marzo 06, 2022

Historiadores locales o cronistas en México

 

Estos personajes abundan en pueblos, ciudades y estados de la república. Se hacen llamar “cronistas” o “historiadores locales”. No tienen formación profesional como historiadores, no son académicos ni tampoco cuentan con un andamiaje metodológico o teórico en la disciplina historiográfica. La mayoría son autodidactas, “apasionados” de la historia dicen, apegados al “terruño” o a la llamada de la “matria”. Algunos cuentan con alguna profesión, estudiaron para docentes o para abogados, o se dedican al periodismo o la escritura. Una gran mayoría de ellos se dedican con ahínco a recabar datos y datos sobre acontecimientos y personajes, para brindar descripciones históricas o geográficas o literarias. Son polifacéticos  en sus actividades, porque transitan de su oficio o alguna profesión, a la compilación y descripción de datos, pero también se dedican a escribir y exploran en la poesía, la novela, la crónica o la crítica literaria o artística, hasta iconógrafos resultan. Algunos son burócratas, contratados como cronistas locales o asesores municipales o estatales o servidores públicos educativos, culturales o notarios y contadores públicos.

Los llamados historiadores locales son expertos en recopilar y describir, son creadores de leyendas y mitos, exaltan al poder y los poderosos, les fascina resaltar la acción de familias y oligarcas o líderes populares o sindicales. Les gusta relucir o legitimar a los gobernantes y los gobiernos o a instituciones educativas o culturales. Descargan bilis por doquier, porque se creen poseedores de la verdad acerca de las causas y consecuencias de los acontecimientos o los patrimonios históricos. Son expertos para la historia oficial. Manejan bien el positivismo porque privilegian el dato y el dato. Su narrativa es aburridísima, sin explicación o interpretación, hacen historias huecas. Gran mayoría escriben muy mal, enredados como ellos solos. Muy pocos tienen coherencia o aportan conocimientos novedosos. Casi todo su discurso se refuerza copiando o anexando documentos históricos. Son grandes plagiadores de documentos que, por regla general, no son citados adecuadamente o no poseen la localización concreta de dónde salieron. Amasan documentación en sus casas u oficinas que nunca muestran. Persiguen a familiares o descendientes de los poderosos y personajes populares, para sustraerles informaciones que nadie sabe, o fotografías históricas, o documentación privada. Les encanta la cultura popular o las tradiciones y leyendas. Algunos se inventan los documentos para “comprobar” sus hallazgos. Pocos son serios en sus publicaciones. Mal hechos como ellos solos, publican en imprentas y sin estilo editorial normalmente.

A los historiadores locales o cronistas les fascina el estudio descriptivo y machacón del patrimonio inmueble y mueble de la localidad, el pueblo o la ciudad o el estado. El mobiliario o las construcciones urbanas les enloquece y describen su construcción o conformación y los personajes involucrados en su hechura y destino. Las iglesias, los templos, los monumentos, las capillas, las esculturas, los cementerios, los edificios públicos, las escuelas y universidades, los parques y jardines, los puentes y caminos, los túneles, las pirámides, las haciendas y las fachadas y retablos, forman parte de infinidad, abundante hasta el exceso, de publicaciones, libros, revistas, folletos, periódicos y páginas web. La descripción a detalle representa una obsesión que aburre y nadie lee a profundidad. Nunca de los nunca hay un análisis de contextos o interpretación de los procesos históricos involucrados.

Algunos, muy pocos, cronistas o historiadores locales estudiaron una licenciatura en historia o algún diplomado o curso. Los que lo hicieron se contaminaron de la improvisación y la descripción positivista u oficialista; la elucubración y culto documental, las piedritas o las construcciones y los cementerios; la obsesión por el patrimonio artístico, cultural o educativo; o el burocratismo oficialista exaltador cívico, gubernamental o conmemorativo. Son adoradores de la cultura popular y sus orígenes. Pocos de ellos han destacado en aportaciones interesantes, casos muy puntuales que brindan instrumentos historiográficos interesantes para el conocimiento del pasado de localidades y regiones. Escasos por supuesto, porque la gran mayoría rayan en la mediocridad e ignorancia biliosas y obsesivas, siempre cuestionando a los profesionales o los críticos.

