintos tópicos que marcaron momentos de divulgación acerca de acontecimientos, personajes o circunstancias históricas o, incluso, como parte de la difusión de las obras de los historiadores. Octavio Paz y Enrique Krauze fueron impulsores de la divulgación del conocimiento histórico. Fue el caso también de Metapolítica, guardadas las proporciones, editada por César Cansino en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), desde 1997.

La fragmentación de los estudios históricos mexicanos, principalmente, por la emergencia de los estudios locales y regionales o la historia social o cultural, así como en el análisis historiográfico o el enfoque de la historia económica, implicó un acrecentamiento de las publicaciones de revistas académicas, unas con éxito y otras de breve vida, en la última década del siglo XX. Podemos mencionar a Historia y Grafía, editada por la Universidad Iberoamericana, desde 1993; Eslabones, revista semestral de estudios regionales, desde 1990, hecha por la Sociedad Nacional de Estudios Regionales A.C., y coordinada por Carlos Martínez Assad; en ese mismo año nació Estudios Jaliscienses, editada en El Colegio de Jalisco, con la labor editorial de importantes historiadores como José María Muriá, Jaime Olveda y Agustín Vaca, enfocada a los estudios locales; Desacatos, revista de ciencias sociales, cuyos primeros números aparecieron en 1999, hecha dentro del CIESAS; en 1994 apareció Dimensión Antropológica, hecha con una tendencia histórica clara y con enfoque antropológico como lo indica su nombre, y editada en el INAH; este mismo año también, desde la Universidad de Guadalajara, se comenzó a publicar Estudios del Hombre, enfocada a la multidisciplina, la filosofía, la teoría y la metodología, aunque en sus índices aparecieron tópicos locales y regionales de distinta factura, desde el enfoque de la historia; en 1995 comenzó a salir América Latina en la Historia Económica, como parte de la Asociación Mexicana de Historia Económica y con el sello editorial del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, con claro objetivo vinculado a la historia económica y social de diversos y variados tópicos; La Universidad Autónoma de Sinaloa, donde hay abundantes historiadores regionales, comenzó a publicar en 1990 Clío, con claro objetivo de mostrar los estudios que se realizaban sobre la historia sinaloense y énfasis en la historia económica y social; desde ese mismo año de 1990 comenzó a publicarse el Boletín del Fideicomiso y Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, que desde entonces publica artículos puntuales sustentados con documentos que contiene ese archivo y que normalmente se refieren a acontecimientos o personajes de la revolución o posrevolución mexicanas hechos por historiadores visitantes del importante repositorio documental, que ha sentado una tradición de publicación y difusión dentro del gremio historiador; desde ese año, la historia comenzó a resaltar en la publicación de Debate Feminista, donde las mujeres y el género comenzaron a ser atención de la historia mexicana y de otras latitudes de las ciencias sociales; desde 1995, la Fundación Rafael Preciado Hernández, A.C., del Partido Acción Nacional, comenzó a publicar semestralmente la Revista Propuesta, con claro enfoque relacionado con la historia del partido y análisis político sobre México contemporáneo, y que se publicó largo tiempo, con plumas provenientes de la academia; desde 1999, apareció la revista Vetas de El Colegio de San Luis Potosí, con vocación regionalista sobre distintos periodos de la historia potosina; igualmente en ese año comenzó a publicarse Caleidoscopio, revista trimestral de ciencias sociales y humanidades, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, con clara tendencia regionalista y multidisciplinaria, el énfasis puesto en la historia hidrocálida con apertura en el análisis historiográfico o la historia de otras latitudes; por el estilo apareció la revista Regiones, revista interdisciplinaria de estudios regionales, desde 1994, que editó el Centro de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de Guanajuato, con un marcado enfoque de la historia local y regional guanajuatense; con la misma vocación se publicó Cuadernos del Sur desde 1992, por parte de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, que entrelazó la historia con la sociología o la antropología en varios artículos sobre las distintas regiones oaxaqueñas; con iguales intenciones se editó Región y Sociedad, por parte de El Colegio de Sonora, desde 1999.

