febrero 06, 2022

Cincuenta años del Festival Internacional Cervantino en Guanajuato

 

El gobierno de Luis Echeverría Álvarez, entre 1970 y 1976, se caracterizó por llevar a cabo políticas populistas que exaltaron al máximo el nacionalismo revolucionario mexicano. La unidad nacional en torno al presidente dependió en mucho de la recurrencia en acciones que tuvieron que ver con lo que llamó “apertura democrática” y “arriba y adelante”, impulsos discursivos y políticas que, se supone, englobaban y cohesionaban a la sociedad. Esto no menguó el autoritarismo de Estado contra las disidencias y las oposiciones, particularmente, con los sectores estudiantiles, intelectuales, campesinos, urbanos, trabajadores y grupos guerrilleros. La mano dura se sintió frecuentemente, además acompañada con supuestas políticas de beneficio social, que, de manera integral, se emprendían. A pesar de esto, el descontento era creciente y se expresaba con varias acciones en varias entidades del país.

El echeverrismo fue un mareo populista que abarcó a la sociedad, a la economía, a la política y, por supuesto, a la educación y la cultura. El mareo ocasionó vómito desde 1976. El nacionalismo revolucionario consistió en recurrir a las raíces tradicionales, el folklore, el indigenismo, la revolución y el acercamiento de la cultura a las masas. El control de los intelectuales, la prensa, los universitarios, se dio paulatinamente año con año del sexenio. Las políticas públicas populistas vincularon cada vez más al nacionalismo con la cultura en todos los niveles, sobre todo, en el campo de la cultura popular, pero también en la esfera de las bellas artes en otros niveles de la sociedad, con un dejo descentralizador. Las raíces mexicanas eran la base de la inserción de México en el mundo, por eso tantos viajes, tantas reuniones con intelectuales y el emprendimiento de festivales y ferias por decreto, donde se gastaban millonadas de dinero público. El agua de jamaica y la horchata corrían en las reuniones y mesas de trabajo con el presidente y su esposa, una imagen ridícula en ciertos momentos. Los viajes y giras presidenciales se vieron marcadas por el fomento y la difusión de lo mexicano, con carretonadas de invitados, aviones, comidas, cenas y dichos discursivos. El nacionalismo revolucionario mexicano era parte de la identidad que definía a México hacia el futuro. Pronto la realidad se convirtió en barrera de choque, pero mientras se hicieron proyectos, algunos cuajaron, otros no.

La exageración de gastos fue una constante. La literatura, las artes plásticas, el cine, la educación artística, la danza, el teatro, la artesanía, el folklore y el indigenismo se vieron claramente influenciadas por el gobierno, con esas visiones obsesivas y machaconas,  a través del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y otros organismos creados ex profeso, como el Festival Internacional Cervantino (que se institucionalizó desde su origen), el FONART (artesanía), el FONADAN (para la danza), el INAH (arqueología e historia), reforzados en el caso de la ciencia y la tecnología con la creación del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT). La modernidad estaría impregnada de nacionalismo y mexicanidad.

Las bellas artes se vieron estimuladas por la política cultural del gobierno. Muchos estados de la república fueron beneficiados con parafernalia jurídica, recursos públicos y publicidad. Con esto, igualmente, se vio influido el campo del turismo que, durante el sexenio, se estimuló con la política de los polos de desarrollo y otras estrategias. Se pensó en Acapulco para la creación de un Festival Internacional de orden cultural, por ejemplo. Cancún emergió como una joya del turismo por aquel entonces, negocio presidencial se supo después, donde necesariamente habría proyectos culturales. Ya ni se diga Oaxaca o Guanajuato. La liga entre turismo y cultura, entusiasmó muchísimo la labor en los estados de la república, por la derrama económica que eso conllevaría en el momento y después. La tradición cultural guanajuatense, obtenida gracias a la presencia de la Universidad de Guanajuato, fue un factor para que el gobierno federal creara por decreto el Festival Internacional Cervantino, que ahora cumple cincuenta años. La élite cultural de México estuvo de plácemes, mucho más los sectores involucrados en Guanajuato por supuesto, más que el pueblo llano a quien iban dirigidas las acciones culturales.

