septiembre 12, 2021

Las celebraciones de los cien años de la consumación de la independencia en 1921

 


El 24 de febrero de 1821 se firmó el Plan de Iguala por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, que fue el primer documento que dio sustento legal a la independencia. Las fuerzas realistas e insurgentes lo firmaron para terminar con el largo periodo de insurgencia. Se formó el ejército trigarante o de las tres garantías, bajo tres grandes elementos: Religión, Unión, Independencia. El documento constó de 23 artículos. Fue un documento que estableció las bases para el establecimiento de una Junta Gubernativa que construiría una monarquía constitucional y emitiría las bases de la soberanía de la nueva nación.

El 24 de agosto de ese mismo año, se firmaron los Tratados de Córdoba, por parte de Agustín de Iturbide y el jefe político español Juan O´Donojú. En este documento se acordó, en 17 artículos, el reconocimiento de la independencia y la retirada de las autoridades españolas. Este documento no fue reconocido por el gobierno español, sino hasta 1836, sin embargo, dio certeza a los planteamientos del Plan de Iguala de meses atrás. 

Ambos documentos fueron la base para la emisión del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, que se dio a conocer el 28 de septiembre de 1821 en Palacio Nacional, redactada por Juan José Espinosa de los Monteros, secretario de la Suprema Junta Provisional Gubernativa. 33 de 38 miembros signaron ese documento tan importante.

El próximo año de 2021 se cumplirán los doscientos años de la consumación de la independencia de México. Hace cien años se emprendieron las conmemoraciones por los cien años de la consumación. Los documentos constitutivos de la patria mexicana dieron certeza a la independencia, dando fin a una guerra de diez largos años, acabando con el enfrentamiento entre realistas e insurgentes. Esto representó un factor de unidad y comunión que dieron base y cimentación a la nación mexicana. Las conmemoraciones de 1921, luego de la cruenta revolución, rescataron esos principios para la conciliación, la unidad, la reconstrucción y la comunión social popular.

Ya desde 1920 había inquietud por ciertos sectores de la opinión publica por el advenimiento de la efeméride de la consumación de la independencia. El poeta José de Jesús Núñez y Domínguez, desde la dirección de Revista de Revistas del periódico Excélsior, habló sobre la necesidad de conmemorar el centenario por parte del gobierno. El periódico El Universalhizo lo propio en la voz de Félix F. Palavicini. En enero de 1921, el Ayuntamiento de la Ciudad de México hizo lo mismo proponiendo un programa de festejos al gobierno, para recordar el acontecimiento desde el mes de septiembre. El 16 de abril, en sesión del Consejo de Ministros, quedó establecida una Comisión, que quedó integrada por el secretario de Gobernación, Plutarco Elías Calles, el secretario de Relaciones Exteriores, Alberto J. Pani, y el secretario de Hacienda, Adolfo de la Huerta. La Comisión crearía un Comité ejecutivo en el mes de junio, que estuvo formado por Emiliano López Figueroa, presidente, el diputado Juan de Dios Bojórquez, vicepresidente, que fue sustituido por Apolonio Guzmán ya que el titular fue nombrado ministro de México en Honduras, el diputado Carlos Argüelles, tesorero, y Martín Luis Guzmán, como secretario. Además, figuraron en este organismo, el periodista Luis G. Malváez y el licenciado Manuel J. Sierra, como encargados de la publicidad y la propaganda.

La prensa jugó un papel fundamental en las propuestas para los festejos. Igualmente la Universidad Nacional, mediante la acción de su rector José Vasconcelos, participaría activamente en la conmemoración, desde la trinchera académica e intelectual. No sucedió así con la inclusión de la Iglesia católica, que realizó su propia agenda desde la difusión de su Carta Pastoral el 12 de Julio de 1921, que estableció la celebración de actos sobre la consumación en todas las iglesias, con un programa de actividades adicionales, avalada por la jerarquía eclesiástica y los obispos del país.

De inmediato, las festividades oficiales postularon que las intenciones eran que se recuperaría el carácter popular y nacional de la celebración, buscando la cooperación de todas las fuerzas políticas y de los sectores sociales “revolucionarios” y “oficiales”, ya que no se querían unas celebraciones “elitistas” o “aristocráticas” como las de 1910. La verdad, es que en gran parte de los eventos participaron empresarios y miembros de la élite política y económica de la ciudad de México, principalmente, extranjeros, que apoyaron al gobierno obregonista.