La revista de divulgación del INERHM Sólo Historia, enfocada a los estudios sobre la revolución mexicana se comenzó a editar trimestralmente desde 1999, desde el 2003 se convirtió en Nuestro Siglo, que duró tres números más con colaboraciones tomadas de los foros académicos que esa institución realizaba y algunas entrevistas con historiadores y un diseño atractivo para la divulgación histórica. Desde ese mismo año, se comenzó a editar la revista Signos Históricos, por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, veta de estudios históricos desde los setentas, seguidora de la Revista de Ciencias Sociales y Humanidades Iztapalapa, donde publicaban importantes artículos los historiadores de esa universidad sobre los siglos XIX y XX o de análisis historiográfico; de 1997 proviene la edición de la Revista Frontera Norte, revista internacional de fronteras, territorios y regiones, con importantes trabajos vinculados a la migración, la marginación, la desigualdad y la historia de los fenómenos de frontera territorial y regional; desde 1996 apareció la Revista Mexicana del Caribe, enfocada a los estudios históricos vinculados a esa región caribeña, financiada por la Universidad Autónoma de Quintana Roo.

Desde el año 2000, un grupo de académicos formaron el Centro de Estudios Internacionales que, desde el enfoque de la historia global, publicaron la Revista Perspectivas Históricas, Historical Perspectives, Perspectives Historiques, con énfasis en México, América Latina y Europa, y claro marcaje vinculado al análisis historiográfico y temas novedosos que estaban de moda en aquel entonces. Sobrevivió varios años y tuvo colaboradores provenientes de la escuela francesa de Annales. Tempus, revista en historia general, comenzó a ser publicada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde el 2015, con una tendencia globalista pero con nula continuidad, abarcando temas relacionados con la historia de México.

Desde 1993, la Editorial Raíces publica Arqueología Mexicana, enfocada a la historia del México antiguo en todas sus expresiones, que aparece mensualmente desde entonces, bellamente ilustrada y editada. No hay tópico o tema que no haya sido dado a conocer en esta publicación de divulgación. Toda la expresión del México prehispánico está contenida allí, con la participación de infinidad de arqueólogos, historiadores y estudiosos de la antigüedad mexicana. En 1992 se comenzó a editar el Boletín Oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, retomando el Boletín del Museo Nacional de México, que se publicó entre 1902 y 1959, cuyo creador fue Alfredo Chavero, con artículos referidos a los distintos aspectos históricos relacionados con las temáticas de esa institución, acercándose a la divulgación histórica de amplia circulación. Desde 1997 apareció la Revista Alquimia, como revista semestral del Sistema Nacional de Fototecas del INAH, con artículos bien equilibrados referidos a la fotografía histórica y temas puntuales.

H-México se constituyó, desde 1995, en un portal especializado y enfocado al trabajo de investigación, docencia y difusión del conocimiento histórico mexicano. Este portal web fue de fundamental importancia en la difusión del trabajo del historiador, ahora pionero e influyente para el gremio. Los portales de historia pasaron a ser un complemento indispensable de las revistas, ahora agregando todas las actividades vinculadas al trabajo historiográfico. Se siguió el ejemplo de muchos portales y revistas de historia que surgieron en España y Estados Unidos a finales de la década de los noventa y que ahora son muy influyentes en el conocimiento historiográfico. La divulgación del trabajo del historiador ha representado un impulso destacadísimo para la disciplina.

La historia se ha visto beneficiada por la publicación de revistas académicas y de divulgación, sobre todo en las primeras dos décadas del actual siglo. Es impresionante el número de revistas que se publican en los estados de la república, en especial en universidades y centros de estudio o por parte de sociedades y redes académicas. A la impresión en papel se ha sumado la creación de portales y paginas web donde se publican diversos contenidos. En el año 2000 comenzó la publicación de Istor en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) con enfoque dirigido a la historia global;  en el 2003 se publicó en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la revista Graffylia, sobre filosofía, lingüística, literatura, historia, estética, arte, antropología y educación; desde 2003 se publicó la revista Ulúa, revista de historia, sociedad y cultura, por parte de la Universidad Veracruzana y en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, donde hay una plantilla de historiadores de primera línea sobre historia local y regional; el tradicional Boletín del Archivo General de la Nación, donde además de artículos se publicaron documentos, cobró impulso en la primera década de este siglo, en forma de libro se publicaron interesantes artículos, documentos y noticias del gran mundo que es el Archivo; Tarwá, revista de historia, comenzó a publicarse en el año 2000 por parte de la División de Estudios Históricos y Humanos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, con la propuesta interesante de incluir avances de investigación de los estudiantes; desde 2009, la misma Universidad de Guadalajara edita Letras Históricas con temas sociales, culturales y políticos de distintos periodos históricos tanto regionales como nacionales; también desde este año se publica en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas la revista Liminar. Estudios sociales y humanísticos, con un espectro amplio de temas provenientes de la historia, las ciencias sociales y las humanidades, una amalgama gráfica incluida; desde 2017 se edita electrónicamente la Revista Mexicana de Historia de la Educación, desde la Universidad Autónoma de Querétaro, que tuvo sus antecedentes en otras producciones de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación, que surgió mediante reuniones académicas donde se abordaban los distintos aspectos de esa historia tan importante; de la misma factura es el Anuario Mexicano de Historia de la Educación, con trabajos de investigación muy orientados a la historia local y regional; Instersticios Sociales, desde 2011, en El Colegio de Jalisco, incursionó en la vida digital con toda la parafernalia académica del caso y con trabajos relacionados con la historia jalisciense y de otras latitudes, incluyendo el análisis historiográfico; también se publicó desde enero del 2013, la revista Trashumante, Revista Americana de Historia Social, por parte del Grupo de Investigación en Historia Social y la Red Internacional de Historia Social, con financiamiento de la Universidad Autónoma Metropolitana de Cuajimalpa y la Universidad de Antioquia de Colombia, con marcada atención en temas relativos a América Latina, donde se ha hecho énfasis en la historia urbana, local y regional pero también de aspectos sobre la vida cotidiana, las políticas públicas y otros temas innovadores; en ese mismo año se comenzó a publicar Oficio, revista de historia e interdisciplina, por parte del Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato, con clara tendencia historiográfica centrada en la historia regional, sin descartar análisis de teoría y metodología o hasta de filosofía, con un limitado impacto por la falta de distribución.

