septiembre 05, 2021

Consumación de la independencia. Sermones, Discursos, Prensa. A propósito de Jaime Olveda, La consumación de la independencia…

 


Tres grandes volúmenes compilados por el historiador Jaime Olveda,[1]contienen sermones, discursos patrióticos y artículos de prensa sobre el tema de la consumación de la independencia de 1821. Las visiones hacen un recorrido inmenso de pareceres sobre la historia de la consumación, sus personajes centrales, sus documentos, episodios que le marcaron. La revisión de las formas en que se interpretó la consumación, incluso comparada con el inicio de la gesta independiente de 1810, se destaca por medio de la compilación de los significados, para cada momento histórico, de su expresión sobre todo ideológica, pero también histórica. Si el iniciador de la independencia fue Miguel Hidalgo y Costilla, el continuador y consumador fue Agustín de Iturbide. La historia de la insurgencia fue determinada por la acción de Iturbide, hasta el momento clave de 1821, que concluyó con la insurrección por medio de los documentos fundamentales de la nueva patria mexicana: El Plan de iguala, los Tratados de Córdoba y la Acta de la Independencia del Imperio Mexicano.

16 de septiembre de 1810, 27 de septiembre de 1821; dos fechas, dos héroes, dos momentos fundamentales de la nación mexicana. La clave de los discursos y de la prensa se centraron en este debate patriótico que finalmente cristalizó, siempre, por reconocer ambas fechas fundacionales como el arranque de la identidad nacionalista por dos siglos. 

El primer volumen hace un recorrido por los sermones y los discursos patrióticos que se dieron luego de 1821. Los documentos refieren a los abordajes ideológicos, patrióticos, cívicos, biográficos e identitarios que dieron sentido y trayectoria a la independencia y a la consumación. Las tres garantías de la Religión, la Unión y la Independencia, símbolos también de la bandera trigarante (blanco pureza de la religión, verde la independencia, rojo la unidad), fueron exaltados después como los grandes valores que el ejército trigarante, que entró a la ciudad de México en septiembre de 1821, y los firmantes del Acta del Imperio Mexicano, representaron para el establecimiento del país, luego de once años de enfrentamientos entre realistas e insurgentes, que representó una guerra casi interminable en muchas regiones. En algunos casos se privilegió al inicio de la guerra de independencia mediante la exaltación de Miguel Hidalgo, en otros a Agustín de Iturbide como el consumador. Ambos “padres” de una patria naciente. Uno bueno, otro malvado, pero padres al fin para el pueblo.

La exaltación de Miguel Hidalgo fue hecha por los liberales y republicanos. No quisieron reconocer a Agustín de Iturbide como el emancipador por excelencia de la independencia realmente. El Plan de Iguala fue el primer documento que emancipó a México de España, que contenía un proyecto de nación, con una conciliación que no fue fácil, entre la insurgencia y los realistas. Escribir ese documento fundacional representó un reto de conciliación y de unión, con un planteamiento que unía a los insurgentes, representados por Vicente Guerrero, y a los españoles realistas, como el mismo Agustín de Iturbide, pero igual la unidad con la Iglesia católica y el Ejército. Las condiciones se dieron para, de una buena vez, emancipar y unir lo que hubiera que unir para el establecimiento de una patria y una nación, cuyo sistema de gobierno ya se planteaba como una monarquía constitucional. Este planteamiento, sin embargo, fue en contra de los liberales republicanos que luego dieron al traste con el funcionamiento del primer Imperio y el mismo asesinato de Iturbide.

El primer volumen que comento es muy importante para el conocimiento histórico de cómo, a través del tiempo, se ha visto la figura histórica de Agustín de Iturbide. Como bien dice el compilador:

 

Este libro reúne 30 discursos pronunciados sobre el 27 de septiembre con el fin de comprender un tema espinoso aún y que ha mantenido divididos a los mexicanos desde hace 200 años: la fecha en la que debe celebrarse la independencia. Como se sabe, la historiografía oficial de esencia liberal no reconoce a Agustín de Iturbide como el autor de esta empresa, sino a Vicente Guerrero, por lo que el calendario cívico no incluye este día como fiesta nacional. En el llamado mes de la patria conmemoramos el 16 como el Día de la Independencia, en el que se pronuncian ardientes discursos que vitorean únicamente a los iniciadores de la insurrección de 1810, y se lee el Acta de Independencia que redactó el congreso de Chilpancingo en 1813. La repetición de esta ceremonia ha hecho que los mexicanos crean que la emancipación se logró cuando el cura de Dolores se levantó en armas y que en esta fecha tuvo lugar el nacimiento de la nación, lo cual constituye un grave error histórico. México es el único país de Hispanoamérica que no reconoce a su libertador por razones ideológicas, que si antes encontraron cierta justificación, ahora ya no. (Vol. 1, p. 45, 46)