Los llamados historiadores locales resaltan en su comunidad como “intelectuales” destacados. Poseen organizaciones de “estudiosos locales” o pertenecen a partidos políticos gobernantes y organizaciones de todo tipo. Son impulsores del poder y los poderosos en la sociedad y la política, porque son actores significativos en el mundo educativo y cultural. Poseen ciertos lazos de relación con el mundo externo. Siempre resaltan la mediación del centro en las localidades y estados de la república, o la influencia de ciertos acontecimientos o personajes en su paso por su demarcación jurídico-administrativa. Son buenos para describir batallas militares y visitas de los personajes políticos en determinados momentos de la historia.

A los cronistas e historiadores locales no les agradan los historiadores profesionales o los críticos. Detestan las elucubraciones teórico-metodológicas o las interpretaciones historiográficas que cuestionen sus “hallazgos” puntuales o sus datos. Igualmente, no les agrada que se cuestionen sus documentos, o que se les pida compartirlos. Dicen casi siempre que tienen los documentos que avalan sus supuestos hallazgos sobre determinado acontecimiento, hecho o personaje. Es por esto que las obras profesionales, con infinidad de documentos provenientes de los archivos y repositorios documentales, no les agradan y cuestionan datos o interpretaciones. En algunos estados de la república existe conflicto entre historiadores locales e historiadores profesionales. Los enfrentamientos y cuestionamientos son casi siempre inútiles y se dan en la prensa, la radio y la TV, las conferencias y presentaciones públicas o en publicaciones. Son “correctores” de datos, fechas, nombres y leyendas que se encuentran en los estudios profesionales que se dan a conocer.

En algunas ciudades o pueblos de varios estados de la república se ha acusado a los historiadores locales de ser plagiarios de documentos históricos o de obras de otros historiadores del pasado y del presente. Además, muchos han sido acusados permanentemente de sustraer y robar documentos provenientes de archivos municipales o estatales o de organizaciones e instituciones. En pocas entidades se han comprobado con certeza estas acusaciones. Lo cierto es que en la consulta de los archivos se ha notado, a simple vista, que han sido sustraídos documentos valiosos sobre determinados periodos o acontecimientos de la historia local y estatal, o acerca de ciertos personajes históricos. El robo de documentación es parte inherente de este tipo de historiadores. No aprovechan la documentación o la plagian por completo para sus publicaciones, casi todas ellas financiadas por los gobiernos locales o estatales. Hay archivos muy lastimados por estas prácticas en todos los tiempos.

Hoy encontramos que los llamados historiadores locales se encuentran encumbrados en los gobiernos, en áreas educativas y culturales principalmente. Se mezclan con divulgadores históricos. Son coleccionistas de objetos de cultura popular o fotografías o mapas, igualmente. Reproducen errores y errores de las historias locales. Plagian y plagian. Hacen historia oficial. Son obsesivos en mezclar la historia descriptiva con el conocimiento del patrimonio cultural de cada localidad. Exaltan al documento histórico, ahora obsesionados por la fotografía y la imagen. No renuevan ni crean mayor conocimiento del pasado, creen difundir pero lo hacen mal, sin impacto amplio en la sociedad. Lo peor del caso es que este tipo de historiadores han contaminado a los museos, a los archivos y a las publicaciones. Han creado asociaciones para obtener recursos oficiales y hacer actividades, normalmente le rinden honores a los gobernadores o presidentes municipales para hacer ciertas publicaciones o actos públicos. Son oficialistas por regla general. Le hacen fuchi a la historia crítica, al análisis del pasado y a las nuevas tendencias historiográficas concentradas en la narrativa y la divulgación.

 

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