El año 2010, con motivo de las conmemoraciones por el bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución, hubo un estímulo de las publicaciones históricas. Surgieron varias revistas de divulgación: Memoria de las revoluciones en México, de la que se publicaron 10 números, con importantes artículos académicos y abundantes fotografías históricas y una edición de excelencia, muy coffee table book, difícil de leer y manipular por su formato, pero con una belleza incomparable, fue una gran aportación para la historiografía del momento con sus bemoles; desde el año 2008 se publicó BiCentenario, por parte del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, con artículos de divulgación académica, que circuló en el medio de los historiadores sin tener un impacto público importante, y que se sigue publicando, con temas muy fragmentarios que no dejan de hacerse con una perspectiva académica; Relatos e Historias en México, editada por la editorial Raíces, de las más populares e influyentes en la historiografía actual, se publicó desde septiembre del 2008, con profusión de imágenes e iconografía, fotografía histórica y artículos breves con temas vinculados a la historia mexicana de todos los tiempos, donde resaltan acontecimientos, personajes y temas de gran interés, que se sigue publicando con gran éxito mensualmente.

Parte de la historiografía mexicana ha evolucionado con la publicación de las revistas históricas. Gran parte de ellas ha tenido vocación académica, pero también en el campo de la divulgación. Esta revisión, para nada exhaustiva, muestra que las revistas son influyentes dentro de la historiografía. Funcionan para difundir el trabajo de los historiadores y otros cientistas sociales, igualmente para la participación de intelectuales y escritores. El intercambio académico o de divulgación ha sido la materia principal de las revistas, cuya circulación es frecuente, constante y abundante, rebasando la difusión de los libros. Las revistas cuentan con un papel principal en la historiografía y la difusión del conocimiento histórico.

Ahora la publicación de revistas se refugia en el mundo digital, mediante portales, blogs, podcats, páginas específicas, que mantiene su tradición e impacto en el público. Las ediciones impresas van cediendo para que las revistas se difundan mucho más en el mundo digital. Hay revistas que ya tienen todos sus números y volúmenes en línea, con el acceso abierto. Muchas no se consiguen impresas, guardadas en bodegas u oficinas de espacios universitarios, no circulan, excepto, claro está, aquellas relacionadas con la divulgación, muchas de las cuales se encuentran en los quioscos de venta de periódicos o revistas o en tiendas con librerías. Su futuro se encontrará en el mundo digital, incluso con el aval de instancias gubernamentales como el CONACYT, que ha forzado a todas estas publicaciones a cumplir con ciertos estándares para alcanzar la categoría de reconocimiento “indexado”, es decir, reconocimiento de un status científico o de divulgación. Las revistas académicas se han burocratizado tanto, que incluso se refleja en sus páginas web, donde se publican amplios requisitos, avales y vericuetos en su conformación y publicación. Lo curioso es que no se reparten o venden al gran público. Solamente se leen entre colegas o sirven para los famosos “puntitos” curriculares o de estímulos, están al servicio del Sistema Nacional de Investigadores o los estímulos universitarios, no a la vocación por la historia. En las páginas web de las revistas académicas se reflejan los mismos índices y procedimientos y normas.