El Comité Ejecutivo realizó la solicitud de propuestas y recursos a las 28 entidades del país. Estimuló que el Ayuntamiento de la ciudad de México remozara y arreglara las calles, las plazas, parques y edificios públicos, planeando incluso la fundación de varios en algunos barrios de la ciudad. Se giraron infinidad de invitaciones a los gobiernos y medios de prensa de otros países, principalmente de Estados Unidos y los países hispanoamericanos. Se trataba también de buscar la “amistad y fraternidad” de Hispanoamérica, dando prestigio a los logros del gobierno obregonista, que para los festejos apenas cumpliría nueve meses en el poder. En el extranjero, principalmente en varias ciudades estadounidenses o en Brasil se organizaron exposiciones de arte popular mexicano.

Las celebraciones por la consumación iniciaron el 15 de septiembre con la ceremonia del grito. 24 representantes diplomáticos fueron recibidos en Palacio Nacional por el presidente Álvaro Obregón. Todos dieron discursos, que el presidente respondió marcando valores y principios de la independencia mexicana, rescatando el pasado prehispánico, colonial y contemporáneo del país. Hubo también delegados de prensa, sobre todo, estadounidenses, que reseñaron sobre la celebración. La propaganda mexicana en el extranjero fue intensa, ya que el gobierno obregonista buscaba el reconocimiento diplomático de Estados Unidos con ahínco y obsesión. La procesión en homenaje a los héroes de la independencia se dio el 14 de septiembre, como preámbulo a los festejos, lo que representó un aperitivo cívico importante.

Antes y durante los festejos existía la polémica en torno a la figura de Agustín de Iturbide. El oficialismo rechazó la idea de festejar la presencia emblemática de este personaje central de la consumación de la independencia, por ser un personaje conservador, monárquico e identificado con la Iglesia. Antonio Ramos Pedrueza, en una conferencia brindada en la Escuela Nacional Preparatoria el 13 de agosto de 1921 y luego la publicación de un libro, rescató la figura de Iturbide, cuestión que le valió el cese de la Universidad por orden del rector Vasconcelos, previo a los festejos. Más bien, el gobierno se inclinó por exaltar la figura de Vicente Guerrero, como el “gran libertador” de México. Hasta en la Cámara de Diputados hubo una discusión para quitar el nombre de Iturbide de sus paredes y reemplazarlo por el de Guerrero. No se programaron actos que implicaran resaltar a Iturbide, también fue eliminado de los discursos del presidente.

En cambio, la Iglesia, en la agenda de sus festejos, resaltó la figura de Iturbide, como un personaje central del logro de la independencia. Hasta se enviaron a escribir libros para resaltar su figura, como los realizados por intelectuales eminentes del momento, como Francisco Elguero, Nicolás León, Leopoldo Batres, Federico Gamboa, Francisco Bulnes, Antonio Caso, José López Portillo y Rojas, José de J. Núñez y Domínguez, Manuel Mestre, Rafael López, Guillermo Obregón. Los actos organizados por la Iglesia en varias ciudades del país resaltaron la figura de los “libertadores”, incluido Iturbide. 

La propaganda gubernamental se reforzó en plenos festejos con la realización de películas que reseñaron las actividades, como Las fiestas del centenario, producida por Salvador Toscano; Los grandes y solemnes festejos del centenario, de la International Pictures Co.; y Las grandes fiestas del centenario de Ediciones Camús, que se dieron a conocer poco después. Igualmente, resaltaron los proyectos de arte. Los artistas de la Escuela Nacional de Bellas Artes, que participaron en la realización de la Noche Mexicana y en la Exposición de Arte Popular Mexicano, destacaron, como Adolfo Best Maugard en la escenografía, y el Dr. Atl, Montenegro, Enciso y Ricardo Gómez Robledo en la Exposición. Otros artistas fueron incluidos en las actividades de la Universidad Nacional, como Xavier Guerrero, Alba de la Canal y Fernández Ledesma.