A mitad del siglo XX, la ciudad de Guanajuato ya se había convertido en una ciudad con una actividad cultural abundante. La Universidad de Guanajuato fue una gran emisora de actividades, estimulada igualmente por el gobierno del estado o el gobierno municipal, que consideraban que eran un polo de atracción del ansiado turismo nacional e internacional en el centro del país. La cultura se resistió a quedarse guardada en los recintos o las élites. Los jóvenes la llevaron a las calles con el estímulo de personalidades con visión. Dentro de la Segunda Asamblea Nacional de Universidades, el director de teatro, Enrique Ruelas Espinosa, encabezó, el 20 de febrero de 1953, al grupo de Teatro Universitario que realizó los Entremeses de Miguel de Cervantes. Los escenarios se vieron abarrotados por el entusiasmo, al igual que las calles. El fervor cultural no paró desde entonces. El efecto de atracción turística se fue cumpliendo, además de fomentar el gusto y el disfrute de los jóvenes universitarios. En 1972, el Rector Enrique Cardona Arizmendi y su Jefe del Departamento de Acción Social y Cultural, el maestro Isauro Rionda Arreguín, encabezaron una convocatoria para organizar un magno evento universitario donde confluyera lo mejor del mundo cultural nacional e internacional durante seis semanas, entre el 28 de julio y el 23 de septiembre. Hubo muchas ideas e iniciativas. Se logró un programa intenso con la participación de amplio público.

Las actividades culturales de la Universidad de Guanajuato fueron en cascada durante esos meses, como un preámbulo a lo que sucedería con el Festival anunciado a inicios del año. Otras universidades y el Seminario de Cultura Mexicana o la Academia Mexicana de la Lengua se sumaron en la organización de eventos. De entrada hubo participación del Ballet Folklórico de Lyon, Francia, actuaron el guitarrista Mauricio Ponce y la Orquesta Sinfónica de Michoacán; así como el grupo teatral de la Escuela de Filosofía y Letras que estrenó la obra cervantina “Pedro de Urdimalas” en la plaza de San Francisquito, con la dirección de Alfredo Pérez Bolde. También el Teatro Universitario estrenó la obra “Estampas del Quijote” con la dirección de Enrique Ruelas en la Plaza del Mineral de Cata. Hubo concurso de teatro y un coloquio sobre estética para la educación media. Fue entonces cuando se inauguró el Museo Casa de Diego Rivera y una sala de historia en la Alhóndiga de Granaditas. La asistencia a estos eventos contó con la presencia de los jóvenes universitarios, pero también de turistas, que levantaron las expectativas para lo que vendría después con el gran Festival. 1972 sería un antes y un después, sin duda.

Ya el 28 de febrero de ese año, se había anunciado la creación y celebración del Festival Internacional Cervantino, auspiciado por el gobierno federal. Se creó por decreto presidencial del presidente Luis Echeverría, con disposiciones relativas a su organización y financiamiento. Agustín Olachea Borbón, Jefe del Departamento de Turismo, fue quien propuso que el Festival se celebrara en Guanajuato, en el marco del Año del Turismo para las Américas, promovido por la UNESCO, idea que había surgido en el año anterior en un evento realizado en Oaxaca en el mes de julio, donde el presidente Luis Echeverría dispuso que así se hiciera, disponiendo los recursos necesarios en las instancias pertinentes. Los asistentes guanajuatenses, incluido el gobernador, no salieron del asombro por obtener la distinción de un magno evento como el que se pretendía. De hecho, trascendía a lo organizado por la universidad guanajuatense.

El 29 de septiembre de 1972, fue un día de gran efervescencia cultural en la ciudad de Guanajuato. El Festival fue inaugurado formalmente. Se sumaron varias inauguraciones más en ese marco, encabezadas por el gobernador Manuel M. Moreno, el jefe de Turismo en representación del presidente de la república, y el hermano del mismo, Rodolfo Echeverría (quien presidió al Comité Organizador), además de los miembros del patronato del nuevo Festival, presidido por la actriz Dolores del Río, junto con Mario Moreno “Cantinflas”, Héctor Azar (dramaturgo y escritor), Antonio López Mancera (escenógrafo), Gloria Caballero (escritora), Alejandro Ortega (actor), Enrique Ruelas y el primer director general del Festival, el arquitecto Óscar Urrutia Tazzer. Se develó la primera estatua de Cervantes en la glorieta de Dos Ríos, que ahora se encuentra en la Plaza de San Francisco; se inauguró la plaza del Mineral de Cata que fue rebautizada como Plaza del Quijote; se inauguraron las Plazas de San Fernando y la de San Roque, con espacios para la celebración de actividades colectivas.