Las revistas encuentran un amplio espectro de difusión dentro de la web, ahora principalmente a través de bases de datos o index sobre temas y artículos de todo el mundo, que permiten consultarse a texto completo y bajar las aportaciones en PDF. La difusión de los artículos especializados sobre distintos temas y variadas publicaciones es muy destacada e infinita, muy útil para la investigación. Dentro de los principales espacios están JSTOR, DIALNET, SCIELO, REDALYC, que contienen bases de datos muy amplias y donde figuran las revistas mexicanas con sus contenidos. La historia de las revistas dedicadas d al historia muy bien se puede reconstruir puntualmente gracias a estos repositorios digitales, pero igualmente, en el caso de las revistas indexadas, a que en cada una se encuentra el archivo histórico de los contenidos de cada número.

Gran cantidad de revistas históricas se encuentran atadas a las mafias académicas institucionales o de camarillas, que hacen evaluaciones y dictámenes para dar status profesional y “científico” a estas publicaciones. En gran cantidad de ellas, sobre todo dentro de las universidades estatales o centros públicos de investigación, las revistas suelen estar atrapadas en un marasmo burocrático o elitista, publican allí los “cuates” o “afectos” o “benefactores”, que suelen ser dictaminados favorablemente. Muy pocas revistas se salvan de esta circunstancia mafiosa, por más procedimientos y normas que pongan dentro de sus estructuras, avaladas por un padrón existente en el CONACYT o en el sector cultural.

Las revistas de divulgación histórica tienen más futuro que otras “científicas” por sus rasgos de impresión o de aparición digital y diseños atractivos en imágenes o fotografías o iconografía. La distribución es más eficiente y representan negocio para los editores, no como las revistas académicas que dependen de los presupuestos de universidades y centros de estudio, o de las mafias académicas que las conforman. Estas son de distribución restringida entre colegas para leerse mutuamente, no van más allá.

No hay que dejar de mencionar la influencia de los portales web en la difusión del conocimiento del pasado en todas las latitudes. México se encuentra en un lugar privilegiado en este aspecto. Con esto, se garantiza la posición influyente de las revistas dentro de la historiografía mexicana. Siguen siendo un medio de intercambio y divulgación del conocimiento del pasado. Ahora encuentran en la brecha digital el camino de subsistencia en un mundo amplio e infinito, plural y heterogéneo.

 

 

diciembre 12, 2021

Historiografía sobre la familia en México

 

En el año 2010, la secretaría de Educación Pública y la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, convocaron a un programa denominado Historias de familia del Bicentenario, con la intención de rescatar del olvido y del anonimato aquellas historias relacionadas con la tradición oral o las vivencias familiares relacionadas con la historia de México. El proyecto era ambicioso y hasta complejo. Esto en el marco de las conmemoraciones del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución. Para realizar el proyecto se dispuso de un portal de internet, donde se alojaron las historias que la gente narrara o relatara. Más de cien mil historias se juntaron, con la participación de niños, jóvenes, adultos, mayores, hombres y mujeres de todos los estados del país, que participaron contando aspectos familiares resguardados en la memoria de sus familias, relacionados con la historia de México. Las historias fueron plurales y heterogéneas, unas entretenidas, otras ligeras, unas más simpáticas, otras documentadas, unas cortas y otras largas. El rescate de anécdotas y acontecimientos, personajes, batallas y episodios fue común. Historias de los tatarabuelos, los bisabuelos, los abuelos, los padres, los tíos, los primos, los sobrinos, los compadres, los amigos, las señoras y señores, los niños y las niñas, los jóvenes y los conocidos dieron rienda suelta al rescate de la tradición oral familiar, pero igual a la remembranza de hechos y acontecimientos del pasado. Una de las conclusiones del proyecto fue que: “Afortunadamente, en nuestro país la familia es el núcleo más importante de la sociedad, pues gracias a ella logramos preservar costumbres, como la de reunirse el fin de semana o salir juntos, y es precisamente entonces cuando se comparten historias de algunos miembros de la familia, acontecimientos importantes en la vida de ese grupo de personas o simples recuerdos de momentos curiosos, interesantes o especiales, es decir, las experiencias se han trasmitido de generación en generación, y ese legado es también un tesoro que debemos valorar, pues la historia de los mexicanos está en los libros, pero también en los hogares de todo el país”. Se realizó entonces una selección general de todo ese bagaje de historias contadas (Pablo Serrano Álvarez (coordinador de la selección), Historias de familia, México, INEHRM, SEP, 2011).