 

Parece ser que ni con los festejos programados por los 200 años de la consumación de la independencia se reivindicará o, al menos, analizará, la figura de Agustín de Iturbide. El prejuicio ideológico e histórico sigue latente, incluso entre el gremio de los historiadores profesionales, ya ni se diga en el campo de la divulgación o de la historia oficial, que continúan ocasionando y estimulando un error histórico grave. Estos libros permiten, sin duda, subsanar en algo marcando las consideraciones e interpretaciones que a lo largo del siglo XIX se fueron dando en torno a Iturbide y su tiempo.

El segundo volumen es enriquecedor, por dos vías, la historia de las visiones e interpretaciones en torno a la figura de Agustín de Iturbide y los acontecimientos que marcaron la consumación de la independencia, y, por otro, la historia de la prensa, las editoriales, los escritores, que a lo largo de un siglo anotaron e interpretaron los significados y razones, valores, principios y dichos acerca de la consumación de la independencia, teniendo como figura central al mismo Iturbide, lo que también se refiere a las consideraciones que en los ámbitos religiosos, militares, políticos o de la opinión pública y en los ámbitos regionales se dieron, abarcando el porfiriato. Ambos objetivos del volumen son destacadísimos.

La historiografía liberal marginó del discurso y las celebraciones a Agustín de Iturbide y su principal logro como el Plan de Iguala. Desde su asesinato en 1824, las conmemoraciones por la independencia se enfocaron en el 16 de septiembre, en Miguel Hidalgo y los héroes que le siguieron en la insurgencia, Allende, Aldama, Jiménez, Abasolo. Se marginó de cualquier interpretación la fecha de la consumación del 27 de septiembre por estar vinculada a la Iglesia, a la milicia y al libertador máximo Iturbide. Se exaltó al líder insurgente Vicente Guerrero como el actor por excelencia de la Consumación, porque cedió a la insurgencia para la unidad y la conciliación. Esa interpretación se dio durante todo el siglo XIX, más en el siglo XX y parece que ahora sigue lo mismo, incluso en el medio de los historiadores oficiales, divulgadores y académicos. Dice Olveda: “A partir de los años treinta del siglo XIX, los periódicos católicos publicaron cada 27 de septiembre un artículo o un editorial para solemnizar el día de la consumación y convencer a la nación de que había sido engañada por los liberales, al sostener que fue el 16 de septiembre cuando los mexicanos obtuvieron la independencia. Esta tesis fue catalogada como mentira históricay una inconsecuencia deshonrosa para el sentido común”. El volumen se dedica a reproducir todos los artículos y editoriales en la prensa del siglo XIX, que conformaron todo un bagaje de estas consideraciones. El análisis historiográfico es muy importante en esta parte, porque brinda la posibilidad de entender las interpretaciones de cada pieza publicada en el contexto preciso de la fecha emblemática del 27 de septiembre, casi nunca celebrada o conmemorada.

Dice Olveda: “Para la historiografía liberal, Iturbide había falseado la obra de Hidalgo, Morelos y Guerrero, razón por la cual no lo reconocía como libertador ni tampoco admitía el 27 de septiembre, porque no era el día de la victoria, sino del engaño. Para esta corriente, quien identificaba a Iturbide como libertador no podía ser republicano ni demócrata” (volumen 2, p. 19). Parece que en la actualidad persiste esta interpretación dentro de la historiografía oficial, que siguen ciertos académicos y divulgadores, mucho más en el discurso gubernamental tan atrasado de noticias.

Los historiadores católicos, durante buena parte del siglo XIX y por décadas del siglo XX, defendieron su postura. “… los periódicos católicos destacaron que los liberales, envidiosos y resentidos, instituyeron el 16 de septiembre como el día de la independencia con el propósito de arrancarle a Iturbide la gloria de haber sido quien logró la emancipación” (volumen 2, p. 19). Los tres principios del Plan de Iguala se marginaron dentro de las interpretaciones liberales, porque la religión, la unión y la independencia, pertenecían al contexto histórico donde se dieron los planteamientos de este documento elaborado y propuesto por Iturbide, producto, se dice, de la reunión de La Profesa que estimuló la concertación para la conciliación con la insurgencia. Esos principios continuaron siendo materia de debate y polémica incluso dentro de la elaboración de las constituciones, por lo que los autores católicos los mantenían como una gran aportación de Iturbide para la historia nacional. La supresión del Plan en la vida mexicana ocasionó la desunión y polarización de la sociedad mexicana. 