Un acto emotivo fue la inauguración de la placa alusiva en el parque Hidalgo, que decía:

 

Viajero: llegas a esta noble ciudad que tuvo su origen en 1548, un año después del nacimiento del genio de las letras españolas Miguel de Cervantes. Ella hizo propia la idea de libertad que campea en las páginas del Quijote, ya que en este suelo se sentó la independencia de este país.

 

Se dio paso a la inauguración de la escultura de Miguel de Cervantes Saavedra, realizada por el artista plástico Federico Canessi, que se colocó en la calle de La Alhóndiga. Una estatua de bronce de 2,15 metros de altura y con peso de 450 kilogramos, que ahora se encuentra en el Museo Iconográfico del Quijote.

Luego del medio día, a las 13:30 horas, se entregó un reconocimiento a Enrique Ruelas, que fue el creador de los Entremeses Cervantinos y que durante casi veinte años impulsó con ahínco la actividad cultural en la ciudad de Guanajuato. Con ese programa quedó inaugurado formalmente el Festival.

El éxito paulatino de las actividades puso a la ciudad de Guanajuato en un sitio privilegiado y popular tanto a nivel nacional como internacional. La asistencia a los eventos fue una característica fundamental para que se pensara en Guanajuato para el magno Festival que, desde entonces, jugó un papel importante en las actividades culturales anuales de sucesivos gobiernos.

Durante veinte días, entre el 29 de septiembre y el 18 de octubre, el Festival contó con la participación de grupos culturales de trece países. Teatro, danza, música, conciertos, conferencias, exposiciones, cine, verbenas y jolgorio caracterizaron al evento, con amplia participación y asistencia de la gente. Muestra de actividades fueron la participación de la Ópera Nacional del INBA; la actuación de Nati Mistral con el homenaje a Federico García Lorca; la actuación del grupo de teatro de la UNAM; la actuación de Pilar Rioja con la “Teoría y juego del duende” de Federico García Lorca; el recital de Germain Montero con el recital de canciones del siglo de oro; el conjunto inglés con “Shakespierre, the Age, the Man and the Players”; la Compañía Nacional de Teatro de España; el grupo de teatro del INBA; el grupo del Teatro Nacional de Costa Rica; los cantos y danzas de España de cante hondo de Enrique Morente; el Ballet Folklórico de Guatemala; el teatro de Checoslovaquia; entre otros grupos y artistas que entusiasmaron a los asistentes e invitados.

El Festival fue una apoteosis cultural para Guanajuato. Las autoridades encargadas calcularon una asistencia de cincuenta mil personas a las actividades, lo que representó un gran éxito. Muchos visitantes tuvieron que ser hospedados en casas particulares, porque los hoteles y hostales estuvieron abarrotados. Las autoridades federales dispusieron que el Festival sería anual y permanente, aunque en 1973 no pudo celebrarse por carencia de recursos, dado que la inversión era cuantiosa.

Desde entonces, el Festival fue denominado como la “Fiesta del Espíritu”. La Plazuela del Quijote en Mineral de Cata fue el escenario de la inauguración de actividades, aunque ya se había hecho la declaratoria oficial en el Teatro Juárez. En total hubo 69 actividades que mostraron el trabajo artístico de Canadá, Checoslovaquia, Colombia, Costa Rica, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Italia, Japón, Reino Unido, Unión Soviética y México.

El Festival se convirtió, al paso de los años, en un evento cultural de primera magnitud, que dio prestigio a la posición de México en la cultura universal. En 1975 retomó un impulso sin precedentes, que mereció la atención de la Reina Isabel II y el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Un año después, se estableció el Comité Organizador permanente. Para 1978, el Rey Juan Carlos I de Borbón y la Reina Sofía visitaron las actividades del Festival. Para 1989 la UNESCO declaró a la ciudad de Guanajuato dentro del Patrimonio Cultural de la Humanidad, lo que dio importancia, igualmente, al Festival que cada año enaltecía la cultura universal en una ciudad tan emblemática de la historia de México. El prestigio internacional estuvo garantizado desde entonces.

Durante cincuenta años se estatuyó en un espacio de expresión universal, ya que en sus actividades han confluido las más importantes tendencias y expresiones culturales. Esto ha permitido el desarrollo del turismo en Guanajuato en general, y en la ciudad capital de la entidad, en particular. Con los años, varias actividades se han dado en varios municipios del estado o en otras entidades, por lo que la influencia del Cervantino ha conformado una identidad propia y expansiva a la vez. Infinidad de grupos culturales se han expresado cada año en el Festival. Su institucionalización ya es parte de la historia cultural de México. Su influencia es innegable.

 

 

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