La historia de la familia en México abre un mar de historias infinito. Es una veta de investigación muy amplia y compleja. Se han dado intentos académicos vinculados a la historia de la vida cotidiana o de las mentalidades, o mediante la genealogía cronológica, la historia de los testamentos y notarías, la historia económica y social o de la historia cultural. En cambio, ha habido avances en materia de la novela histórica, la biografía de ciertos personajes o de la historia de las familias pudientes. Algunas luces se han logrado para la historia colonial, la independencia, el periodo de construcción nacional, la reforma liberal, el porfiriato o la revolución. Sobre todo, los intentos se han centrado en la participación de ciertas familias en los acontecimientos históricos que han marcado el rumbo de México. El estudio de las oligarquías o del empresariado o de los liderazgos ha favorecido que se hagan historias familiares, enfocadas a espacios micro, como comunidades o localidades relacionados con los ranchos, las haciendas, los pueblos, las ciudades o ciertos estados o entidades regionales o de la república. Los personajes económicos, políticos, sociales o culturales han atraído la hechura o reconstrucción familiar, por su importancia y acción. La vida familiar ha sido particularmente difícil de reconstruir para ciertos periodos.

De entrada hay que definir a la familia como un conjunto de personas que proceden de un tronco común de un matrimonio o filiación. Los ascendientes de línea recta o colateral se van construyendo en el tiempo, compuestos siempre por abuelos, padres, tíos, hermanos, primos, sobrinos. Los ancestros se van construyendo con el paso del tiempo por el parentesco y líneas de ascendencia. La familia es una institución de carácter social con vínculos legales y religiosos o sociales, cuya línea histórica viene de muy lejos y se construye por medio de una genealogía histórica, que favorece una reconstrucción de uniones parentales mediante el matrimonio o la unión de componentes. La etnografía y la antropología han favorecido el entendimiento de los rasgos comunes familiares, en cambio la historia de la genealogía ha permitido el estudio de la ascendencia y descendencia de un grupo familiar a través del tiempo y su evolución. La historia del parentesco se compone de individuos con lazos de linaje o jerarquía ascendente y descendente. La demografía histórica también favorece el estudio de la familia a través del tiempo, con sus vinculaciones sociales principalmente, igual mediante los comportamientos religiosos, civiles, educativos y de salud. Esto implica el estudio del matrimonio y otros hechos relacionados con la unidad o dispersión del grupo familiar. El seguimiento genealógico permite una reconstrucción interesante, así como los orígenes sociales o los comportamientos y su composición económica, social, política o cultural en espacios concretos de acción o socialización.

La historiografía sobre la familia ha sido muy amplia en Francia e Inglaterra, un poco menos en Italia o Estados Unidos. La historiografía latinoamericana es escasa en el tema de lo familiar, excepto por historias familiares un tanto cuanto aisladas, como sucede en el caso de México, aunque ha habido impulsos interesantes para los siglos coloniales.

Los enfoques metodológicos provenientes de la sociología, la antropología, la demografía y la historia social han favorecido el desarrollo de ciertas teorías y metodologías que han permitido avanzar en el estudio de la historia de la familia. El tema sigue siendo muy innovador a nivel mundial. Como en muchos temas, el problema de esta historia depende de las fuentes. Para unas épocas los registros parroquiales, para otros la correspondencia personal o los testamentos, son fuentes centrales para la reconstrucción genealógica y las relaciones o vida familiar material, pero, para periodos modernos y contemporáneos, los documentos personales, los diarios, las autobiografías, las memorias, la prensa, la literatura, las fotografías, los documentos legales o psicológicos o educativos o inclusive de la salud, son las fuentes por excelencia de la historia de las familias. A esto debe agregarse la tradición oral familiar, que parece brindar una fuente inagotable de conocimientos sobre el pasado, de los componentes y acciones de los miembros de las familias, si es el caso de que no se ha perdido en la memoria de los tiempos o se ha diluido en los recuerdos de los componentes familiares.

La historiografía de tema familiar en México es prácticamente inexistente, aislada y encerrada en el circuito académico, aunque se han dado avances a considerar en cualquier evaluación historiográfica. No hay abundancia de este tipo de estudios, excepto en algunos casos aislados muy puntuales o fragmentarios, vinculados a algunos casos en el periodo colonial de los siglos XVII y XVIII, inicios del siglo XIX y varios para el caso del siglo XX. El enfoque urbano o regional parece que está rindiendo frutos en algunos estudios que se emprenden en la actualidad. Normalmente, el estudio de la historia de familia viene a cuento desde la esfera de lo privado, o, fundamentalmente, en el estudio de las mentalidades, la vida cotidiana o sobre asuntos legales de propiedades, posesiones materiales o pleitos judiciales de largo proceso o importancia. Los testamentos parecen ser las fuentes más destacadas para entender la trayectoria y la composición familiar. Algunas aportaciones historiográficas se han alcanzado desde la esfera de la antropología vinculada a fenómenos sociales urbanos o procesos económicos de empresas y empresarios, o de propiedades agrarias y urbanas, donde por lo regular se ha involucrado históricamente a familias de renombre o de clase media y hasta baja.