La mayoría de los artículos conmemorativos que compila Olveda en el volumen 2 reflejan la concepción de las diferencias entre los movimientos de Hidalgo y de Iturbide. El primero comandó un movimiento espontáneo, sin orden, violento, de odio; mientras que el segundo buscó la unidad y la conciliación como palestras fundamentales para la estabilidad indispensable para conformar a la patria mexicana, a pesar de que en su momento fue un violento y aguerrido militar. La narrativa entre liberales y conservadores se enfrentó durante todo el siglo XIX, el porfiriato y el México contemporáneo. Ambos personajes se enfrentaron en la historiografía y en el ideario nacionalista de México. La Consumación de la independencia fue un acontecimiento fundacional definitivo, por sus personajes, por sus documentos, por su ideario. A 200 años de lo ocurrido aún se tienen diferencias de interpretación graves. El calendario cívico debía exaltar el 16 y el 27 de septiembre como fechas fundacionales de primera magnitud. Esta demanda que establecían los textos publicados fue constante. Sin embargo, periódicos independientes o de factura republicana, negaron cualquier posibilidad de exaltar al Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba o el Acta de Independencia, mucho menos a la figura de Agustín de Iturbide. Prefirieron exaltar a Vicente Guerrero, porque su cesión y conciliación consistió en entregar a la insurgencia como una aportación para la paz, negando cualquier aportación a Iturbide, quien guardó en sus adentros los intereses de los conservadores. Esta línea de interpretación se continuó en muchos textos publicados. 

El volumen es muy rico, dice el compilador: “Este libro que corresponde al volumen II de la Colección Conmemorativa del Bicentenario de la Consumación de la Independencia que se ha propuesto publicar El Colegio de Jalisco, contiene las notas periodísticas sobre el 27 de septiembre que publicaron los periódicos a lo largo del siglo XIX, los cuales se encuentran en la Hemeroteca Nacional. En estos textos los autores buscaron el reconocimiento de un hecho histórico incontrovertible: que Agustín de Iturbide fue el consumador de la independencia y que la fecha del nacimiento de la nación mexicana fue este día, y no el 16 de septiembre de 1810. También incluye algunos artículos escritos por los liberales que nos transmiten la idea que tuvieron al respecto. Dicho material fue organizado cronológicamente para seguir la secuencia de los argumentos expuestos por sus autores” (vol. 2, p. 33, 34)

Finalmente, la polémica de las fechas cívicas, nos dice Olvera, se cerró en las conmemoraciones de 1921. Iturbide quedó, oficialmente, marginado y ninguneado de la historia a pesar de la consumación reconocida, a pesar de haber sido el actor por excelencia de la unidad, muy a costa de ser el firmante de los principales documentos que dieron certeza al nacimiento de la nación mexicana. El yugo español quedó roto desde entonces. 

El tercer volumen de esta serie sobre la consumación de la independencia, realizado y compilado por Jaime Olveda, se dedica a Agustín de Iturbide. Los textos se refieren a la vida, obra y tiempo del personaje. Fechas conmemorativas de la consumación, pero también de la muerte sangrienta de Iturbide en Padilla, Tamaulipas el 18 de Julio de 1824, y el tema de sus restos guardados en la Catedral de la ciudad de México desde el 25 de septiembre en 1838, luego de una breve estancia en el convento de San Francisco, y que terminaron depositados en definitiva en la Capilla de San Felipe. Ni en el centenario, ni ahora en el bicentenario, la figura de Iturbide ha sido reivindicada en su justa razón. Se le ha culpado de asesino sangriento, de bienhechor de la Iglesia Católica, de actor de un ejército realista que mató a muchos insurgentes, de la violencia desatada en el periodo de insurgencia que abrió Hidalgo y sus huestes, de querer figurar como un emperador exaltando a la monarquía que se rechazó, de ofrecer el trono a un monarca extranjero, de ser un “glorioso” enemigo de México. El Congreso dictaminó su muerte por decreto por si intentaba regresar al país. Al volver, lo asesinaron. Ni muerto, los mexicanos le perdonaron. Así se refiere en infinidad de textos que se publican en este volumen. Las visiones e interpretaciones de la vida de Iturbide se compilan muy bien en esta obra.



[1]Jaime Olveda, La consumación de la independencia, 3 tomos, México, El Colegio de Jalisco, Siglo XXI editores, 2021. Tomo I, sermones y discursos patrióticos; Tomo II, los significados del 27 de septiembre de 1821; tomo III, Iturbide, el libertador de México.

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