Las publicaciones oficiales destacaron el pasado prehispánico con obras de autores alemanes, Hermann Beyer o Franz Boas, o mexicanos como Ramón Mena y Nicolás Rangel. En el marco de la inauguración del Parque España, el Ayuntamiento entregó la publicación sobre la “Iconografía de los gobernantes de la Nueva España” y la Cédula Real, que publicó el Archivo Municipal dirigido por Francisco Gamoneda. Conferencistas disertaron sobre las artes coloniales, la arquitectura, las letras y las ciencias, como Manuel Romero de Terreros, Luis R. Ruiz, Norberto Domínguez y el propio Francisco Gamoneda. Se tuvo la intención de la creación del Panteón de los Héroes de la Independencia. Se publicaron también obras de Servando Teresa de Mier y de Agustín Rivera y Sanromán, que ahondaron sobre el proceso de la independencia. En honor al periodismo independiente se llevaron a cabo conferencias sobre Servando Teresa de Mier, Carlos María de Bustamante y Joaquín Fernández de Lizardi, que realizaron Miguel Martínez Rendón, Nicolás Rangel e Ignacio B. Del Castillo, miembros de la Academia Mexicana de la Historia. 

Conciertos, conferencias, kermeses, exposiciones, concursos literarios, fotografías, bailes, teatro, música, trajes típicos, ópera, danzas, comida, carros alegóricos, inauguración de parques y jardines, murales, pintura, corridas de toros, honores cívicos, exaltaron el mexicanismo prehispánico y los logros de la independencia. El programa incluyó instituciones, sindicatos, organizaciones, escuelas y organismos empresariales extranjeros. La colonia francesa, la comunidad alemana, los españoles y las comunidades latinoamericanas participaron activamente en varios actos. La inauguración de los parques Lira, España y la fiesta charra en la colonia Anzures, en la ciudad de México, fueron estimuladas por la comunidad de extranjeros. El antropólogo Manuel Gamio encabezó la vista de los invitados extranjeros a Teotihuacán. La fiesta de las flores en Xochimilco fue también muy colorida. En el marco de los festejos se dio la creación de la Secretaría de Educación Pública, el 12 de octubre de 1921, encabezada por José Vasconcelos, lo que fue muy significativo.

El 27 de septiembre fue la celebración principal en la ciudad de México, con carros alegóricos, homenajes oficiales a los héroes de la independencia, jura de bandera, maniobras aéreas, fiesta mexicana, exposiciones artísticas, iluminaciones y amplios discursos. Todo se filmó ese día.

La Iglesia, por su parte, emprendió actividades celebratorias en Puebla, Michoacán, Ciudad de México, con actos litúrgicos en prácticamente todos los obispados y capitales del país. La Iglesia se consideraba parte de la historia de la consumación, por lo que exaltó a Agustín de Iturbide como un personaje fundamental de ese momento. Organizaciones como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, la Asociación de las Damas Católicas, los Caballeros de Colón, ayudaron en las conmemoraciones, del lado de la Iglesia, con alta resonancia en ciudades católicas por excelencia, como Morelia, Zamora o Puebla. 

El mexicanismo fue resaltado en las conmemoraciones de 1921. El origen prehispánico de la mexicanidad fue exaltado a partir del arte popular y el folklor, incluyendo varias publicaciones de estudiosos sobre el periodo prehispánico. Además, se distinguieron a los grandes personajes de la independencia y la insurgencia, desde Miguel Hidalgo hasta Vicente Guerrero, marginando de la historia nacional a Agustín de Iturbide. Los actos cumplieron con su cometido, enlazando los temas de la conciliación y la unidad de la “nueva familia revolucionaria” en el poder, vencedores de la revolución y resaltando el nacionalismo que caracterizaba la reconstrucción nacional en todos los órdenes, bajo la conducción del caudillo por excelencia de la revolución, el presidente Álvaro Obregón. 

Las conmemoraciones de los cien años de la consumación de la independencia fueron factor de unión e imagen de la revolución mexicana hecha gobierno. El país se encontraba experimentando una crisis económica, una convulsión social, una inestabilidad política, un problema por la falta de reconocimiento diplomático y un mareo cultural, que tuvieron que atajarse con las conmemoraciones, que fueron organizadas con rapidez y no contaron con suficientes recursos financieros para su ejecución, pero que, sin embargo, se realizaron para distinguir un momento fundacional de la nación mexicana, que se estableció a partir del Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el Acta de la Independencia del Imperio Mexicano, documentos representativos de la patria. A cien años de distancia, las conmemoraciones tendrán un gran reto para el año 2021, que esperemos que el gobierno actual sepa sortear y emprender como se merece la efeméride, sin maniqueísmos, maquillaje o falacias de interpretación para los ciudadanos mexicanos del siglo XXI. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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