La historiografía sobre la familia mexicana se ha nutrido de la antropología muchísimo. Momento significativo fue en 1961 con la publicación de Los hijos de Sánchez, autobiografía de una familia mexicana de Oscar Lewis, que retrató la historia de una familia pobre y urbana en pleno contexto de la modernidad contemporánea del país. También, Larissa Lomnitz, que emprendió importantes estudios relacionados con la historia familiar de cierta élite económica y social mexicana en el siglo XX. Tal fue el caso de su libro Una familia de élite mexicana. Parentesco, clase y cultura, 1820-1980, escrito junto con Marisol Pérez Lizaur. Ambos trabajos de investigación dieron luces para abrir brecha en los estudios vinculados con la historia de la familia en México en el periodo contemporáneo.

Desde el decenio de los noventas, los estudios sobre la historia de la familia se impulsaron desde las investigaciones centradas en la vida cotidiana, la vida privada, la vida de las mujeres, el matrimonio, las élites, las dotes, las mentalidades, la educación, la economía urbana, los problemas judiciales, la religión, estratos sociales, las pasiones, objetos de estudio centrados en los siglos coloniales (en lo fundamental para el caso de los siglos XVII y XVIII) y el siglo XIX, y trabajados utilizando fuentes novedosas y con originalidad de casos y procesos históricos, por Pilar Gonzalbo Aizpuru, Cecilia Rabell Romero, Robert McCaa, Silvia M Arrom, Verónica Zárate Toscano, Anne Staples, Cristina Torales, entre otros.

Gran parte de las historias de familia se han centrado en la ciudad de México y en familias de la élite económica y social, gracias a la utilización de fuentes de primera mano que existen en los archivos notariales y oficiales. La vida familiar de varias familias ha sido reconstruida por Pilar Gonzalbo Aizpuru con gran aportación. Algunos de sus discípulos lo han hecho para el caso de los primeros años del siglo XIX.

 

 

 

 

 

diciembre 05, 2021

Historia empresarial en México

 

La historiografía sobre el tema de los empresarios o las empresas ha gozado de gran importancia en los últimos cincuenta años. Desde la historia social o económica, esta historiografía ha tenido un muy buen ritmo y ha roto paradigmas importantes. Los actores socioeconómicos han tenido una importancia inusitada desde el periodo colonial, sobre todo, en los espacios regionales. Los ricachones han incidido históricamente en las estructuras históricas. Comerciantes, hacendados, agiotistas, banqueros, industriales, fabricantes, han dejado huella en el devenir histórico de México, conformando parte de las élites y las oligarquías, que han dominado el escenario de la evolución económica, pero también social y política, hasta cultural.[1] Su actuación ha cubierto la dinámica local y regional, pero también la perspectiva nacional desde el periodo colonial hasta el periodo contemporáneo.

La historia empresarial mexicana ha cubierto toda una gama de enfoques teórico-metodológicos muy interesantes, que se han aplicado desde el punto de vista de la economía o de la historia social, sobre todo provenientes de Estados Unidos. Los puntos de vista se han centrado en el marxismo, los fenómenos de causa y efecto en los procesos de industrialización, la dependencia económica, la revolución industrial,  la historia agraria, la modernización, la inclusión del capitalismo, la empresa moderna, el aspecto gerencial, la economía mundo, las finanzas o la institucionalización empresarial. Cada paradigma permitió avanzar en la historiografía sobre el tema desde el decenio de los setenta, aunque durante la última década del siglo XX estos estudios dieron un avance considerable para entender la dinámica empresarial mexicana, tanto en los siglos novohispanos, como en la centuria decimonónica y el siglo XX. El comportamiento empresarial dio forma a la actuación de ciertos grupos sociales originarios que, mezclados luego con grupos extranjeros, favorecieron la redistribución y expansión de las actividades económicas.

La historiografía empresarial ha sido muy abundante y continúa avanzando a grandes pasos. Los enfoques teórico-metodológicos y las fuentes de primera mano han favorecido un gran auge, sobre todo en los aspectos relativos a la historia local y regional, agraria, financiera, urbana, comunicaciones y transportes, familiar, biográfica, institucional, que es donde la actuación de las empresas y empresarios dieron sentido a su actuar histórico. Hay dos corrientes en este tipo de estudios, la llamada escuela shumpeteriana sobre los empresarios y su actuar,[2] y la enfocada a la Business History, que privilegia el tema organizativo de las empresas. En ambas corrientes hay una interacción y vinculación constante con los contextos sociales y económicos y, en algunos casos, con los políticos y hasta culturales. El estudio microeconómico es una característica de este tipo de historiografía, aunque en algunos casos se ha privilegiado el enfoque biográfico y social como factor histórico del actuar empresarial. El enfoque de Alfred Chandler ha sido particularmente influyente, por medio del estudio de las redes y las gestiones empresariales que sirvieron para expandir y redistribuir el capital en la historia reciente nacional o de enfoque regionalista.[3] Particularmente influyente fue también la perspectiva teórica de Douglas C. North, acerca del cambio institucional y la empresa. Su enfoque ha sido aplicado para el caso de realidades mexicanas por varios autores que han estudiado al empresariado en periodos como la revolución y la posrevolución.[4]

A mediados de los setenta se publicaron trabajos relacionados con la historia de la burguesía en México, que abarcaron un buen abanico de opciones sobre el comportamiento empresarial que se expresó durante el siglo XIX recayendo en el periodo porfiriano. Fue novedoso y original el estudio de los ricachones que, por primera vez, se abordaban desde el punto de vista de actores o sujetos sociales cuyo actuar marcaba la evolución económica en los espacios o actividades donde actuaban. Varios trabajos se publicaron después por parte de historiadores estadounidenses e ingleses sobre las dinámicas del empresariado mexicano, compuesto también por emprendedores extranjeros que migraron a México en ese periodo, principalmente estadounidenses, ingleses, alemanes, franceses, españoles y de otras nacionalidades, que fueron actores principales de la expansión capitalista mexicana.

El decenio de los noventa del anterior siglo fue muy rico en la producción historiográfica del tema empresarial, tanto de personajes como de organizaciones. El auge de este tipo de estudios fue encabezado por grandes historiadores, que vincularon el intercambio académico con enfoques de Europa y Estados Unidos, donde se resaltó el paradigma de la importancia del estudio de empresas y empresarios en su interrelación y vinculación con una perspectiva micro, pero igualmente como parte del contexto histórico que fomentaron o estimularon. Las empresas y los empresarios emergieron como parte de un universo económico, pero también político e institucional. Grupos de familias, nativas, inmigrantes, formaron parte de los procesos de acumulación, reproducción y diversificación del capitalismo en el siglo XIX. Infinidad de trabajos de investigación se publicaron bajo esta perspectiva, dando cuenta de la historia de los mercados regionales, las ciudades y pueblos, o los espacios agrarios y, mucho más, en el ámbito del comercio y las comunicaciones y transportes. Sobre todo para el periodo porfiriano, el enfoque de análisis de la historia económica favoreció una gran producción de estudios.

Las fuentes primarias relacionadas con los archivos de las empresas y los negocios, o los archivos personales o familiares de los empresarios, pero también los archivos públicos, favorecieron el estudio de este tema, que se extendió al objeto de estudio del siglo XX. Las esferas locales y regionales fueron un marco importantísimo para la expansión de este tipo de historiografía.

Dos historiadores económicos han sido los punteros en la historiografía de empresas y empresarios en México. Carlos Marichal y Mario Cerutti han aportado importantes enfoques y trabajos de investigación sobre el tema, coordinando incluso aportaciones específicas de estudios del tema, sobre todo con la mediación de los estudios de historia regional. Ambos fueron impulsores de la conformación de revistas académicas o asociaciones de historiadores económicos, que impulsaron los estudios empresariales con gran abundancia desde finales de los noventa.

En 1976 y 1978 se perfiló el tema historiográfico con estudios sobre la burguesía, mientras que en el decenio de los ochenta la producción se enfocó a tomar al empresario como un sujeto social o más bien actor histórico desde el enfoque teórico de cierta historiografía estadounidense sobre México. Vino después un auge sin precedentes de los estudios que, hasta la fecha, continúa brindando aportaciones interesantes que resaltan a las empresas y empresarios como parte de la evolución histórica mexicana y su incidencia indiscutible en la historia regional y económica. María Eugenia Romero Ibarra es clara en su análisis de la historiografía empresarial en México, desde el punto de vista de lo que sucedió desde el decenio de los noventa:

 

La historia empresarial actual intenta situar sus objetos de estudio en el contexto de la historia económica de México, se mueve de preferencia en el largo plazo v privilegia el enfoque regional. Se ha diversificado la temática, se han producido estudios y compilaciones de trabajos sobre diversos tipos de empresas. Estudios sobre empresas bancarias y sistema financiero, empresas por ramas de producción, privadas, pero también públicas, grandes y medianas, grupos y tejidos empresariales, por regiones o espacios económicos. Finalmente, han realizado un importante esfuerzo por estimular, reunir, sistematizar y sintetizar los estudios en este ámbito del conocimiento.[5]

 

El enfoque de la historiografía empresarial en México sigue permitiendo una gran producción que brinda importante conocimiento sobre este gran tema. La historia económica y social, desde este enfoque, se ha beneficiado grandemente. Es parte de la historia microhistórica que ha caracterizado a la historiografía mexicana desde el último decenio del siglo XX. No hay estado de la república donde no se haya trabajado el tema de las empresas y empresarios, brindando una alternativa de conocimiento que sobre pasa a la historia regional y a la historia nacional. Este auge ha implicado que los estudios de licenciatura o posgrado se hayan reforzado grandemente con este enfoque de estudio. Es inacabable una revisión historiográfica que contemple tesis, trabajos de investigación, libros o artículos sobre los distintos aspectos del desenvolvimiento empresarial, válido para los siglos XIX y XX. Aún existe una veta importante de investigación que hay que explorar con amplitud y profundidad.

La historiografía empresarial más destacada ha sido emprendida por historiadores económicos y regionalistas, algunos provenientes de otras ramas de las ciencias sociales o las humanidades. De entre los más importantes debemos destacar a la misma María Eugenia Romero Ibarra, Gustavo Aguilar, Graziella Altamirano, Micheline Cariño, Mario Cerutti, Carmen Collado, Mario Contreras, Pedro Luna, Leticia Gamboa, Coralia Gutiérrez, Gilbert Joseph, Gladis Lizama, Allen Wells, Carlos Lizama, Jaime Olveda, Mario Ramírez Rancaño, Mario Trujillo Bolio, Mark Wasserman, Manuel Miño Grijalva, Aurora Gómez, Jesús Méndez Reyes, entre muchos más. Historiadores de los fenómenos nacionales también son dignos de mencionar por sus aportaciones, como Bárbara Tannenbaum, Ricardo Pozas, Matilde Luna, Sandra Kuntz, Edmundo Jacobo, José Ayala Espino, entre otros. Historiadores económicos como Enrique Florescano, Enrique Semo, Enrique Cárdenas, Bernd Hausberger, Luis Jáuregui, Ernest Sánchez, Stephen Haber, Antonio Ibarra, Leonor Ludlow, han favorecido también la posición de las empresas y empresarios en la historia de periodos como la colonia, la independencia, la reforma liberal, el porfiriato, la revolución y posrevolución, o la etapa contemporánea. Pioneros en el tema de las empresas y empresarios desde la perspectiva de los estudios sobre la burguesía, sin duda hay que mencionar a Linda Colón, María Teresa Huerta, Margarita Urías, y el mismo Mario Cerutti. Los libros colectivos sobre empresas y empresarios abundaron, tejiendo una gran red académica en todo el país. Aún ahora, se continúa la investigación histórica empresarial, con amplios resultados en libros, artículos, ensayos y espacios digitales. Un buen balance sobre la historiografía empresarial en México ha sido emprendido por Carlos Marichal.[6] La historiografía económica ha formado parte de la fragmentación temática que ha caracterizado a la historiografía mexicana en las últimas tres décadas, aunque su aportación ha sido indiscutible. El tema sigue dando mucha tela para cortar y cocer, entretejiendo un objeto de estudio infinito, en mucho por las fuentes, pero igualmente por la interpretación de la posición de las empresas y empresarios en la historia del pasado.

 



[1] Una gran especialista de la historia económica ha analizado la historiografía sobre el tema con profundidad y desde un punto de vista integral, en lo teórico, metodológico y empírico. La bastedad de esta historiografía ha sido abordada con un gran esfuerzo de síntesis. María Eugenia Romero Ibarra, “La historia empresarial”, en El Colegio de México, (Ciudad de México), LII: 3, 2003, p. 805-829.

[2] J. A. Schumpeter, Historia del análisis económico, Barcelona, Ariel, 1994, cuyo enfoque de estudio se ha centrado en el tema de los empresarios.

[3] Particularmente, Alfred Chandler, La mano visible. La revolución en la dirección de la empresa norteamericana, Madrid, Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, 1987.

[4] Douglas C. North, Estructura y cambio en la historia económica, Madrid, Alianza Editorial, 1984.

[5] Ibidem, p. 813.

[6] Carlos Marichal, “La nueva historiografía sobre las empresas en México”, en María Inés Barbero y Raúl Jacobo (eds.), La nueva historia de empresas en América Latina, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial,  2008, p. 141-168.